Por Núria González López
Estoy poco tolerante últimamente. Lo reconozco. Pero es porque el nivelazo de manipulación borreguil al que estamos sometidos está a punto de dar conmigo en el límite de mi aguante.
Y no soy estúpida, se perfectamente que siempre y en todos los lugares, una de las principales funciones de quienes ostentan el poder es manipular al mayor número de personas posibles precisamente para seguir manteniéndose en él pero, por favor, a los artífices del ambientillo actual, que navega entre la infantilización total y las obviedades más burdas presentadas como novedades, solicitó por el bien de la salud mental colectiva que ahora está tan de moda, a medios de comunicación y portavoces oficiales del posmolerdismo imperante, que se lo curren un poquito más, aunque sólo sea un poquito, para que al menos nos mantengamos en la indignación momentánea y no en la desidia perpetua.
Les voy a poner dos ejemplos de esta semana y verán cómo pronto les llega mi idea.
En las últimas 48 horas algunos medios de comunicación nacionales nos están martilleando para que nadie se quede sin saber que, parece ser, que Georgia Meloni ha conseguido quitar la palabra “aborto” de la declaración institucional consensuada en la reunión del G7 que se está celebrando estos días.
Ni siquiera sabemos si eso es así porque por el momento lo único que se está discutiendo es un borrador. Pero si así fuera en última instancia, no entiendo lo noticiable del asunto, a no ser que me haya perdido yo las veces que Meloni se ha declarado feminista o a favor del aborto.
Obviamente no lo ha hecho nunca, y no sólo eso, sino que se ha declarado manifiestamente en contra de tal derecho fundamental, pero ¿y cuál es la novedad? La hay y se la paso explicar.
Nunca tanto machuno posmoderno, de esos que defienden que una mujer es un señor con las uñas pintadas, las maravillas de “hacerse padre” a través de un vientre de alquiler o exhiben su defensa a ultranza del “trabajo sexual”, se han preocupado por el derecho al aborto, hasta que lo pueden utilizar políticamente para mantener su mantra de “que viene la derecha, uh, que susto”. Porque más allá de eso, como sabrán, a esta panda el derecho al aborto, como cualquier otro derecho de las mujeres, le importa lo mismo que a Meloni, o menos, ya que la italiana al menos no compra el resto del discurso misógino que les acabo de relatar.
Eso sí, al menos Meloni es coherente, cosa que es de valorar, ya que como mujeres nos permite medir al enemigo que tenemos delante, y no como la panda de “aliados” que disfrazan de progresismo todas y cada una de las violencias que sufrimos las mujeres y encima exigen silencio.
El otro ejemplo que les tengo es “a sensu contrario” y va sobre otro de esos mantras que se ha vendido (y comprado) como progre y súper avanzado, pero que además de ser un fraude, es absolutamente peligroso porque pone en juego la vida de muchas personas y concretamente de las más vulnerables.
También esta semana y así como quien no quiere la cosa, ministra de sanidad Mónica García, también conocida como médica y madre, se asomaba a la palestra a decir que estaban planteándose “ampliar” las posibilidades de solicitar la eutanasia a las personas con enfermedades mentales. Toma ya. Sin venir a cuento y sin que nadie lo hubiera pedido, los locos, esquizofrénicos, los enfermos de alzhéimer, los depresivos, y un montón más, han pasado a ser eutanasiables.
Sólo hace falta darle una vuelta de 30 segundos a la idea para que se te pongan los pelos de punta y visualizar el abismo ético y de destrucción total de todos los principios de la medicina y hasta del juramento hipocrático que se abren delante nuestro ante esta mema idea.
No voy a entrar ahora en profundidad, pero sólo adelantó que ya sólo nos falta declarar eutanasiables a los pobres, como en Canadá y Bélgica, para entrar en el pódium de los países calavera, pero calavera súper moderna.
Bien. Como imaginará, la misma prensa que a bombo y platillo esparce lo de Meloni que a nadie sorprendió porque obviamente ya esperábamos, es la misma prensa que vendió está majadería de la ministra MeMa como si fuera el paladín del objetivo de la sanidad pública. Cierto es que si nos cargamos a todos los locos va a resultar un éxito para los servicios de salud mental que van a bajar radicalmente la ratio de pacientes, y en ahorro ya ni te cuento.
Ni medio cuestionamiento, ni media discusión. Es nuestra Mema y así la queremos y así la tenemos que querer todos, de la misma manera que todos tienen que odiar a quien pertoque, porque así toca.
Lo dicho, a los voceros de la nueva y única moral, cúrrenselo un pelín que para eso les pagan y dejen de insultar a la poca inteligencia que aún queda viva y libre por ahí.