Por Angélica de la Peña
Sin duda la inseguridad se ha convertido en un grave problema nacional. Ya es común escuchar referencias de algún hecho delictivo sufrido en carne propia o por alguien cercano. Asaltos en carreteras que antes eran seguras. Lugares donde la disputa del territorio entre las bandas tiene a la ciudadanía sin salir de sus casas.
Anécdotas de cómo se incrementan cobros de piso en pequeños negocios. El desplazamiento interno ya es muy alto. Pero también comentarios de que la Guardia Nacional y la carabina de Ambrosio son lo mismo. Y ante esto, el crimen organizado va por el poder político, asesina o amedrenta candidatos de todos los partidos.
Por eso es emblemático que Xóchitl Gálvez arranque en el primer minuto de su campaña desde Fresnillo, Zacatecas. Y de ahí haya viajado a Irapuato, Guanajuato. Ambos estados asolados por los cárteles quienes se disputan el control del trasiego de droga y otros negocios sucios como el huachicol, la trata de personas y la extorsión. Todos delitos inscritos en la delincuencia organizada, cuya competencia para perseguirlos le corresponde al gobierno federal, o sea, a López Obrador.
Competir para ocupar la presidencia de la República lleva a Xóchitl a mostrarse puesta y dispuesta a aplicar la ley. Por estrategia sigue definiendo a la Guardia Nacional como el elemento policial para perseguir estos delitos, no tendrá tiempo de constituir otra cosa pero sí cambiarla. Más allá de la polémica respecto a este modelo, donde la mayoría de quienes la integran provienen de las fuerzas armadas, principalmente del ejército, ella dejó claro que los militares ya no pueden seguir realizando tareas que no les corresponden: “ A los civiles lo que es de los civiles, a los militares lo que es de los militares”. Y propuso la construcción de un nuevo centro de privación de libertad de alta seguridad.
Xóchitl toca un tema sensible con muchas aristas, porque recordemos el Chapo pudo fugarse de dos cárceles, uno de alta seguridad en 2014, donde era vigilado en su celda durante las 24 horas del día, y nadie se dio cuenta de que se construía un túnel de 1,500 metros de longitud diseñado con una exactitud solo explicable por la complicidad de quienes integran, incluso hoy, el sistema penitenciario.
El mensaje de Xóchitl fue claro: la política de abrazos y no balazos quedará en la historia de los graves errores presidenciales cuyas consecuencias superaron lo peor de los sexenios anteriores juntos.
Ya habrá tiempo para dirimir si en México funciona la seguridad pública como está inscrita en el artículo 21 constitucional, o la seguridad interior como se desprende de la ley reglamentaria del artículo 89. Si lo que señala la candidata de Fuerza y Corazón por México es que el ejército regrese a sus cuarteles, entonces el debate está resuelto: la Guardia Nacional o como se vaya a llamar, debe desmilitarizarse.
Por otro lado fue muy clara al comprometerse a resolver una afrenta contra los estados y municipios: la necesidad de fortalecer las policías estatales y municipales. Mejores salarios, reconocimiento de derechos que les son negados a las policías. Por fortuna hay buenas prácticas que demuestran se puede construir una eficiente seguridad pública; la clave es aplicar irrestrictamente la ley, no sólo en el aspecto punitivo, sobretodo en la prevención, respeto a los derechos humanos y en el fomento de alternativas de vida para no delinquir.
Defensora de derechos humanos