“Le di un beso a un señor vestido de mujer” dijo el lunes 08 de enero de 2024 el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en su tradicional conferencia de prensa matutina, al referirse al beso que le dio al diputado federal morenista Salma Luévano en el evento conmemorativo del Aniversario Luctuoso de Felipe Carrillo Puerto en Motul, Yucatán, el pasado 03 de enero.
Lo destacable de la declaración del presidente es el reconocimiento de que Salma Luévano es un hombre, un hombre con vestido, pero hombre al fin y al cabo.
Lo contrastante es que, por llamarle señor a Salma Luévano, la diputada federal Teresa Castell fue acusada por la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación de cometer “violencia política contra las mujeres en razón de género” debido a que “vulneró su derecho (el de Luévano) al libre desarrollo de la personalidad” por no referirse a él “respetando su identidad y expresión de género”.
El martes 09 de enero, el presidente dijo en su conferencia matutina: “Quiero iniciar en TikTok ofreciendo una disculpa a una compañera que se identifica como mujer y que yo ayer hablé de que era un hombre ‘vestida’ de mujer” y agregó “si opiné sobre este tema es porque considero que el amor no tiene sexo”.
La disculpa ofrecida por Andrés Manuel López Obrador constituye una afrenta a las millones de mujeres mexicanas a quienes nunca se nos ha ofrecido una disculpa por sobrevivir en un país en el que, en promedio, once mujeres al día son asesinadas por ser mujeres, mientras otras tantas son desaparecidas, violadas, abusadas, maltratadas. Siete de cada 10 mujeres en México hemos sido víctimas de violencia machista.
Al disculparse con otro hombre, el presidente sella el pacto patriarcal que a ellos les da privilegios y a nosotras nos oprime. Es una clara muestra de que en este país nosotras somos ciudadanas de ínfima categoría.
Con la pronta disculpa ofrecida por el presidente de México, se oficializa el servilismo del Estado mexicano a la ideología transgenerista, esa doctrina anticientífica y misógina que afirma que los hombres pueden ser mujeres por el simple hecho de desearlo, lo que significa no sólo la imposición de un delirio, sino una amenaza para el ejercicio de nuestros derechos basados en el sexo.
Que el jefe del ejecutivo haya renunciado a la realidad material del sexo para congraciarse con un minúsculo grupo de hombres que no se “identifican” como tales es una ofensa para todas las mujeres de este país. Si cualquier hombre puede ser mujer, entonces ¿cómo se generan y establecen políticas públicas basadas en las necesidades de nuestros cuerpos sexuados?, ¿cómo nos gobierna un señor que no sabe distinguir quiénes son hombres y quiénes mujeres?
Es grave, muy grave que el presidente ofrezca disculpas por haber dicho una verdad simple y llana. Es grave, además, su confusión conceptual respecto a que el transgenerismo tenga algo que ver con el amor. “Considero que el amor no tiene sexo”, dijo. Efectivamente, el amor no tiene sexo. La orientación sexual es una realidad; usurpar un sexo es un agravio. Un hombre que se relaciona sexoafectivamente con otro hombre es un homosexual pero no es una mujer.
Si Andrés Manuel López Obrador, en su calidad de ciudadano, quiere creer que el sexo es mutable y que ser mujer es un sentimiento, pues es parte de su derecho a pensar, pero no es obligación de todas las mexicanas hacer lo mismo.
Las instituciones del Estado no pueden ni deben estar sometidas a una ideología. En la democracia no hay cabida para el pensamiento único. Disentir no es odio, no es transfobia , no es delito y no debería ser estigma.
Decenas de mujeres en nuestro país han sido perseguidas, denunciadas, silenciadas, canceladas y despojadas de sus fuentes de trabajo por ejercer sus derechos a la libertad de pensamiento y la libertad de expresión al manifestar que los hombres no pueden ser mujeres y que el transgenerismo amenaza nuestros derechos y nuestra existencia misma.
Las feministas críticas del género hacemos un llamado a quienes encabezan los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de este país para que cese el hostigamiento a las mujeres que no comulgamos con la ideología transgenerista y defendemos nuestros derechos basados en el sexo.
Exigimos el regreso a la cordura y que el Estado prohiba la alteración o desaparición de la categoría sexo, que es objetiva y verificable, e impedir que sea sustituida por una subjetiva e inverificable como lo es el género.
¡Que desaparezca de una vez y para siempre el delirio transgenerista!