El síndrome de la impostora

Sigmund Freud, se refiere a este hecho como "aquellos que fracasan cuando triunfan", ya que empiezan a realizar actos de autosabotaje cuando están obteniendo victorias, debido a la sensación de no merecimiento.

por Adriana Ortiz

Por Adriana Ortiz Barraza. Psicoanalista

La incursión de la mujer a la vida pública, particularmente dentro del ámbito laboral ha roto con los estereotipos y roles de género; quienes la confinan a la pasividad y la vida privada. Cada vez más, las mujeres ocupan cargos importantes, siendo profesionales exitosas, empresarias y líderes en áreas diversas.

Sin embargo, hay quienes pareciera que temen al triunfo, o que aún teniéndolo no se lo reconocen. Lo anterior citado, puede estar relacionado con el síndrome de la impostora, el cual se caracteriza porque la persona siente que no merece tener éxito, o que éste se debe a cuestiones de suerte o a su relación con los demás, pero no a los méritos propios. Existiendo una gran incompetencia para acepar los logros.

Desafortunadamente este tipo de conductas se dan con mayor frecuencia en las mujeres, debido a diferentes factores, entre los que destacan:

Culpa inconsciente por no cumplir con aquellos «deber ser» que la sociedad y la cultura han impuesto a la mujer.
Miedo a superar a un ser querido o admirado dentro del seno familiar, por ejemplo, el padre;experimentando una sensación de derribar al tótem, al ídolo.
Temor de que, teniendo más éxito, quedará excluida o aislada de ciertos entornos o grupos.

Sigmund Freud, se refiere a este hecho como «aquellos que fracasan cuando triunfan», ya que empiezan a realizar actos de autosabotaje cuando están obteniendo victorias, debido a la sensación de no merecimiento.

El síndrome de la impostora tiene su origen en los mensajes que son transmitidos por los padres, la sociedad y la cultura desde la infancia particularmente a las niñas.

Se les exige «ser perfectas», ocasionando que se obsesionen con el control de todas las cosas, volviéndose extremadamente exigentes y duras consigo mismas; considerando que «si no es perfecto, no vale», quedando evidenciado lo inalcanzable de la meta, ya que la perfección no existe es solo una ilusión.

De ahí que la mujer se pueda vivir en una constante falta, nunca es suficiente ante las demandas que se le imponen, estando permanentemente en el escrutinio social, todo lo que ella hace es cuestionable. Por eso, la misma mujer se llega a rebatir si de verdad merece triunfar.

Pero ante todo esto ¿Qué podemos hacer, para salir o no caer en el síndrome del fraude?

Evita usar frases de autodevaluación: «no soy inteligente», «soy tonta», «solo he tenido suerte, no soy tan buena», entre muchas otras. En su lugar puedes usar frases afirmativas: «soy capaz», «daré mi mejor esfuerzo», «soy talentosa».
Acepta los halagos, no intentes regresarlos de manera automática: si alguien te dice «oye eres muy inteligente» no respondas con un «tú también lo eres», simplemente agradece y quédate con el cumplido.
Establece objetivos reales: es decir, que sean alcanzables, que te permitan ir avanzando a tu ritmo, para que la superación sea manejable.

Recuerda que la visión del éxito es distinta para cada individuo, así que disfruta la tuya y deja de lado las comparaciones.

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