Por Angélica de la Peña
Por fin, después de semanas de reacciones en contra, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación TEPJF ha resuelto que partidos o coaliciones deben registrar en cualquiera de las nueve candidaturas a las gubernaturas que se disputarán el año que entra, a cinco mujeres.
Las resistencias a que se cumpla la Constitución respecto a la paridad, por fortuna han encontrado importante argumentación en las dos únicas magistradas de la SS del TEPJF Janine Otálora y Mónica Soto, y del Magistrado Presidente Reyes Rodríguez. Es la pauta para que todo el espectro electoral del 24, tenga la misma respuesta.
Las resistencias son propias de un comportamiento tradicionalmente patriarcal. A pesar de que se insiste en cada elección que el enfoque de progresividad sí aplica también a gubernaturas, se sigue impugnando; se siguen resistiendo algunos dirigentes de los partidos a integrar mujeres de manera igualitaria que los hombres, y no en pocas ocasiones, quienes llegan, se sienten obligadas con el dirigente, y no con la causa. Sin duda, todo esto es un proceso. Y si se duda, hay que leer las Memorias de la Primera Gobernadora, que lo fue del Estado de Colima, Griselda Álvarez.
Cuando los líderes de los partidos argumentan que no tienen mujeres “competitivas” se reafirma la inefable realidad: que los partidos no invierten en la formación de sus afiliadas, o no las ven, y tampoco abren las puertas a mujeres capaces sin militancia partidista. Es la resistencia a dejar el control del poder. Para enfrentar un problema, primero hay que explicárnoslo.
Hoy, ante la paridad constitucional, los retos para lograr abolir el machismo, flotan en el aire y a veces se imponen contundentemente como un huracán; y si no, pregúntenle a la Gobernadora de Guerrero; pero no solo a ella. Por eso conviene leer “Cuesta arriba”, las memorias de quien gobernó Colima de 1979/1985.
Porque el patriarcado es sistémico, y se manifiesta en las formas de pensar, en actitudes y comportamientos. Nosotras debemos desmontar la educación familiar y social que hemos recibido desde que nacemos. Nos educan desde pequeñas a ser emocionales como característica principal, dependientes, incapaces, temerosas, minusválidas, influenciables; prestas a agradar al otro. Y de ser el caso de que aspiremos u ocupemos un encargo público, estar a disposición de la línea que nos den los señores, cualquiera que sea la característica de la relación.
El resultado de la elección seguro derivará en que habrá más mujeres gobernando y en puestos públicos. Cada una debe privilegiar eficiencia a lealtad, y sobre todo no dejarse influenciar por parte de quienes pretenden sacar ventaja aduciendo el apoyo dado. Ejemplos de pésimos gobiernos de mujeres constatan que ser mujer no es sinónimo de eficacia. Por eso no basta que lleguen mujeres así nomás. Deben llegar preparadas. Que cuando enfrenten problemas como un huracán categoría 5, sepan cómo responder con celeridad, compromiso y determinación.
Porque llegar al poder, y tener “poder”, no es lo mismo que llegar empoderadas. El empoderamiento se aprende, no llega con el encargo.
Griselda Álvarez decía que la “a” era más que una vocal; sin desperdicio el lema de su campaña para el Senado, antes de competir para el Gobierno de Colima: “Para progresar: educar”. La clave que aplica para el progreso y desarrollo de las mujeres.
Defensora de derechos humanos