Por Claudia Espinosa Almaguer
Este 2024 es un año de elecciones para varios países en el mundo entre los cuales está México, de acuerdo al Instituto Nacional Electoral, en el ámbito federal se elegirán, a una titular de la presidencia de la República, 128 senadores y 500 diputados. En cuanto al ámbito local, en las 32 entidades federativas se renovarán más de 19 mil cargos y San Luis Potosí deberá decidir respecto de 27 diputaciones, 58 presidencias municipales, 64 sindicaturas y 387 regidurías.
Pensando en ello, en cómo dar inicio en un momento en el que decidimos junto con el mundo si usamos las reglas del juego democrático para terminar de destruirlo o no, considero necesario reconocer primero quienes somos, la gente que nos dedicamos a escribir y desde dónde lo hacemos.
Algunos elementos de esta posición no son elegibles, ser mujer o varón o tener cierta edad, luego vendrá la profesión, las actividades de trabajo, los espacios de participación, la religión, nuestra formación cultural, etcétera.
Además tenemos intereses sociales y políticos, tema distinto a estar dentro de un partido y quien nos lee los tiene también, buscamos resolver situaciones en lo inmediato de la vida cotidiana, el agua, la basura, la seguridad, la educación de su familia, la libertad para transitar y reunirse, el trabajo, el bienestar, la protección del patrimonio y la integridad, la libertad para expresarse sin amenazas.
Así, si escribo sobre feminismo, hablo de las mujeres, que en México son aproximadamente 65 millones, más del 52 % de la población total de las cuales, 51 millones, 712 mil 360 están inscritas en el Padrón Electoral y que se espera ejerzan el sufragio. De entrada, el hecho de que por primera vez sólo haya opciones de elección a la presidencia de mujeres candidatas no significa absolutamente nada, hasta no saber qué piensan hacer para mejorar el riesgo de violencia, muerte y desigualdad que se reparte entre todas.
En ello, la reciente declaración de la senadora Patricia Mercado de que “cuerpo de mujer no hace conciencia de género” lleva algo de razón, el sexo de las candidatas no implica una agenda feminista específica, mucho menos hay garantía de derechos por el candidato defendido por ella como “opción feminista”, el señor Jorge Álvarez de Movimiento Ciudadano.
Y es que abordar las políticas para las mujeres no se reduce a tener acceso al aborto como alguna vez prometió Xochitl Galvez, ni mucho menos es el compromiso de cambiarse “el género”, o de tener en el país la prostitución regulada como trabajo para el caso de Claudia Sheinbaum.
Es grave la falta de concreción y definiciones, la ausencia de pronunciamientos que demuestren haber pensado en cómo mejorar la vida de las mexicanas en la antesala de la campaña puede terminar en que las mujeres seamos objeto de discusiones inertes que acaben en finalidades francamente usureras, y no me refiero solo a la decisión de quien dirige el país sino a cada una de las porciones en que el poder es distribuido; no nos vaya a suceder lo que ya ocurre en España o Argentina, donde la continuidad y el cambio se ha producido desde extremos ideológicos que no comulgan ni siquiera con la idea de que las mujeres existimos.
¿Por dónde empezar? Por donde quieran. México es el país más feminicida del mundo, el que mayor aceptación social y política tiene respecto de la violencia y donde el ser mujer o varón determina la esperanza de vida, los privilegios, el salario y la participación política.
La decisión primordial que va a tomar cualquiera de estas candidatas es reconocer o negar estas condiciones como una crisis de derechos humanos que requiere de atención y del dinero que el actual presidente le quitó a las mujeres, del manejo de datos actualizados y de estrategias serias al respecto, yo quiero saber ¿Qué van a decir o a hacer ante casos como el secuestro de Lorenzana Cano Flores? en Guanajuato, una ciudadana que como miles en el país hacía la labor de buscadora, que el Estado fallido en el que nos encontramos no realiza y que ella ha pagado con el asesinato de su hijo y su marido.
Para cuando inicen en marzo las campañas, seguirán allí las cien mil personas desaparecidas que se reconocen y cuyos casos no se investigan, no han corrido la aparente buena suerte que si tuvieron las jóvenes, originarias de Colombia, víctimas de trata de personas, especificamente de explotación sexual en Tabasco y cuya noticia vino a amargarle el ambiente al partido en el poder que gobierna esa entidad a tal grado que de la nada, las jóvenes aparecieron, liberadas, impolutas, bajo un discurso de haber arribado a México por su voluntad, con el ánimo de divertirse y pasarlo bien en el territorio donde el crimen organizado se mueve públicamente entre la población.
De tal modo, ¿Qué es exactamente lo que va a cambiar en la vida de las mujeres votando por una o por otra? ¿Cuáles compromisos, concretos y medibles harán para evitar que sigan las amenazas, las desapariciones, la violencia cotidiana que se padece dentro y fuera de la casa, las violaciones o los feminicidios? Ninguna de nosotras espera recibir “datos”, los tenemos y actualizamos a diario, pero esas personas que buscan ser elegidas, todas, ¿tienen idea?
Claudia Espinosa Almaguer
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