Por Sara Lovera
En 2024 iremos a las urnas a tomar una decisión consciente. La continuidad será para las mujeres sólo pérdidas. La oposición es conservadora respecto de la vida y libertad de las mujeres. Pero en 5 años esta administración desbarrancó la agenda de género-feminista. Por el desapego discursivo y los hechos que nos han vuelto 30 años atrás.
¿Entre las 10 mil mujeres que buscarán una representación política existe compromiso para enderezar esta situación? Habrá que preguntar si tienen conciencia feminista y si sus propuestas incluirán la agenda histórica de las mujeres. No lo sé.
En la sociedad las violencias están naturalizadas; hay indiferencia sobre la salud femenina, como los cánceres de mama u ovarios; no es prioritaria la capacitación de género, ni tienen valor las unidades de género, tanto como la defensa de los derechos humanos de las mujeres.
Sucede en la administración oficial, pero igual en el feminismo institucional de ONG, más de 300, hasta 2018, que trabajaron duro, apoyadas por organismos internacionales y nacionales. Lo estudió y narró abundantemente María Luisa Tarrés, quien murió el domingo, quien nos legó el análisis del crecimiento y comportamiento de las feministas que decidieron institucionalizar la política feminista.
La tarea de las ONG feministas permitió emprender la lucha por cada cosa: presupuesto, programas, prevención de las violencias, defensa de los derechos sexuales y reproductivos, reeducación para la población, especialmente para hombres y fue garantía del cumplimiento constitucional.
Hoy estos grupos, tradicionales, por llamarlos de alguna manera, están en silencio. La oficialidad cegó el diálogo y paró todo.
Me dirán, tienen razón, surgieron las colectivas, por todos lados. Todavía inmaduras. Y surgieron algunas redes potentes, que consiguieron más leyes, como la tres de tres, sobre la violencia vicaria, el ciber acoso, y detuvieron intentos para “legalizar” la prostitución o los vientres de alquiler; hay avances legislativos sobre el trabajo femenino, y está la paridad total o el aborto en 12 entidades, pero no avanzamos en entender cómo impacta cada asunto, de manera diferenciada en la población femenina.
Se vació el Anexo 13 del Presupuesto; cerraron algunos refugios; no se vacunó a las niñas del Papiloma Humano, durante 5 años; las unidades de género trabajan sin recursos ni supervisión; hay una tremenda resistencia en el funcionariado operativo; encima las investigadoras perdieron becas, tanto como las creadoras. Desarticuladas están las coordinaciones de violencia, igualdad y prevención al embarazo en adolescentes.
Se arrinconó la atención a las especificidades de las mujeres. La manipulación y el engaño, hace creer que la autonomía de las mujeres pasa por las becas a adultos y adultas mayores, pero no es el dinero directo lo que cambiará el peso tremendo de la cultura, esa que mantiene intacta la discriminación y la opresión de las mujeres, incluso con retroceso.
Un solo ejemplo. Se desmanteló el Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas, desaparecido el Indesol, el único programa efectivo para la prevención y atención de la violencia contra las mujeres. ¿dónde están las legisladoras? Transcurren sin evaluación oficial los Centros de Justicia para las Mujeres; las Alertas de Violencia de Género contra las Mujeres, ¿Quién sabe qué lograron?, mientras en los hechos sólo en la Ciudad de México el número de mujeres y niñas desaparecidas aumentó 98% en cinco años, ocultando el feminicidio. O sea, estamos sin alternativa. Pero de nuestras decisiones en las urnas, dependerá el curso de los acontecimientos. ¿Alguien pude vivir con esto? Veremos.
*Periodista, directora del portal informativo http://www.semmexico.mx