De represión y acceso a la educación

Con el regreso del gobierno talibán, el avance de esas dos décadas en materia de derechos para las mujeres se esfumó en un abrir y cerrar de ojos

Mucho se ha hablado de la trágica salida de Estados Unidos del territorio afgano en agosto de 2021. Sucede que, a pesar de los métodos que nuestro vecino del norte utiliza en sus intervenciones -para nada democráticas- con el pretexto de liberar a los pueblos, Afganistán y sus mujeres comenzaron a ver, durante veinte años, un avance paulatino de sus derechos humanos. Sin embargo, con el regreso del gobierno talibán, el avance de esas dos décadas se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

La fotografía le ha dado la vuelta al mundo. Las presentadoras y periodistas afganas deben, por nueva imposición oficial del Gobierno Talibán, realizar su trabajo con más de la mitad del rostro cubierto con un velo negro. Esta nueva regla es un alcance de una norma que fue lanzada a pocos meses de la llegada de ese gobierno al poder, pues desde octubre del año pasado, todas las mujeres en Afganistán deben salir de casa cubiertas de todo el cuerpo y estar acompañadas en todo momento por una figura masculina. “Sentí que no soy un ser humano. Siento que he cometido un gran crimen, por eso Dios me hizo mujer en Afganistán”, dijo la joven periodista entrevistada por el periódico Al Jazheera, con un profundo dolor en sus ojos.  

Aunada a esa regla, se lanzó otra aún más preocupante y de la que no se ha hablado lo suficiente en la comunidad internacional. Desde hace poco más de ocho meses todas las niñas en Afganistán tienen prohibido continuar su educación a nivel secundaria. Es decir, las niñas afganas, hoy por hoy, solamente pueden estudiar hasta el sexto año de primaria. ¿Logramos entender la gravedad del asunto? Mientras que el día de ayer se celebró el día del estudiante en México, las niñas en Kabul y el resto de provincias afganas tienen prohibido uno de los derechos humanos más fundamentales: el acceso a la educación.

Según el Ministerio de Educación de aquel país, las niñas que se encuentran en niveles mayores al sexto grado, deberán permanecer en casa hasta que se creé un plan de estudios de acuerdo a la ley islámica y la cultura afgana. Fue la misma población quien dudó de primera mano sobre la información; sin embargo, fueron los responsables de la Agencia de Noticias Bakhtar -el medio de comunicación aprobado por el gobierno talibán- los encargados de confirmar la noticia. Y sí, los encargados, haciendo especial énfasis en el género masculino.

No cabe duda que el acceso a la educación y a la libertad de expresión pueden cambiar el rumbo de todo un pueblo y no tengo duda que en Afganistán existirá un movimiento interesante de protesta que nazca desde la incertidumbre, desesperación y rabia feminista. La presión de la comunidad y prensa internacionales, harán lo suyo. Este 24 de mayo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, emitió un llamado al Gobierno Talibán, pues “con profunda preocupación”, se les solicitó que revirtieran rápidamente las políticas públicas que estaban afectando severamente los derechos humanos de las mujeres y las niñas afganas.

Si bien es cierto, se han presentado pequeñas agrupaciones de mujeres alzando la voz por sus derechos, LUCHANDO POR LA JUSTICIA, y es que tal como lo dijo Malala Yousafzai: actualmente va a ser difícil que las mujeres accedan a regresar al régimen de hace 20 años, pues ya conocieron lo que es el acceso a la educación, incluso universitaria; ya saben qué significa estar empoderada. Y efectivamente, esta vez será más difícil para los Talibanes mantener la prohibición de la educación para niñas y mujeres, estoy segura que no durará para siempre.

En memoria de…

Cecilia Monzón Pérez, activista feminista. Porque hablar de mujeres que no le temen a hacer frente ante la absurda imposición de las normas machistas me hizo, nuevamente, recordarla. Honrar su legado, su trabajo, su activismo, su inconformidad, su valentía, su fortaleza, su convicción, su ejemplo, su lucha. Porque mujeres insurrectas han sido quienes han cambiado la historia y quienes han abierto nuevos caminos para las nuevas generaciones de niñas y mujeres que no pretendemos callar. Porque luchar por la justicia es nuestro deber, luchar para exigir justicia tras tu asesinato es lo menos que podemos hacer. Porque nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio, ni en México, ni en Afganistán. Porque seguiremos alzando la voz para que sea la digna rabia el motor de lucha en todas las latitudes del planeta. ¡Vuela muy alto, Monzón!

 

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