Por Paloma Cecilia Barraza Cárdenas
“La esperanza es la única cosa más fuerte que el miedo”
Presidente Snow
En el universo distópico creado por Suzanne Collins, la esperanza se enfrenta a la brutalidad de un juego diseñado a partir de reglas profundamente injustas. Mientras esta narrativa nos sumerge en una realidad ficticia, es posible percibir determinados paralelismos entre la saga literaria de Collins y las batallas enfrentadas en el mundo real, particularmente en el ámbito feminista. Las mujeres hemos vivido y continuamos viviendo nuestros propios ‘Juegos del Hambre‘, los cuales, también han sido ‘Juegos del Hombre‘.
En los confines de la distopía, el Capitolio controla con crueldad a los distritos, lo cual perpetua un sistema extremadamente clasista, opresivo e inhumano. Las mujeres, al igual que los tributos en la arena, han luchado durante siglos en un juego donde las probabilidades están estratégicamente amañadas en su contra. La similitud se profundiza si exploramos cómo las estructuras de poder, el autoritarismo y la resistencia en ‘Los Juegos del Hambre‘ reflejan de manera escalofriante la realidad social global y, en específico, las realidades de las mujeres y otros grupos vulnerabilizados en dicha realidad, por supuesto, con especificidades propias de cada región y país.
Nuestras vidas, marcadas por esos juegos de poder masculinos y masculinizados, se han convertido en una batalla constante. Desde restricciones históricas hasta desafíos contemporáneos, las mujeres hemos enfrentado sistemas preconcebidos para mantenernos en desventaja. Si bien, «los episodios trágicos de nuestra historia son muchos», es pertinente subrayar lo siguiente: esta situación nos afecta de maneras muy distintas en relación con otros factores que nos atraviesan más allá del sistema sexogenérico. Así como en Panem, donde todos los distritos se encuentran en situación de dominación con respecto al sistema establecido, pero no de la misma forma.
Sin dejar de reconocer lo anterior, en un mundo donde la política y la participación pública se han configurado como terrenos peligrosos para las mujeres, la metáfora referida cobra vida inquietante en múltiples aspectos. Probablemente se conozca ya esta conexión, pues es utilizada por Yndira Sandoval en sus poderosos discursos de manera expresa y simbólica. No es mi intención robar esta idea, sino todo lo contrario, rendirle con estas líneas un merecido reconocimiento por su trayectoria en la lucha feminista, particularmente en los logros recientemente obtenidos con el impulso imparable de la “Ley 3 de 3 Contra la Violencia Hacia las Mujeres”.
«Ningún agresor en el poder». Este es el lema que resuena en el corazón del movimiento. La rebelión feminista lanzó su flecha directamente hacia la promoción de entornos seguros en el espacio público, lo cual implica evitar que personas agresoras y con deudas alimentarias, accedan a cargos de la esfera pública. Dicha iniciativa ciudadana, impulsada por “Las Constituyentes Feministas”, la defensora Yndira Sandoval y la doctora Patricia Olamendi, se alza a contracorriente para erradicar la violencia de género y garantizar plenamente los derechos de las mujeres, lo cual se alinea con disposiciones internacionales y la Constitución mexicana en busca de una sociedad más justa e igualitaria.
Al igual que Katniss y el resto de los distritos lucharon contra la monstruosa maquinaria del Capitolio y cambiaron el juego al desafiar la perversidad de sus reglas, las protagonistas de esta historia enfrentaron una enorme resistencia arraigada de silencios, complicidad y privilegios en el terreno político y han emergido victoriosas. Su valentía ha allanado el camino para construir un país donde quienes ocupan cargos públicos deben ser ejemplares y estar libres de antecedentes que vulneren los Derechos Humanos de las mujeres.
En este contexto, se aprobó en el Senado de la República un proyecto de decreto para reformar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual fue aprobado por la mayoría de las legislaturas de los Estados. Posteriormente, se publicó en el Diario Oficial de la Federación para dar vida a lo que conocemos coloquialmente como “Ley 3 de 3 Contra la Violencia Hacia las Mujeres”. En palabras simples, se cumplió con toda la burocracia legislativa.
Dicha reforma federal contiene supuestos o casos en los que deben suspenderse los derechos de las y los ciudadanos, así como la prohibición para que ninguna persona deba ser registrada como candidata para cualquier cargo popular, ni ser nombrada para empleo, cargo o comisión en el servicio público. Asimismo, se estableció en un artículo transitorio la obligación de las legislaturas locales de realizar las modificaciones normativas conducentes para armonizar la legislación local de acuerdo con el contenido de dicho precepto. No obstante, algunas entidades federativas, como es el caso de Durango, no han cumplido cabalmente con estos ajustes normativos.
Aunque el Congreso de Durango se adelantó a la reforma federal y aprobó con anterioridad determinados requisitos de elegibilidad para ocupar diversos cargos públicos, y aunque la Constitución local establece la suspensión de derechos en los casos y términos previstos por la Constitución Federal, en estricto sentido, aún no se incorporan todos los contenidos de la reforma.
Es importante tener claridad en lo siguiente: la “Ley 3 de 3 Contra la Violencia Hacia las Mujeres” no se limita al ámbito jurídico del derecho positivo, es también una reforma para fomentar y promover una nueva cultura antipatriarcal. Por ello, además de ser necesario en términos jurídicos que las Constituciones locales ajusten sus contenidos a los de la Carta Magna Federal, es indispensable de igual forma, hacerlo explícitamente en términos de comunicación, visibilización y sensibilización. No sólo se trata exclusivamente de un tema jurídico-legal y de técnica legislativa, se trata además de cambiar conciencias a través de las normas y principios. Una Constitución que no comunica, no genera cultura.
Este grito, al igual que el sonido del Sinsajo, debe repetirse, reafirmarse y resonar en la conciencia colectiva de nuestro país. Lo que inició como un sueño, hoy es una realidad. El sistema normativo mexicano está en llamas y resurgirá de las cenizas con fuerza para cumplir este mandato constitucional. Concluyamos esta narrativa con un llamado a la acción. En un mundo, donde la ficción y la realidad convergen, nuestra resistencia, como la esperanza, debe ser la única cosa más fuerte que el miedo.