La otra justicia para Jessica: los íconos nunca mueren.

Recuerdo como si fuera ayer el día que un gran amigo me pidió que ayudara a difundir un video de la familia de Jessica, específicamente de su hermano Cristo, en un video que nunca olvidaré, el, hablando con la catedral de fondo, desesperado, valiente, pidiendo que le ayudaran encontrar a su hermana

por Omega Vázquez Reyes

Por Omega Vázquez

Recuerdo como si fuera ayer el día que un gran amigo me pidió que ayudara a difundir un video de la familia de Jessica, específicamente de su hermano Cristo, en un video que nunca olvidaré, el, hablando con la catedral de fondo, desesperado, valiente, pidiendo que le ayudaran encontrar a su hermana.
Lo recuerdo nítidamente porque hubo algo que anunciaba la tragedia, un caso que desde el principio, nos cimbró a todas.

Desde todos sus perfiles, miles de personas compartían la ficha de búsqueda, el video, la información proporcionada por la familia.
Las redes sociales estaban inundadas con esta historia que a todas nos estremecía, ¿dónde está la maestra Jessica? Fotografías de ella, su carita de ojos tiernos en todos los estados y publicaciones, Jessica de apenas 21 años, una joven mujer que nunca faltaba a casa y pocas veces llegaba tarde, estaba desaparecida.

Mientras “alguien”, sabía perfectamente en donde estaba, aún después del crimen acudió a un casino y vio a sus amigos, como si nada. Después de hacer lo indecible, de tratar de ocultar su crimen, es inimaginable lo que pasaba por su cabeza cuando veía todas esas fichas de búsqueda, incluso en los muros de sus propios contactos.

¿Qué pudo haber pasado por la mente retorcida de Diego Mañon Melgoza? cuando vio que tantas personas estaban buscando a la chica a quien él mismo le había arrebatado la vida, días antes.

Recuerdo también perfectamente que estaba yo de gira de trabajo en Zamora, cuando recibí la llamada, ¡esa llamada! ..
Y desde que vi el remitente, se me heló la sangre, me salí del evento para contestar el teléfono y ya iba temblando, con un escalofrío que aún siento.

Era un amigo de la fiscalía, a quien había yo había pedido -como en varios otros casos -que me ayudara con información, que por favor no cesaran la búsqueda, que actuaran.
Pero, cuando contesté, escuché la voz apesadumbrada de mi amigo, justo lo que me temía, habían encontrado el cuerpo sin vida de la maestra Jessica.
Fui, y lo digo con mucho pesar, una de las primeras personas en conocer del hallazgo, no por ser importante ni mucho menos; probablemente por la necedad y por tenerlos ya enfadados, me avisaron y tuve la otra muy muy penosa misión de avisarle a aquel gran amigo periodista que me había solicitado el apoyo en primer lugar para la familia.
Lloramos en silencio al teléfono, Gsus, estábamos lejos pero nos fundimos en un abrazo de dolor y frustración, solo podíamos pensar ya en la familia , en Cristo, ¡en su mamá!
Y cinco segundos después, en Diego, el feminicida no puede, ¡no debe escapar!

Para ese momento ya plenamente identificado, gracias a los trabajos de investigación de la propia familia, y la fiscalía, Diego Mañon Melgoza, estaba huyendo, con ayuda de su familia. Pero la otra batalla ya había iniciado, algo nunca antes visto, las mismas jóvenes que habían estado buscando a Jessica, ahora se unían en una gran cruzada para exigir justicia: Mujeres, jóvenes, madres, hombres, hermanos, medios de comunicación locales, encabezados por la valentía indiscutible de su hermano y madre, inundamos las redes sociales con fichas de búsqueda, con mensajes, con digna rabia.

Sin precedentes el tema estaba puesto en la agenda social, y por supuesto, sacó lo mejor y lo peor de la sociedad, pero también de los influyentes que buscaban apagar el tema y salir impunes.

Había quienes dudaban de la historia de la familia y quienes seguirían moviendo sus poderosos hilos para apagar un fuego que ni siquiera conocían y cuya intensidad estaba destinada a ser un precedente poderosísimo para la lucha de las mujeres y para la fuerza de la acción colectiva.

Una marcha estremecedora partió de las tarascas, a pesar de los esfuerzos de algunas autoridades, abarrotamos las calles, miles de mujeres y jóvenes exigiendo justicia .

