Paradojas del feminismo: dos mujeres en la contienda y el patriarcado intacto

Hasta ahora, nuestras candidatas no se han pronunciado por promover la igualdad sustantiva que mejore las condiciones de vida y las oportunidades de la mayoría de la población de mujeres de nuestro país. Ni qué decir de sus acciones y posiciones frente a la violencia contra las mujeres

por La Costilla Rota

Por María José García Oramas

Hace ya tiempo, Joan Scott, pionera en el pensamiento feminista, nos lo advertía: “el feminismo, a veces, sólo tiene paradojas que ofrecer”, porque los problemas que enfrenta son de muy compleja y difícil resolución. Nos referimos a que la redistribución de recursos para la disminución de la pobreza no garantiza la igualdad de género sustantiva, tampoco la representación política de las mujeres en los órganos de poder.

El triángulo dorado sólo se completa con el reconocimiento social de la situación que aqueja a las mujeres en nuestras sociedades actuales y que tiene que incidir en cambios profundos en el sistema social que vivimos, entendiendo que no hay capitalismo sin patriarcado, no hay patriarcado sin colonización y no hay colonización sin extractivismo de los recursos.

En este tenor, la paradoja que enfrentamos en México es que tenemos dos mujeres encaminadas a la contienda presidencial, pero ninguna de ellas ha abanderado la causa feminista. Por el contrario, ambas han sido ungidas por los patriarcas en el poder.

En el caso de Claudia Sheinbaum Pardo, ha sido formada, bendecida y moldeada por AMLO como su sucesora. Incluso le cede el bastón de mando, así como un buen padre le hereda a su hija su legado, pero siempre bajo su tutela y protección. Claudia Sheinbaum Pardo, como jefa de gobierno de la Ciudad de México condenó las marchas de mujeres por violentas y disruptivas.

Provocó la famosa “brillantinada” cuando criticó con firmeza el que un grupo de chicas le tiraran brillantina rosa a uno de sus funcionarios. Llamó racistas a las feministas que se mantienen en la glorieta por las mujeres que luchan porque se opusieron a que instalara en la plaza de Colón a una mujer indígena, siendo que ellas habían tomado la plaza para denunciar todas las formas de la violencia contra las mujeres, misma que lacera día con día la vida de las mujeres en nuestro país.

Por su parte, Xóchitl Gálvez Ruíz, estridente política mexicana cuyo único mérito hasta ahora había sido pelear a las puertas del palacio de gobierno, ha sido designada por un grupo de hombres de derecha que sostienen al Frente Amplio por México.

Ni es indigenista ni mucho menos feminista por más huipiles que se ponga y por más que insista en sus méritos de mujer de lucha con orígenes humildes y saliendo adelante vendiendo gelatinas. Es una empresaria que se ha mantenido por décadas cerca de los empresarios en México, siendo que ninguno de entre ellos ha apoyado nunca, ni de lejos, al movimiento feminista. Se trata pues de dos mujeres que no provienen de movimiento democrático alguno cercano al feminismo, sino de las cúpulas del poder patriarcal que sigue dominando nuestro país, sea de derecha o de izquierda. Tenemos la certeza de que romper techos de cristal es pura meritocracia puesto que el tener mujeres en el poder no abona a la causa feminista si éstas no cuentan con una agenda que así lo garantice.

Hasta ahora, nuestras candidatas no se han pronunciado por promover la igualdad sustantiva que mejore las condiciones de vida y las oportunidades de la mayoría de la población de mujeres de nuestro país. Ni qué decir de sus acciones y posiciones frente a la violencia contra las mujeres, cuando los feminicidios han seguido en aumento en todos los rincones del país, en el que cada día desaparecen mujeres, siendo, evidentemente, el delito el que más aumenta dado que ningún gobernante, sea hombre o mujer, de un partido o de otro, ha logrado disminuirlo justamente porque no lo atacan desde una perspectiva de género integral ni a nivel federal, ni estatal ni local.

Nada de nada sobre políticas con perspectiva de género que generen apoyos para las mujeres migrantes, buscadoras de desaparecidos, cuidadoras, de la comunidad LGBT+, entre muchas otras.

Por lo menos al momento de su designación, lo cierto es que la estructura patriarcal que subyace en nuestro país permanece intacta aun teniendo, por primera vez en la historia, a dos mujeres candidatas a la presidencia del país. Veremos qué sucede, pero ni ellas –y desde luego tampoco el resto de los potenciales candidatos varones– nos asegura nada, por lo que la lucha sigue y sigue porque el mejor futuro para nuestro país será feminista o no será.

Opinión Publicada en SEM México

*Originalmente publicado en La Jornada Veracruz s/f

María José García Oramas es investigadora en la Facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana en Xalapa, Veracruz. Licenciada en Psicología Social de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México, Maestra en Estudios de Género de la New School University en Nueva York, USA y Doctora en Ciencias de la Educación de la Universidad de Paris 10, Nanterre, Francia. Fue la primera coordinadora de la Unidad de Género de la Universidad Veracruzana (marzo 2014 – octubre 2017). Actualmente es Coordinadora del Centro para el Desarrollo Humano e Integral de los Universitarios (CeNDHIU

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