Ojos llenos de sol, flores y esperanza;
ojos que han visto corazones y mares rojos;
que ven la vida en su más rústica expresión.
Manos que a veces lastiman para sanar;
manos que han traído vida al mundo;
que acarician con vocación y amor.
Corazón sensible y duro a la vez,
paradójicamente frágil y fuerte al mismo tiempo.
¡Qué valiente te hizo Dios!
Con gran orgullo eres parte de la creación”
Por Alma Vidrio
El término “medicina” proviene del latín “mederi” que significa ’curar’, ‘medicar’, el cual se refiere a la ciencia que permite prevenir y curar enfermedades del cuerpo humano.
El primer inciso del Juramento Hipocrático establece que los Médicos deben consagrar su vida al servicio de la humanidad y, a lo largo de la Historia de la Medicina, ha habido infinidad de mujeres valientes que quisieron dedicarse a cuidar y curar a quienes enfermaban, pero también que usaron los medios que tenían disponibles para conocer, investigar y aportar. Muchas se han enfrentado a prejuicios y misoginia, porque durante siglos se consideró una profesión exclusiva de hombres quienes, con el paso del tiempo, han tenido que reconocer que la contribución femenina en el área médica es innegable y ha sido crucial para el conocimiento y desarrollo médicos.
Entre las médicas que han abierto el camino para nuestras médicas de hoy en día, destacan cinco mujeres que han hecho aportaciones trascendentales:
En México, donde la misoginia y el patriarcado aún insisten en que prevalezcan los roles de género tradicionales, hemos tenido médicas que han sorteado innumerables obstáculos para que se les reconozca y respete como profesionistas de la salud, y que han “abierto brecha” para que las generaciones que les preceden, logren acceder a la ciencia de la Medicina.
La pionera en la Medicina mexicana fue Matilde Petra Montoya Lafragua, quien recibió el título de médico cirujano partero en 1887 gracias a que el Gral. Porfirio Díaz dio un permiso especial, porque no se acostumbraba reconocer a ningún grado de estudios a las mujeres. Ella y la Dra. Aurora Uribe fundaron en 1925 la “Asociación de Médicas Mexicanas”, lo que impulsó a las mujeres que querían estudiar Medicina se inscribieran a la carrera y obtuvieran la confianza y el reconocimiento que merecían.
Sin embargo, en 1957, la Academia Nacional de Medicina admitió como a la Dra. Rosario Barroso Moguel como su primer miembro femenino. A partir de entonces, nuestras Médicas han logrado que se reconozca su talento, trabajo, dedicación y profesionalismo, y se han ubicado en posiciones muy importantes en el área de la Salud del país. Entre ellas están:
En Medicina, que aún hace algunos años se consideraba un campo exclusivo del patriarcado, el género femeninoya tiene una presencia muy importante. No obstante, la discriminación prevalece, pero ahora se trata de esconder y disimular porque, a pesar de que el 46% del personal médico de todo el país lo conforman mujeres, existe una gran inequidad de género porque su participación enpuestos de liderazgo en hospitales y universidades es de apenas el 6%, dos terceras partes de los puestos pagados lo tienen hombres y las mujeres ganan en promedio 20% menos que ellos.
La discriminación y el trato misógino hacia las mujeres en la Medicina empiezan desde el internado, que es cuando inician las prácticas en los hospitales y en las rotaciones en las distintas especialidades. Hay internas que han sido acosadas, han recibido insinuaciones de carácter sexual, no se les deja participar en las prácticas médicas, se les deja solas en las guardias o se les imponen guardias muy largas.
El lenguaje en las instituciones de salud también es otra muestra de la discriminación y limitación hacia las médicas porque, históricamente, la Medicina es una profesión en la que, por siglos, el patriarcado ha sido hegemónico. En muchos hospitales, el lenguaje sigue siendo machista y excluyente. Tanto estudiantes, como residentes y docentes que son mujeres, pero también con orientación sexual o identidad de género diferente, están en riego de ser discriminados y agredidos por los prejuicios que siguen prevaleciendo.
El paternalismo también influye en el ámbito laboralporque, encasilla y reduce a la mujer en estereotipos y roles de género implantados desde hace siglos. Se asume que nosotras somos las cuidadoras de la familia y que los hombres son los proveedores del hogar. Esos dos conceptos conllevan un significado enorme al momento que se determinan las “obligaciones” que cada sexo tiene “asignadas” y, a partir de ahí, surgen las restricciones y los límites que se acaban imponiendo a las médicas y a profesionistas en infinidad de profesiones que, en muchos casos, les impiden continuar con su desarrollo y crecimiento profesional y académico.
Los roles tradicionales que establece el patriarcado“justifican” e inciden la brecha salarial que existe en relación con los médicos. En lo referente a la maternidad, muchas médicas interrumpen su actividad profesional y, cuando regresan a sus puestos de trabajo se les rezaga con el pretexto de que no pueden dedicar más horas al trabajo; asimismo, se les despoja de la posibilidad de acceder apuestos de trabajo con mayor responsabilidad porque, se asume, deberían dedicar parte de su tiempo a atender a su familia.
La tecnología del siglo XXI puede ser muy útil para promover y, por qué no, EXIGIR cambios que han de beneficiar a todas y todos. En la Medicina, las mujerescomo género hemos demostrado que tenemos la capacidad, tenacidad, creatividad e inteligencia que se necesitan en esta área, y en muchas otras, demuestran a diario que somos igual, o incluso más, competitivas que los hombres, y que el conocimiento, descubrimientos, e inventos que podemos generar son ilimitados. Los prejuicios de género deben acabar y, por el contrario, debe prevalecer la inclusión que permita que las médicas desarrollen sus capacidades y habilidades al máximo, lo cual puede derivar en un sistema de salud en el que prevalezca la equidad, el respeto y el reconocimiento a sutrabajo y esfuerzo.
A diario le doy gracias a Dios por mi hija, mi Médica.
Fuentes: