Por Jennifer de la Torre
El 3 de julio de 1955, la mujer mexicana emitió por primera vez su voto, en unas elecciones federales, uno de los logros más importantes en la democracia mexicana, aunque fue desde 1953, que se reconoció el derecho en México al sufragio femenino, gracias a las mujeres, a las mismas organizaciones y participación activa en foros feministas demandado este derecho ciudadano, uno que costó tiempo, sufrimiento y la vida de muchas mujeres.
A 68 años de este hecho histórico, podemos destacar que las mujeres han logrado recuperar y apropiarse de diferentes espacios en el ámbito político, público y privado, pese a las trampas y opresión de los seres que se han creído la falsa idea de ser dueños de todo espacio con poder.
Hablamos también de las mujeres con poder en los medios de comunicación, las que, con su pluma y papel, narran historias, cubren notas e informan, las que lo hacen con libertad e independencia, las que en muchas de las ocasiones se imponen y aferran a defender la verdad y que por ello las violenten, intimiden y extorsionen mismos miembros despreciables del gremio.
Las de las aulas que están en espacios educativos enseñando desde la academia, docencia e investigación, las que abren espacios y panoramas a otras mujeres, las que aspiran e inspiran, las queremos ahí en la rectoría, en las direcciones, en los sindicatos; de pioneras, no de seguidoras.
Para las empresarias y emprendedoras, sigan luchando, sean ilustradoras y guías, defiendan su negocio y economía, coadyuven a los derechos laborales de todas las mujeres y madres trabajadoras, no se sometan a cámaras ni a empresarios, no se acoplen, destaquen.
A todas las activistas, las incómodas guerreras, las que luchan y redignifican: sigan jodiendo, señalando, ayudando, escuchando y acompañando, aunque sean días cansados, respiren y avancen; las necesitamos.
Nombrarnos, reconocernos y cuidarnos entre nosotras. Mi querida Zujey, da la pelea; Julieta, no te rindas; Guadalupe, creo en ti; Marisol, incomoda; Zitlally, sigue guiando, Gabriela, no te rajes; María Eugenia, siempre fuerte; Alejandra, grita más fuerte; Mar Grecia, continúa rompiéndola; Patricia, te esperamos; Gloria, postúlate; y Concepción, adóptame.
Vivan todas las mujeres que luchan, todas nuestras ancestras, las que no se rindieron, pese a ser perseguidas, señaladas e incluso asesinadas, las de antes y las de ahora, las que ejercen su poder con fuerza y determinación, ocupándolo de una forma honorable y ampliamente, sin callarse ni someterse, ni a partidos ni a patrones.
A las mujeres que se corrompen por el poder, sé que se cuestionarán sus errores y decisiones, como cualquier persona política con poder. Incluso, a esas mujeres funcionarias públicas, a las que leen, pero que si atravesaran una situación de violencia y si un día de estos denuncian violencia política, sexual, relacional, psicológica, digital, económica, etcétera, vamos a estar ahí, repitiendo lo que creemos y decimos a toda mujer víctima: NO ES TU CULPA Y YO SÍ TE CREO. Y pese a que sean malas gobernantes o malas personas, estaremos ahí, respaldándole, porque la violencia contra las mujeres nos atraviesa a todas, y es la estructura que sustenta al patriarcado.
Porque incluso a la mujer con poder la violentan, pero recordemos, si como mujer tenemos poder y ese le sirve al patriarcado. No lo usemos.
Sigamos luchando por ser siempre seres dotadas de autonomía, emancipación y derechos.
Foto de Yan Krukau desde Pexels