Por Mag Mantilla
La sociedad parte de una configuración que suscita dinámicas de aprobación y desaprobación, en tanto cumplas los preceptos sociales o no. Así, hay personas más válidas que otras según cumplan con las reglas y protocolos del sistema.
Si partimos de la sociedad machista, esa que dicta que las mujeres somos inferiores a los hombres, sucede que el hecho de agradar y ser simpáticas es lo esperado en ésta siendo mujer y no necesariamente en los varones, considerando que un hombre serio es lo deseable, pues demuestra carácter, rectitud, hombría etc., a diferencia de una mujer seria, que en muchas ocasiones es despreciada por amargada, déspota, petulante, etc.
Vale la pena reflexionar porque tendemos a dotarlo todo de cualidades dicotómicas entre lo masculino y lo femenino, ¿qué no sería mejor comprender a las personas desde sus autenticidades y complejidades, más no partir de los mandatos de género socialmente impuestos para valorarlas?. Además, dichos mandatos se vuelven lugares comunes que asemejan la experiencia vital de las personas, sin dejar cabida a experiencias diferentes, llenas de abundancia y matices que toda persona merece vivir.
En concreto, es una postura severa y prejuiciosa determinar la calidad de una persona a partir de lo que se espera de ella según los mandatos y estereotipos de género, y está tan normalizado que estas valoraciones muchas veces se llegan a realizar sin estar consciente, por el arraigo de la convención y prenociones sociales. Por ello la importancia de cuestionarlo todo, empezando por las propias actitudes y prácticas.
En plena época electoral en México con contendientes mujeres a la cabeza vale la pena analizar porqué muchas personas siguen exigiendo alegría, sonrisas y complacencia a las candidatas que no llenan esta expectativa, y se deja de lado que el ámbito de la política nacional y el partidismo son altamente patriarcales, espacios sociales donde la seriedad y firmeza son importantes, no importa seas hombre o mujer.
La política mexicana ha estado rodeada de opacidad y corrupción, no queda más que tomarla con seriedad, mucho más si por fin en una cultura machista una mujer llega a ser presidenta por primera vez. Será un hecho histórico, independientemente del abstencionismo por la crítica feminista que podemos hacer sobre las elecciones y la vida política del país, el posicionamiento de las mujeres en puestos de poder puede ser una gran vía para la transformación social, siempre y cuando nos salgamos de las lógicas arcaicas que el patriarcado promueve. Complejo, pero nunca imposible.
Foto de Africa images