Ayotzinapa. Mi paso por Iguala

El 26 de septiembre de 2014, se escribió una tragedia de impacto nacional y mundial; 43 estudiantes desaparecidos a manos del crimen organizado con responsabilidad de policías municipales, federales y militares, por omisión o por participación

por Verónica Chalita
Por Verónica Chalita

El 26 de septiembre de 2014, se escribió una tragedia de impacto nacional y mundial; 43 estudiantes desaparecidos a manos del crimen organizado con responsabilidad de policías municipales, federales y militares, por omisión o por participación.

En la administración pasada, nos hablaron de una verdad histórica, donde la mitad del relato era mentira; una verdad mentirosa destinada a encubrir la actuación del Ejército. Dos de las verdades: una que todo se debió a una confusión y confronta entre el grupo de Los Rojos y Guerreros Unidos; la segunda, que los muchachos fueron acribillados.

Ocho años después, nos cuentan más o menos la misma historia, sólo con más detalles sobre el destino final y fatal de los estudiantes, pero continúa el encubrimiento hacia militares. Ocho años después, esta administración pretende hacernos creer que está siendo transparente por dar los nombres de unos cuantos personajes castrenses.

En 2019, muchos vimos la docu-serie de Netflix, producida por Matías Gueilburt y protagonizada por Paco Ignacio Taibo II, en la que se exhibe directamente la participación del Ejército en parte de la masacre. Esa noche, el 27 Batallón de Infantería no sólo los monitoreó, sino también disparó, pues como se menciona en ese mismo documental, las pruebas periciales apuntan a que algunos casquillos percutidos pertenecían a armamento militar.

Hoy les cuento que tres semanas después de los hechos, cuando José Luis Abarca estaba prófugo, hice un recorrido de la Ciudad de México a Iguala, de ahí a Chilpancingo, y luego a Acapulco, y de regreso.

Hoy les cuento que en Iguala no había un solo retén, ningún helicóptero sobrevolando la zona para encontrar a los 43, no había más militares en la zona, algunos marinos rondando las carreteras como ya es común, había unas cuantas patrullas de la policía federal, pero ningún operativo que diera cuenta de lo que había pasado ni de las acciones para dar con ellos.

Lo único que había eran pancartas de “Se busca” con las fotos de José Luis Abarca, y un campamento que se estaba armando en la plaza principal para juntar víveres para los buscadores, que eran unos grupos conformados por los padres, madres, normalistas y pobladores. Sólo ellos los buscaban.

Eso llamó mi atención, y por supuesto, me llevó a la conclusión de que las autoridades tenían muy claro lo que había sucedido.

Hoy nos dicen que la solución para frenar los actos violentos de la delincuencia organizada, que la solución para fortalecer la seguridad pública es mantener al Ejército en las calles, que una policía que nació como una fuerza civil debe estar bajo el mando de la milicia. ¿Tiene sentido?

Foto via Twitter @WOLA_org

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