Ingresa literata Cristina Rivera Garza a El Colegio Nacional de México

"Las mujeres han tomado la plaza y el lenguaje públicos por asalto" aseguró en su discurso inaugural la autora de El invencible verano de Liliana, y primera escritora en ser integrante de número de este Colegio

por La Costilla Rota

#MexicanasHaciendoHistoria

Por Sara Lovera

LaCostillaRota/SemMéxico, Ciudad de México, 24 de julio 2023.- Cristina Rivera Garza, la noche de este jueves, dio su primera lección en el Colegio Nacional, reclamando para la literatura su tarea crítica, insumisa, obligada a escribir sobre el presente, con una escritura creativa, “tiene la capacidad de despertar y activar un lenguaje que, desde el poder y dentro de los parapetos del poder, se entumece y paraliza”.

La autora de El invencible verano de Liliana -su último libro-, sobre el asesinato de su hermana, Cristina Rivera Garza, ingresó la noche de este jueves al Colegio Nacional, un centro de cultura, donde se recrean y debaten la ciencia, el arte y la literatura.

Una insondable y compleja escritora, conocida en México por el texto que narra el feminicidio de su hermana, afirmó “escribir sobre y contra la violencia nunca es fácil, especialmente cuando las narrativas hegemónicas, en este caso las narrativas patriarcales, han probado una y otra vez su eficacia para generar y luego justificar las agresiones mismas.

En el Colegio Nacional, que nació hace 80, para difundir la ciencia y la cultura -la de los hombres-, se convirtió en la octava mujer integrante de número y la primera escritora. Dio lección de su narrativa ante un auditorio lleno, donde no tuvo empacho en mostrarse desde dentro.

Escribir sobre el presente, en una suerte de entretejido de la investigación, el conocimiento, la gente, la historia y la imaginación, definió, y arrancó aplausos y sorpresas, como cuando narró como ha sido capaz de incluir en sus cuentos a cientos de mujeres y leer a decenas de escritoras, a incluir en sus obras el relato de esas de carne y hueso, como Amparo Dávila.

Y así, con una sencillez sólo posible de quien tiene sabiduría, dijo:

“Una de las grandes potencias de la escritura es producir realidad. Y lo digo menos en el sentido grandilocuente de los libros que podrían o no cambiar al mundo, y más en relación con lo que acontece en los horizontes interiores, ahí donde lo íntimo y lo cotidiano se conectan con el conflicto y la destotalización.

“ Los que han leído El invencible verano de Liliana y, después o mientras tanto, han marchado en la ciudad con su nombre a cuestas, los que han pintado murales con su rostro, quienes  la han incluido en su altar de muertos, que conversan en salones de clase o charlas de café sobre su destino, tratándola como a una igual, como su ancestra o su descendiente al mismo tiempo, no sólo están comportándose como leyentes generosos sino que también están participando de una realidad construida en estrecha relación con la escritura: la realidad, por ejemplo, de la comunidad de un luto ahora compartido con tantos otros y por tantas otras, lejos ya del silenciamiento y la soledad.

“A juzgar por el número de muchachas y muchachos que han llevado el nombre de Liliana Rivera Garza a marchas, y por los murales donde aparece su rostro junto con el de otras mujeres masacradas, y por las innumerables conversaciones donde se le trata como una de nuestras contemporáneas, la escritura me ha regalado lo que, en sus momentos más felices, está en plena capacidad de engendrar.

 

Hechos

En la ceremonia, realizada en el Aula Mayor del antiguo edificio, la autora de libros como Nadie me verá llorar (1999) y Los muertos indócilesNecroescritura y desapropiación (2013), sostuvo que escribir sobre el pasado no es una nueva idea y la han experimentado otros autores con gran acierto y valentía, “complicando las historias oficiales donde los migrantes y las mujeres brillan por su ausencia o son reducidos con frecuencia a caricaturas de sí mismas”.