También recuerdo incluso por cual zona de la ciudad iba manejando cuando leía los mensajes de odio en contra de las pintas que se habían hecho por la avenida Madero, durante la marcha para exigir justicia para Jessica.

Me orillé a la altura de una papelería muy famosa, me estacioné y escribí con tanto dolor y coraje de ver el interés sobrado hacia los monumentos y mermado hacia la vida de las mujeres. Escribí:
“Si tanto les preocupan los edificios, yo misma hago una brigada para limpiar el centro histórico, el día que le dicten sentencia a los asesinos de Jessica y Valentina”

<Nunca hubiera imaginado el costo que este párrafo tendría para mí en varios sentidos>.

A los dos días de esa publicación en redes sociales ¡aprenden a Diego! Ya se encontraba huyendo.
A los 10 minutos de leer la noticia, empezaron a llamarme compañeros y algunos medios de comunicación para preguntarme expresamente; Omega: ¿Cuándo empiezas a limpiar?
¡Así fue! ante la noticia de que el probable Feminicida venía de regreso a enfrentar a la justicia, la respuesta de algunos periodistas y por supuesto de incontables perfiles de Facebook , era inquisidora, ¡ahora vas a tener que limpiar! Comprobé una vez más que las prioridades de muchas personas, demasiadas, están en otros espacios, no en la vida de las mujeres.

A pesar que mi publicación era muy clara, “el día que dicten sentencia tanto al asesino de Jessica como de Valentina”, (recuerden ustedes el caso de la pequeña de cuatro años asesinada por su padrastro, quien por cierto continúa libre). Cada quien vio lo que quiso ver.

Y decidí actuar, (otra decisión que me costaría, pero que volvería a hacer sin dudarlo). Emprendí una cruzada, una convocatoria pública a la cual respondieron cientos de personas, dispuestas a ayudarme a hacer una limpieza de las pintas de la avenida Madero, específicamente en las casas y negocios locales, no así en edificios gubernamentales. ¡Claro!

Cientos de personas jóvenes, mujeres, madres, víctimas de violencia, se sumaron, previo capacitarnos y solicitar el permiso ante el INAH.
Cabe mencionar que incluso nos capacitó la dirección del centro histórico de ese momento, pero a pesar de todo eso e incluso traer un jabón especial, una fórmula que no dañara la cantera, etc.
Cuando estábamos haciendo la limpieza en los edificios, (solamente donde nos dieron autorización los dueños) en la calle la gente gritaba ¡la gente nos gritaba!: —¡agachense más! ¡Limpien bien! -otras gritaban ¡asesinas! ¡vándalas!

En las redes sociales, otra historia, colectivas feministas me atacaban por haber querido “borrar su paso”
y me acusaban de “aliada del patriarcado” para arriba.

Detractores políticos me acusaron incluso, (desde la comodidad de sus escritorios), de buscar beneficio político de una tragedia ¡si! Así el cinismo.
Porque claro… una persona que busca justicia para otra persona que no conoce ¡es increíble!, bizarro, para su mente, debe haber algún interés para ayudar.
Pues son políticos.

Lejos de cualquier beneficio, obtuve muchas críticas, lo cual era completamente irrelevante. No, eso no era importante, yo no era importante, estábamos hablando de un causa superior a todas.
Y había que continuar…

Sobre todo ante la decisión valiente y estoica de su familia, quienes jamás retrocedieron ni un paso, a pesar de las amenazas, a pesar de los intereses e incluso, de los intentos de soborno.
El ejemplo de semejante valentía, solamente ameritaba continuar, seguir adelante, además la acción decidida de tantas colectivas feministas, de las acompañantes, de los amigos, fue extraordinaria, solamente podía humildemente a la lejanía rendir un tributo haciendo lo que estuviera a mi alcance.

Dos años después, por fin. ¡Hay Sentencia!
Y tampoco olvidaré el momento en que supe la noticia, esa sentencia que le dieron a cuenta gotas y después de tanta angustia, frustración y coraje, sabemos que una justicia tardía no es justicia, pero es un avance, Jessica ya es histórica, es un icono de la lucha y nunca tendremos suficientes palabras, pero si una buena memoria, para recordarte Maestra Jessica.
Tu nombre nunca morirá porque inspiraste a miles de niñas, mujeres, a miles de personas a sumarse a una causa colectiva y sin ningún interés más que el de acceder a la justicia para ti, nos unimos desde todos los sectores y realidades. ¡Vivirás siempre! En cada grito de justicia.

 

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