Por Yuli Zuarth
Tenía en mi librero un Premio Nobel de Literatura, escrito por una mujer canadiense, publicado en 2012 y sinceramente, no lo había leído. O al menos no recordaba que lo hubiese leído. Pero si ya estaba ahí, en mi espacio e intimidad, iba a aprovecharlo.
Al principio, no me atrapó. Fue a la mitad de la historia cuando algo hizo click y entonces me piqué hasta terminarlo.
Inicia con un recuento de la infancia de Alice (a través de los ojos del personaje principal una niña inquieta llamada Del Jordan). Leer los relatos de ella corriendo en una granja, cuidando animales o peleando con sus familiares, no era algo que me atrapara en ese momento de mi vida.
Fue cuando descubrí que su mamá era feminista y que el impacto de su relación con ella era una parte clave de la historia, cuando me empecé a interesar.
“Mi madre no era muy bien vista en Flats Road. Estaba de parte de los pobres del mundo entero, de parte de los negros, los judíos, los chinos y las mujeres.”
Su mamá es un personaje tan interesante que incluso, escribía cartas a los periódicos promocionando la educación, los derechos de las mujeres y oponiéndose a la educación religiosa obligatoria en las escuelas.
Wow, heroína.
También me atrapó que Alice describió durante toda la novela la forma en como una niña, una joven y después una mujer, va descubriendo, redescubriendo y creando el mundo. Primero, a través de los ojos de otras personas, después a través de los suyos.
Por ejemplo, deja claro que, aunque en su época estaban normalizados los matrimonios forzados y las maternidades no deseadas, ella, estaba dispuesta a no ser víctima de tales atrocidades. En una parte del libro deja clara su decisión de no ser madre.
Nos cuenta como, si una mujer era violada en esa época, la humillación y degradación no era para el agresor, era para ella. Siempre el patriarcado encuentra la forma de culpar a la víctima. Y confiesa que si ella hubiese estado en esa situación “se habría muerto”.
También, describe lo que para ella significaba ser víctima de acoso y con lo que estoy segura, todas podemos conectar: “Decían cosas que te arrebataban la libertad de ser lo que querías, te reducían a lo que ellos veían”. Y ante un acto de acoso, guardó mucho tiempo silencio. Hasta que decidió compartirlo.
Me encantó la analogía que hace de la muerte, para ella, no es más que un cambio. Cambiamos de un estado, pero seguimos siendo parte de la naturaleza. Se murió alguien muy querido y cercano a ella y entonces, eligió pensar que ahora era una flor.
Al igual que me pasa con todas las escritoras, conecté con su amor y pasión por los libros, vean esta belleza, eso siento: “En la biblioteca me sentía feliz. Las paredes de páginas impresas, prueba de tantos mundos creados, eran un consuelo para mí.”
Sí, los libros, las bibliotecas y las librerías, son refugio.
¿Saben qué me pareció fascinante? Que, de alguna manera, ella manifiesta y decreta su Premio Nobel, en la página 292 escribe: “Todavía estoy a tiempo de ganar el Premio Nobel”.
Describe a la perfección sus encuentros y desencuentros con la religión, así como su propia definición de la fe. También, la importancia de la amistad entre mujeres y todo lo que significan las amigas para nosotras.
Explora y comparte su despertar sexual, por medio de un gran amor que fue eufórico y apasionante al principio, pero que terminó siendo violento e incluso, con riesgo de violencia feminicida.
Precisamente por eso, nos deja tres importantes lecciones:
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“Creo que debe haber un cambio en la vida de las niñas y las mujeres. Sí. Pero depende de nosotras que se produzca. Todo lo que las mujeres han tenido hasta ahora ha sido su relación con los hombres. Eso es todo. No hemos tenido más vida propia, en realidad, que un animal doméstico.”
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“Utiliza la cabeza y no te distraigas Una vez que cometes el error de distraerte pegándote a un hombre, tu vida ya no vuelve a pertenecerte. Tendrás que hacerte cargo de todo, a la mujer siempre le pasa”.
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“Se suponía que los hombres podían salir y vivir toda clase de experiencias, desechar lo que no querían y volverse orgullosos. Sin pensarlo siquiera, yo había decidido hacer lo mismo.”
Y qué ironía ese amor que te hace perderte de ti misma, es el mismo que cuando termina, más te lleva de regreso a ti.
Regresemos a nosotras y aprendamos a recibir. A recibirnos. Y a aceptarnos con toda esa belleza que somos. Hagamos un homenaje, una despedida al síndrome de la impostora.
Gracias por leer. Con amor, Yuli Zuarth.
Frases favoritas
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Siempre es un mal asunto involucrarse en las familias de los demás.
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Ha tenido la frescura de escribir.
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Mi madre nos reunía a todos para ver la puesta del sol, como si fuera algo que había colocado ella allí.
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La intuición misteriosa y para mí novedosa de que escoger no hacer algo demostraba, a la larga, más sabiduría y amor propio que hacerlo.
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¿Qué es estar muerto? Bueno, en primer lugar ¿qué es una persona? Un gran porcentaje de agua.
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Y me había bebido toda la taza de té, explorando su desconocido sabor a adulto, a importante.
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La timidez y la vergüenza, son lujos que yo nunca pude permitirme.
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Su conversación era un río que nunca se secaba.
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Si yo fuera Dios no estaría tan sedienta de sangre. La gente normal no estaría tan sedienta de sangre.
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No se reza para que pasen cosas o dejen de pasar, sino para pedir fuerzas y la gracia para soportar lo que pasa.
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El hecho de que hablara de mis hijos también me dejaba perpleja, porque no pensaba tener ninguno.
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Sin saber muy bien de dónde llegaría la fama o cuándo, pero intuitivamente convencida de que lo haría.
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Sentíamos que toda la ciudad se extendía debajo de nosotras boquiabierta, lista para llenarse de asombro.
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Acusar a un hombre de no cumplir sus promesas es degradante para las mujeres.
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El tiempo y la energía sin mi capital; si lo malgasto no recibiré otro.
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Una rendición voluptuosa, no a un hombre sino al destino, a la obscuridad, a la muerte.
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El único mundo con el que yo tenía contacto me lo había inventado, con ayuda de los libros, para hacerme la original y enriquecerme.
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El sexo me parecía rendición, no de la mujer al hombre, sino de la persona al cuerpo, un acto de fe pura, la libertad en la humildad.
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Habíamos visto el uno en el otro lo que no podíamos soportar, y no teníamos ni idea de que la gente lo ve y continua, y odia, pelea y trata de matarse de varias maneras, y luego se quiere un poco más.
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Desconectado de la vida del amor, no coloreado por él, el mundo recobra su propia importancia, natural y cruel. Esto es de entrada un golpe y luego un extraño consuelo. Y yo ya sentía como mi antiguo ser – mi antiguo ser aislado, irónico y taimado – empezaba a respirar de nuevo, a extenderse y a asentarse, aunque alrededor de él mi cuerpo colgara roto y desconcertado con el estúpido dolor de la pérdida.
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Era libre y no lo era. Me sentía aliviada y desolada. ¿Y si nunca hubiera despertado?
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Me maravillaba que la persona que sufría fuera yo, porque no era yo; yo estaba observando.
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Como las chicas de las películas que dejan sus casas, conventos, amantes, supuse que emprendería mi vida real.
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Comprendí que lo único que podía hacer con mi vida era escribir una novela. La llevaba – la idea de la novela – a todas partes conmigo. A mí me bastaba aferrarme a la idea de la novela para sentirme mejor.
Reseña publicada en el Blog de Yuli Zuarth