En su discurso de ingreso, como requiere el protocolo, Rivera Garza se refirió a sus ancestros, a sus abuelos que pertenecieron a una comunidad indígena del altiplano potosino y que migraron a Coahuila en la primera mitad del Siglo XX, a las minas de Carbón.

Y rememora o inventa, o piensa: “Sabían lo que era el hambre, la oscuridad de los tajos, el peligro del derrumbe. La inminencia de la asfixia. Los nombres de esa pareja de migrantes, que ahora podríamos denominar como refugiados climáticos, eran José María Rivera Doñez y María Asunción Vásques, mis abuelos paternos”.

Invocó a los escritores José Revueltas y Gloria Anzaldúa, ésta fundadora de la narrativa fronteriza desde una mirada de mujer, La Mestiza a quienes llamó ancestros/as y aseguró que no sólo incorporaron cuerpos y experiencias al campo de lo literario, sino que también acataron los retos estéticos que esas presencias imponían e imponen a formas prescritas.

Confesó: “Yo le debo muchísimo a muchas escritoras, mi relación con la literatura escrita por mujeres es basta, es entrañable y es de una gran gratitud, escritoras como Rosario Castellanos, Elena Garro, Inés Arredondo, Margo Glantz, Elena Poniatowska, Rosa Beltrán y Ana Clavel. Pensé que era importante como migrante y nieta de fronterizos hablar de Gloria Anzaldúa”.

Había empezado por decirse agradecida de entrar a este recinto donde ingresaron Carlos Fuentes y Octavio Paz, David Alfaro Siqueiros explicó que su tarea como escritora ha sido explorar y desbrozar, subvertir y complicar esas narrativas que se presentan como cosa dada o como condición de existencia. Pero esto no es algo que se logra aisladamente. Es con la gente, con la realidad.

Por eso enfatizó que la imaginación no es un atributo de la ficción, sino el rasgo intrínseco a toda práctica de escritura y de lectura. “La imaginación juega un papel fundamental… toda escritura es escritura de la imaginación. Se trata, por supuesto, de una imaginación acuerpada que nace, se complica o desfallece gracias a, o en contra de, los mismos vectores de poder que estructuran nuestras vidas”.

¿Es posible, desde el siglo XXI, dar cuenta cabal de esa realidad que incluye el drama del territorio y el drama de la migración?, se preguntó Rivera Garza.

Recordó que este tipo de cuestionamientos la han atareado y puesto simultáneamente en alerta por años enteros. “He respondido con un sonoro sí, en Había mucha neblina o humo o no sé qué, Autobiografía del algodón, y El invencible verano de Liliana, libros que he publicado en lo que llevamos del siglo XXI, y que oscilan entre la ficción y la no ficción, valiéndose de la investigación de campo e investigación de archivo, de la entrevista y la rescritura”.

“Se dicen fácil todos estos conceptos, pero cada uno de ellos, la ficción y no ficción, investigación y escritura, sedimento y acumulación, tierra y atmósfera, y archivo y materialidad, llevan dentro de sí discusiones largas”.

Ahí. esta mujer, la sin aspavientos ni fáciles consignas, dijo, “escribir sobre y contra la violencia nunca es fácil, especialmente cuando las narrativas hegemónicas, en este caso las narrativas patriarcales, han probado una y otra vez su eficacia para generar y luego justificar las agresiones mismas”.

 

Las y los migrantes de la imaginativa frontera

Aseguró que escribir es una práctica fundamentalmente crítica y que la escritura creativa tiene la capacidad de despertar y activar un lenguaje que, desde el poder y dentro de los parapetos del poder, se entumece y paraliza.

“Empecé estas notas que ahora comparto con la historia de mis abuelos migrantes y las concluí con la del feminicidio mi hermana, porque son experiencias profundamente personales que han cuestionado de múltiples formas mi tarea como escritora y porque son, también, por desgracia, experiencias que comparto con muchos otros y otras en un mundo signado por una guerra sin cuartel contra las mujeres y contra los migrantes por igual”.

