El Orgullo ya no tiene amigas

Nunca entendí por qué mis predecesoras feministas unieron su lucha a la de este colectivo LGTB, que mayormente está formado por hombres y que ha invisibilizado siempre a las lesbianas

por Nuria González López

Por Núria González López

Supongo que habrán notado igual que yo que este año el día del “Orgullo” viene bastante descafeinado. Y eso es una prueba irrefutable de dos cosas, a saber. La primera, de cómo los últimos años hubo un interés económico de determinadas súper empresas, sobre todo farmacéuticas de abrir un nuevo nicho de mercado que, obviamente ya se ha empezado a perder por la tozudez de la realidad.  Y la segunda cosa que queda probada es como desde el poder político cuando se quiere instaurar una idea se instaura, aunque sea una idea completamente absurda.

Personalmente no tolero la discriminación ni el maltrato ni la violencia contra nadie, y menos si esa violación de los derechos humanos básicos viene dada por motivos de odio irracional a lo que se es o como quiere vivir su vida el otro. Obviamente, como mujer se lo que es eso puesto que sufrimos ese odio en forma de machismo desde que nacemos hasta que morimos. Nos matan por ser mujeres.

Y sin embargo y desde esa responsabilidad ciudadana, nunca entendí por qué mis predecesoras feministas unieron su lucha a la de este colectivo LGTB, que mayormente está formado por hombres y que ha invisibilizado siempre a las lesbianas, mucho más en el último lustro.

Y es que una cosa es apoyar y empatizar con la causa ajena y otra cosa muy distinta es ligar nuestros destinos como se hizo en los años 70 y 80. Fue un error y no estaría mal reconocerlo sobre todo para no volver a caer en la misma trampa del intento de fagocitación.

Discriminados estábamos todos y todas, pero por motivos muy diferentes, y como se ha visto después, el pago a ese amadrinamiento al colectivo LGTB por parte del movimiento feminista ha sido un puñal traicionero en forma de apoyo a los vientres de alquiler o la prostitución como “trabajo” o lo último, querer reducir a las mujeres a sentimientos de hombres. Muy mala idea fue aquello.

Pero como la situación es insostenible, el “Orgullo” en realidad cada vez está más solitario y es porque ha perdido una fuerza de choque sin parangón que es la de sus “fieles” amigas feministas, incluso de las propias mujeres que integraban la L, y las ha sustituido por gente con ganas de fiesta y muchos anuncios publicitarios.

No es posible que ninguna mujer que tenga un mínimo de conciencia sobre lo que nos pasa a todas en todo el mundo, camine y se manifieste en una lucha en la que se da cabida a los compradores y vendedores de bebés y explotadores de mujeres en la infame industria de los vientres de alquiler, por ejemplo.

Y créanme cuando les digo que yo sé muy bien que los hombres homosexuales son una mínima parte de las personas que acuden a ese mercado. Es por ello no puedo entender que nunca ninguno de esos hombres estandartes del movimiento gay haya salido a condenar esa violación salvaje de los derechos humanos.

En definitiva, si el colectivo GTB quiere tender alguno de los puentes dinamitados con el movimiento feminista, tiene que empezar por renegar del legado de Pedro Zerolo, que le caía muy bien a todo el mundo, pero que fue el principal artífice de que España existan niños adquiridos mediante vientres de alquiler.

Pero para lo que sí han salido a quejarse los que manejan el cotarro es para decir que algunos de los carteles del día del orgullo noles representan, principalmente en Madrid, donde es verdad que el cartel parece más el anuncio de un cotillón de fin de año que de una supuesta jornada reivindicativa. Pero es que es en eso en lo que se ha convertido el “Orgullo”. Una fiesta patrocinada por las grandes marcas, donde se ha erradicado cualquier reivindicación política. Es normal que el reclamo sea al de una juerga si a una juerga es a lo que invitas.

Y para terminar, les propongo una reflexión a todos aquellos que sean sentido gráficamente ofendidossi les ha molestado que en su día los equiparen a un tacón de aguja, imaginen lo que sentimos todas las mujeres cuando, cada día, los T de su colectivo quieren reducir nuestra propia existencia a tacones, uñas pintadas y pelucas del chino.

¡Bienvenidos a la indignación! Ojalá les sirva para reflexionar aquello de que lo que no quiero para mi…

Foto de D-Keine desde Getty Images Signature. Composición LCR

Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad exclusiva de su autora y no necesariamente representan la postura de La Costilla Rota.

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