Por Nuria González López
Esta gente que prolifera últimamente tiene especial gusto por los espacios donde abundan los niños y las niñas, y tiene especial gusto por introducir la sexualidad, bueno, lo que ellos entienden por sexualidad, en los ambientes infantiles.
Nunca tuve una Barbie. No lo digo en plan trauma ni mucho menos, simplemente yo era más de Chabel. Chabel Madonna, para ser exactos (“es súper guapetona” así decía el anuncio), y además tenía también la “Villa que Brilla” y la “SuperVan”, y mi particular pandi de Chabel, compuesta por ella, una “Barriguitas” negra, un par de “Pin y Pon” y un Pequeño Pony verde y azul que todavía tengo. Todos juntos en la caravana del pasillo al comedor y del comedor a la cocina, durante. Eso sí que era una pandilla “diversa” que me acompañaba durante horas y horas en veranos como éste, porque por aquel entonces, el tema de las escuelas y campamentos de verano directamente ni existía. Tampoco tengo claro que la mayoría lo pudiéramos pagar. Pero eso es otro tema.
El caso era que una niña normal y corriente, que, aunque no era exactamente fan de la muñeca rubia y tetona, y que a mi me parecía un poco deforme y con una sonrisa un tanto inquietante, estaba bastante al loro de las vicisitudes de la muñeca Barbie y bastante al tanto de sus novedades, ya que muchas de mis compañeras sí la tenían a ellas y todos sus complementos. Vivíamos todas en una bonita armonía, porque, al fin y al cabo, aquellas muñecas gringas eran los compas de mi Chabel, más bajita, menos espectacular, pero Chabel Madonna, recuerden.
Esto pasaba hace 30 años. Pero seguro pasaría hace 60 porque aquí nuestra amiga la muñeca rubia tiene 67 primaveras. Y me parece muy estupendo en un mundo en el que ya no dura casi nada.
Confieso que tengo ganas de ver la película y que me hubiera gustado hacerlo antes de escribir este artículo, pero no me ha dado tiempo, gracias a mi vida de mujer privilegiada precaria y autónoma. Pero lo que sí he podido ver el la “premier” del estreno en Madrid. Y mi pregunta es ¿por qué hay un determinado grupo de personajes sin talento y estéticamente insoportables, que salen hasta en la sopa, cuya única dedicación en la vida parece ser intoxicar cualquier cosa con el beneplácito de los medios?
Resulta que durante años hemos criticado lo que representaba precisamente la imagen de la muñeca Barbie, que englobaba todos y cada uno de los estereotipos sexistas que existen y, como a través de ella, se inculcaba a las niñas la cultura de la “femineidad”, del pelo rubio largo, de las tetas gordas, del novio perfecto, etc… al fin y al cabo, de la mujer y esposa perfecta que tan bien se retrató en aquella súper recomendable película “Las mujeres perfectas”, dirigida por Frank Oz y con una soberbia Glenn Close.
Por esas críticas y por evolución pura, los propios creadores de la muñeca empezaron a cambiar el concepto para, en lugar de sacar sólo modelitos, cambiaron a Barbie, que ya no era sólo la que va a la fiesta o cuida la casa, sino que la lanzaron de cabeza al mundo laboral, y empezaron a proliferar las Barbie profesora, la enfermera, la niñera, la cocinera, luego ya la evolucionaron un poco y apareció la Barbie vendedora, zoóloga, violinista, telefonista, policía, militar, enfermera, manicurista, cirujana, fotógrafa, periodista, basquetbolista, estadista, entrenadora de perros, florista, jueza, jardinera, publicista y alguna cosa más. Todo esto acompañado por una reducción importante de pecho y por un abandono paulatino del rubio platino, para ahora incluso encontrarnos a Barbie con el pelo azul.
Alguien entendió que a las niñas había que venderles alguna aspiración más allá de ser la ama de casa perfecta. Porque ese es el universo Barbie, algo aspiracional para millones y millones de niñas en el mundo, nos guste o no.
Pero el otro día en la presentación de la peli apareció un nuevo tipo de intento de Barbie, la “Barbie Mamarracha”, interpretada por el puñado de personajes antiestéticos encabezado por Hudson, que lo mismo se te presenta con un modelito rollo sado maso en el estreno de esta película, no olvidemos que dirigida al público infantil, que te cierra la campaña de Yolanda Díaz en otro evento que venden como familiar, que aparece en el Festival Sónar con un espectáculo pseudopornográfico bastante lamentable, que levantó las intensas críticas de muchos de los asistentes, ya que es el segundo año consecutivo que nos fumamos semejante cosa, que ni canta ni baila, pero que a algunos de los organizadores le debe causar algún tipo de excitación malsana, porque si no, no le encuentro otra explicación, al menos artística.
Pues no fue la única persona que decidió que era una gran idea presentarse en el estreno de la película de la muñeca icono de las niñas por excelencia durante casi 70 años, de esta guisa, como si en lugar de al cine con niños fueran a la inauguración del festival de Cine Erótico de Barcelona. Y no es casual.
Esta gente que prolifera últimamente tiene especial gusto por los espacios donde abundan los niños y las niñas, y tiene especial gusto por introducir la sexualidad, bueno, lo que ellos entienden por sexualidad, en los ambientes infantiles. No en pocas ocasiones vimos eventos “familiares” de sobre todo de Más Madrid en las elecciones del 28 de mayo, en los que se daba exactamente este binomio, es decir, niños mezclados con personajes hipersexualizados con un discurso bastante extraño.
A eso le “sumamos” que esas mismas personas entienden que una de las partes más importantes de ser mujer es ir por la vida vestida como si acabaran de salir de rodar una película porno de bajo presupuesto, y como ellos son mujeres por sus santos cojones, pues ya tenemos el cóctel perfecto. Así que se maquean.
Comprenderán ustedes que ni a mí y al 99% de la población le importa tres pimientos como se disfracen determinados grupúsculos de gente decadente y mucho menos los que hagan en su vida sexual, siempre que sea entre adultos. Sin embargo, cuando se les pretende encumbrar como nuevo icono para la población infantil, a través de productoras, distribuidoras, determinadas marcas, y muchos medios de comunicación y cantidades ingentes de dinero, se encienden todas las alarmas.
En Cuba acaban de rebajar la edad de consentimiento sexual a los 12 años en el código penal, para que los puteros tengan aún menos problemas en consumir niñas en aquella isla convertida en burdel. El truco es el “consentimiento” que funciona como la absolución de un cura que borra cualquier pecado.
Quién sabe si Yolanda Díaz, declarada “comunista”, tenga algo parecido en mente y por eso el afán de normalizar la sexualización de la infancia. Ya sabemos que, aunque sea de refilón, algo conoce sobre hombres con gustos pedófilos.
En cualquier caso, yo voy a darle una oportunidad a la veterana Barbie, que esta vez nos visita en forma de peli, sobre todo porque la calidad de la directora y el guionista les preceden y les merecen este voto de confianza, aunque la toxicidad haya invadido su estreno en Madrid. Aunque yo sea más de Chabel, y de Madonna.
Dibujo original de Pepe Farruco
@PepeFarruqo
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