“No creo en una literatura autónoma, en su propia torre de marfil, y sí, junto con Josefina Ludmer entre tantas otras, en escrituras capaces de producir presente y, aún más, con el presente”.

Para la escritora mexicana, los enigmas que la impulsan a colocarse una y otra vez frente a la pantalla de la computadora vienen de su presente y aquejan tanto a su intuición como a su intelecto.

“Yo no escribo de lo que sé, como reza el dictum, sino para saber y, aún más, para complicar lo que se presenta como sabido o como resuelto. Lejos de ofrecer un viaje hacia un pasado que se ostenta como estable o ya hecho… todos estos artefactos se proponen un recorrido y una relación contraria: desde y hacia el presente, e incluso del futuro… Sólo así, argumentaba el filósofo Jalal Touffic, podremos enfrentarnos al desastre insuperable, ese que no sólo ataca la infraestructura y la vida material, sino también el legado inmaterial de su fuerza crítica”.

 

El feminicidio

Advirtió que su texto de ingreso era mucho más largo de lo que leyó en 56 minutos, donde nombró directamente y en contexto 16 veces a las mujeres, dijo, de su acumulación intelectual al presente.

No leyó, pero si escribió lo que bien concibe que es el feminicidio:
“A diferencia del crimen pasional o la dead girl´s story, el concepto de feminicidio nos alerta ante la naturaleza estructural de la violencia que se ejerce contra las mujeres por razones de género, enfatizando la responsabilidad tanto del sistema patriarcal como de sus hijos obedientes.

El término feminicidio ha dejado en claro, pues, que la violencia que a veces pudiera parecer extraordinaria, producto de irrupciones emocionales incontrolables o de oscuras maquinaciones de mentes dañadas o monstruosas, es en realidad concomitante a desigualdades que se originan en el proceso mismo de producción social, a través de la división sexual del trabajo, y que se multiplican en la esfera de los púbico y lo cultural.

“La impunidad rampante, que es la consecuencia de la falta de investigación y castigo para los que cometen estos delitos, solo ha contribuido a perpetuar, cuando no a aumentar, la incidencia de feminicidios en México, cosa a la que también contribuye la indiferencia, y hasta indolencia, frente al sufrimiento de las mujeres.

“Cómo escribir contra la violencia utilizando el lenguaje que le da pie y la normaliza? Escribir es una práctica fundamentalmente crítica. La escritura creativa tiene la capacidad de despertar y activar un lenguaje que, desde el poder y dentro de los parapetos del poder, se entumece y paraliza. Mi tarea como escritora en estos y otros materias es, luego entonces, explorar y desbrozar, subvertir y complicar esas narrativas que se presentan como cosa dada o como condición de existencia. Pero esto no es algo que se logra aisladamente.

“El invencible verano de Liliana debe en mucho su existencia al lenguaje generado por las movilizaciones de mujeres, feministas y no, que se han sucedido con fuerza creciente en las últimas décadas, tanto en México como en Sudamérica, donde movimientos como el de la Marea Verde han ganado importantes batallas en el terreno de los derechos reproductivos de las mujeres.

“Los libros no se escriben aisladamente. El lenguaje literario se genera y nutre del lenguaje que compartimos todos en calles y hogares. Si en 1990 ni mi hermana ni los que la quisimos y queremos dispusimos de las palabras precisas para identificar y luego entonces prevenir la insidiosa presencia de la violencia íntima de pareja, treinta años más tarde la situación ha cambiado drásticamente.

“Las mujeres han tomado la plaza y el lenguaje públicos por asalto, produciendo así consignas y términos, definiciones y conceptos que ahora nos permiten nombrar con claridad el peligro, así como también las fuentes de apoyo y de solidaridad. Y este no es un logro menor si tomamos en cuenta que, tal como lo asegura la periodista Rachel Snyder en No Visible Bruises. What We Don´t Know About Domestic Violence Can Kill Us, una de las características más insidiosas de la violencia íntima es que existe dentro del mismo campo semántico del amor romántico, de ahí la gran dificultad para detectarla a tiempo y actuar en consecuencia.

