Por Angélica de la Peña
La francesa Gisèle Pelicot se ha convertido en un símbolo de valentía cuando solicitó que el juicio que se llevó contra su ex marido fuese público y se supieran las consecuencias del daño que sufrió, al ser drogada y violada por su entonces esposo, y por alrededor de 70 hombres, 50 de ellos sentados ante los jueces, quienes, junto con Dominique Pelicot, recibieron su castigo en el juicio que acaba de concluir en Aviñón, Francia.
Todo comenzó en 2011 cuando Dominique empezó a poner somníferos y ansiolíticos en la comida de Gisèle, para dormirla y violarla; y dos años después, ofrecerla a otros hombres que conectó con ese propósito, por internet.
Ella, la víctima de violación sexual por decenas de hombres, nunca supo por qué tuvo necesidad de recurrir a su ginecólogo por los malestares que sufría, incluso pensó podía tener principios de Alzheimer.
Sin embargo, hace cuatro años, a partir de una investigación judicial a Dominique por fotografiar debajo de las faldas de mujeres en el supermercado, los investigadores descubren en su celular y computadora hechos horrorosos que le cimbraron su vida. Videos y datos con los nombres de los tipos contactados por su marido en actos sexuales. Nunca se dio cuenta del acto criminal que sufría hasta que vio esos videos. En el expediente judicial se constata que fue violada inconsciente en su propia cama y grabada en cada acto por el propio marido.
Ella fue víctima de un criminal. Su hija tiene dudas de lo mismo porque su padre le tomó fotos durmiendo.
Este criminal, juzgado con la pena máxima, es un hombre ordinario. No es un enfermo mental, como ningún feminicida o violentador lo son. Igual que éstos, Dominique y los tipos a los que invitó, son machos que cosifican a las mujeres.
Este caso nos debe llevar a reflexionar sobre varias cuestiones: la primera, la victoria que sin duda ha significado que la violencia sexual padecida por una mujer por parte de su pareja, dejó de ser un asunto privado en los países democráticos. Pero también, aunque las leyes amparan a las mujeres que la sufren, la mayoría de casos no son denunciados por miedo.
Por desgracia, las relaciones sexuales no consentidas están presentes en muchísimas más parejas de las que nos imaginamos. Al violador no siempre se le enfrenta en un oscuro callejón, suele vivir con la víctima y ejerce su control de muchas modalidades. Nadie tenga dudas que la cosificación sexual, es un elemento característico del machismo misógino.
Marcela Lagarde define la misoginia como un fenómeno que impone comportamientos violentos y crueles contra las mujeres. En su reflexión académica, señala que la mentalidad misógina no se elimina de la noche a la mañana. Esta conducta, además de ser sancionada debidamente, debe ser prevenida desde todas las esferas de la vida, por supuesto debe educarse a las niñas y los niños en el reconocimiento de que tengan entre sí, un trato como pares e iguales.
Deconstruir este fenómeno estructural y sistémico patriarcal, se logrará eliminando todas las formas de discriminación contra las mujeres. Marcela señala que la mujer debe dejar de ser el objeto de otros, su empoderamiento es imprescindible para que se convierta en Sujeta de su propia vida. Y por supuesto los poderes públicos actúen con eficiencia y compromiso en la protección de los derechos de las mujeres de todas las edades. Y como dice Gisèle Pelicot: los hombres deben cambiar