El Estado soy yo

No invitar a a la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y a las Presidentas del Senado de la República y de la Cámara de Diputados, fue impropio, y fue una majadería; confirma la personalidad misógina de López Obrador.

por Angelica De la Pena

Por Angélica de la Peña

No pude evitar ver al Presidente de México el pasado 15 de septiembre regodeándose en su autocracia. Me vino a la mente la frase de “El Estado soy yo” que mas allá sea de la autoría o no, del Rey Luis XIV de Francia (1643/1715), expresa la contundencia del absolutismo autoritario y la concepción monárquica del poder de quienes se asumen infalibles, como quien dio el Grito desde Palacio.

Como sabemos, la revolución francesa del siglo XVIII tuvo como base filosófica la ilustración, el pensamiento crítico y liberal, así como la construcción de procesos vindicatorios económicos, sociales y políticos que pusieron fin a la monarquía absolutista y sus privilegios, pero la historia de la humanidad nos enseña que enfrentar y superar retos en busca del bien estar, es de todos los días. El proceso francés se centra en la proclama sobre los derechos y la ciudadanía del hombre. Olympe de Gouges enfatiza que también las mujeres son ciudadanas y tienen derechos y reta: “Hombre, eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta”. Pregunta que sigue siendo actual.

La instauración de México como una República se alienta en la guerra de independencia de la España en 1810. La Constitución de 1824 desde entonces establece la separación de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y la instauración de un sistema de contrapesos y equilibrios. Hoy a 213 años del inicio de la guerra de Independencia enaltecemos ese proceso en el festejo del Grito de Independencia aludiendo al prócer Miguel Hidalgo y va más allá: porque la guerra de Independencia formó una nueva nación, y sobretodo la nación se constituyó en una República.

Por lo tanto, reunir a los tres poderes, de quienes encabezan el Poder Judicial y quienes presiden las Cámaras del Congreso de la Unión, en eventos oficiales con el Ejecutivo, es una gentileza republicana, y expresan una relación civilizada, formal y respetuosa en sus formas. Representando cada Poder su propia independencia, se manda un mensaje de paz a todo el país, hoy hay Instituciones del Estado, gracias a esos procesos que forman parte de la historia. Así debería ser.

De manera que, no invitar a la conmemoración del Grito de Independencia del 15 de septiembre, a la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación la Ministra Norma Piña, y a las Presidentas del Senado de la República y de la Cámara de Diputados, Senadora Ana Lilia Rivera y Diputada Marcela Guerra, respectivamente, fue impropio, y fue una majadería; este comportamiento confirma la personalidad misógina de López Obrador.

No hay ley que precise cómo debe ser la arenga del grito; las consignas son decididas por el Presidente en turno. Y más allá de las anécdotas y de la coyuntura, es necesario refrendar que la investidura presidencial no lo es de un monarca, aunque se ufane vivir en un Palacio. También fue muy molesto que en su arenga, donde no le faltó nombrar casi nada, el 52% de la población que somos las mujeres, tampoco le mereció nombrarnos.

La polarización y antipatía por las mujeres empoderadas, evidencia su obcecación de controlarlo todo, incluidas nosotras. Nos quiere sumisas y obedientes. En verdad cree que el Estado es él. Este delirio, esperamos, por el bien de la República y de los derechos de las Mujeres, no tenga el mismo ánimo dentro de un año, en su último grito, donde confiamos ya haya emprendido la desocupación total del Palacio Nacional.

 

Fotos RSS. Composición LCR

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