“Las movilizaciones de mujeres han generado también, y aún más, una escucha y una interlocución, un ecosistema propicio para las historias que se dicen por fuera o en contra de los discursos patriarcales.

 

Recibirla y saludarla  

Por su parte, Adolfo Martínez Palomo, presidente en turno de El Colegio Nacional, comentó en la salutación que, al acoger a la novelista y poeta Cristina Rivera Garza, “abrimos las puertas también a la antropóloga, historiadora, socióloga, cuentista, y ensayista inminente. Ella tiene la virtud “de hacer porosos los muros”. Sostuvo que, además al área de las artes, la autora llega a la de las ciencias sociales y, por si fuera poco, se recibe con gusto en las ciencias de la salud. Uno de sus libros memorables es el narrado desde la antigua Castañeda, donde se confina a “los locos y las locas”

 

Respuesta  

Es costumbre en el Colegio Nacional, de responder a la primera lección de quienes ingresa, dar una respuesta. Así el colegiado Juan Villoro, aseguró que, en su travesía literaria, Cristina Rivera Garza ha decidido seguir huellas, rastros, signos que podían perderse en el olvido y el desierto. “Nada estimula tanto su escritura como la ausencia, lo que no está ahí, los movimientos de quienes buscan algo que no han visto ni conocen”.

Sostuvo que el impulso migratorio determina la psicología de sus personajes. “Su escritura es fronteriza en un sentido amplio; por los temas abordados, pero, sobre todo, por la mezcla de géneros y técnicas que crean un insólito campo de significados, un espacio híbrido que incorpora voces ajenas y renuncia a la tradicional hegemonía del autor. En esas páginas, el ensayo y la ficción borran sus límites”.

En palabras de Villoro, Rivera Garza entiende la narrativa como una variante del pensamiento crítico y que el inventario de sus temas es el mapa del tiempo actual, de los feminicidios a la necropolítica, de las lenguas minorizadas a la percepción social de la locura, de los nómadas a los papeles ocultos en los archivos, de los estudios de género a las condiciones de vida que rodean el trabajo literario. “Rivera Garza desconoce el modo sedentario. Leer y escribir son para ella actos de desplazamiento. Su literatura es la zona de transfiguración donde el camino altera en forma radical a quienes lo transitan”.

“Rivera Garza ha llevado estos procedimientos a la prosa, pero también a sus cinco libros de poesía, reunidos bajo el título de Me llamo cuerpo que no está. En sus poemas-telegrama transforma el contenido en forma. El recurso esencial de la telegrafía es la economía verbal. En esos mensajes de precipitación y urgencia, se comprime y tuerce el lenguaje. Un género ahorrativo que deja fuera muchas cosas”.

De acuerdo con el autor de El testigo, la escritora es la gran autora de los desplazamientos forzados y voluntarios, físicos e intelectuales, producto de la necesidad o de los trabajos de la mente. “En tiempos digitales recupera realidades y escucha a los que van a pie. Como historiadora, pero sobre todo como escritora, sabe que el pasado siempre está a punto de ocurrir. La nueva Tira de la Peregrinación tiene a su cronista”.

“La larga caminata de Cristina Rivera Garza llega hoy a un breve momento de reposo. En su discurso, desplegó el arte esencial de los viajeros; encendió una fogata para contar su historia y confirmó que sus palabras están hechas de lumbre”, concluyó el colegiado.

El ingreso de Cristina Rivera Garza a El Colegio Nacional es un reconocimiento a su valiosa contribución a la literatura y su destacado papel como intelectual en la sociedad mexicana.

Foto de El Colegio Nacional

Nota publicada en SEM México

Loading

Comenta con Facebook

También te podría interesar

Ir al contenido