Por Alma Vidrío
“Cuando empieza el descontento
se le olvida en un momento
el respeto y el amor.
Y comienza la amenaza,
aunque de amor se disfraza,
¡pero es odio y es rencor!
Y la víctima inocente,
se debate de repente,
entre la angustia y el dolor.
Por sus hijos ella aguanta,
enmudece su garganta
y se deja así vencer.
Su machismo dominante
ese maltrato constante
¡pronto tiene que acabar!
¡Se merece una condena!
y que le aumenten las penas
al que es maltratador.
Debemos ser respetadas,
y por todos valoradas
¡y tratadas con amor!
Delia Arjona
“Tus padres te entregaron a mí”. Quienes estamos o estuvieron casadas hemos escuchado esta frase o alguna similar infinidad de veces; la primera emoción que muchas sentimos es de frustración, coraje e ira porque nuestros esposos o ex maridos no nos consideran mujeres con derechos sino como meros objetos.
En pleno siglo XXI el patriarcado persiste en México, un país tradicionalmente machista desde hace varios siglos. Antes, la mayoría de las mujeres aceptaban su rol secundario en la sociedad como madres, cuidadoras, limpiadoras, cocineras y objetos decorativos; muy pocas cuestionaban su lugar en la sociedad. Ahora asumimos que, por el hecho de que ya tenemos derechos de toda índole, estudiamos, somos profesionistas, empresarias, etc., se reconoce que tenemos una participación importante en la sociedad; sin embargo, cuando tenemos hijos y somos nosotras quienes decidimos tomar el papel de cuidadoras, otra vez se nos vuelve a ver como objetos.
Si no se obtiene un trabajo de medio tiempo, o se tiene una actividad que nos retribuya económicamente, se pierde es la independencia económica y, con ello,
estamos sujetas a los recursos de nuestra pareja, que pueden ser muchos o pocos, dependiendo de la actividad que realice. Pero también en el aspecto intelectual nos vamos haciendo a un lado porque nuestro ámbito se limita a la casa y al cuidado de los
hijos.
Para muchas, la violencia psicológica sigue iniciando desde casa a partir de los primeros años de vida, en zonas rurales y urbanas donde el patriarcado sigue arraigado a causa de la pobreza que se vive, educación deficiente o nula y servicios de salud precarios.
Experiencias de muchas de nosotras coinciden en que la violencia psicológica inicia cuando comenzamos a tener y dar a conocer nuestras opiniones, deseos, expectativas y aspiraciones. Pero, cuando decidimos dar se siguiente paso y llevarlos a cabo, nuestra pareja cree que perderá el control sobre nosotras y que ya no estaremos a su disposición todo el tiempo. Entonces, las agresiones inician de manera muy sutil, con descalificaciones y bromas “pesadas” o de “mal gusto” y, si en ese momento no exigimos nuestra valía y que se nos respete, el trato será cada vez más agresivo y se manifestará con burlas, desvalorización, menosprecio y humillación. La estabilidad emocional de las víctimas se daña y deteriora al extremo de volverse codependiente, vivir con miedo y siempre sentirse presionada y amenazada. El daño psicológico puede llegar a ser tan grave que, incluso, la personalidad carácter pasan a ser pasivos y sumisos, no se es capaz de tomar decisiones y hacer juicios y/o razonamientos propios sin la aprobación de su agresor. Lo peor es que aparecen enfermedades que afectan la salud mental como son ansiedad, depresión y trastornos del sueño que pueden llevar a realizar acciones drásticas sin haberlas razonado, como son huir o intentar o cometer suicidio. Aunque en la violencia psicológica no hay contacto físico que deje marcas visibles de agresión en el cuerpo, es una forma de sometimiento muy efectiva para ejercer poder sobre una persona o grupos que puede dejar secuelas muy graves en la mente, el alma y el espíritu de las víctimas. Pero también por el estrés y la ansiedad que provoca, la salud física también se compromete y los padecimientos más frecuentes son anorexia, obesidad, gastritis, colitis nerviosa, dermatitis nerviosa, enfermedades cardiovasculares, accidentes cardiovasculares y hasta cáncer.
El informe del INEGI sobre la dinámica que existe en los hogares mexicanos de agosto 2022, dio a conocer que el 70.1% de las mujeres mayores de 15 años en adelante han sufrido, al menos, una situación de violencia a lo largo de su vida; y que la violencia
psicológica predomina con un porcentaje de 51.6%, seguida de la violencia sexual con un 49.7% de incidencia. En el entorno de las comunidades se registra el 45.6% de ese tipo de violencia, y en la relación de pareja se presenta el 39.9% de los casos.
Darse cuenta que somos víctimas de violencia psicológica no es fácil porque, además de nuestros miedos de siempre y los nuevos, también acabamos lidiando con los temores del agresor. No sirven los consejos de “ya se le pasará”, “no le hagas caso”, “deja de hacer (lo que se esté haciendo) para que ya no se enoje”, “mejor ten la fiesta en paz”, “haz lo que te diga para que no tengas problemas”, y un largo rosario de sugerencias que sólo nos hunden más. Debemos aceptar que necesitamos la ayuda y el apoyo de profesionales como psicólogos y psiquiatras que nos ayudarán a redescubrirnos a nosotras mismas para volver a poder tomar decisiones propias, pero también para recuperar nuestro amor propio, nuestra autoestima y volver a ser quienes somos en una versión mejorada. El proceso es lento, así que no debemos
desesperarnos porque al final del día, las beneficiadas seremos nosotras.
FOTO Michelangeloop by Getty Images
Fuentes:
“Violencia psicológica: qué es, tipos, causas, consecuencias y prevención”, Marina
Fernández para Psicología-Online, 20 de marzo, 2020
INEGI: Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares
(ENDIREH). Comunicado de Prensa No. 485/22, 30 de agosto, 2022
“La violencia puede provocar cáncer, enfermedades mentales y obesidad” por José Baig
para El País, 27 de febrero, 2015