Género y Poder

El patriarcado rompe la unión matrilocal y se inicia la patrilocalidad. A juicio de las feministas esta es la derrota visible de las mujeres. La separación va ligada al tema de cuidados, de imposición de roles y estereotipos

por Mayra Gloribel Martinez Pineda

Por Mayra Martínez Pineda.

Al concebir al patriarcado como el sistema que se sostiene con base a jerarquía de valores fijos, que regulan, distribuyen, heredan y transmiten el poder o dominio de este grupo sobre los otros, es necesario analizar la naturalización de este sistema; para convencer a las mujeres, los hombres utilizaron dos recursos, el primero fue la división de las mujeres y el segundo la ruptura del vínculo de fusión entre la madre, sus hijas e hijos. El patriarcado rompe la unión matrilocal y se inicia la patrilocalidad. A juicio de las feministas esta es la derrota visible de las mujeres. La separación va ligada al tema de cuidados, de imposición de roles y estereotipos.

Par los hombres lo personal es sencillamente lo personal o privado, para las mujeres, lo personal es lo público, porque es necesario hablar de los controles, las imposiciones y las jerarquías impuestas para perpetuidad de un poder que genera violencias en detrimento de derechos humanos.

Celia Amorós, analiza así, estas cuestiones, el poder, constituido por una res de relaciones, el poder jerárquico desde su concepción, es un poder de grupos, no es individual, los hombres como grupo tienen poder sobre las mujeres, un hombre tiene poder sobre una mujer no por el mismo, sino por pertenecer al grupo patriarcal. Este poder es hereditario, los jóvenes o hijos remplazan e poder del padre y así sucesivamente. El uso del apellido paterno es la mayor prueba de la herencia de este poder.

Hay un desgaste en las concepciones del poder desde la perspectiva de autorías como Luis Villoro, tiene poder quien puede imponer su fuerza a otras fuerzas para dominar, cuando el ideal sería que este poder tuviera un sentido positivo, fuera un medio para lograr el bien común sobre la base de una voluntad general, quien otorga ese poder es la raíz para comprender la magnitud, si proviene de una deidad o soberanía, si se replica a modo para perpetuidad.

Es esta necesidad de hacer visible el poder de los hombres como grupo, lo que lleva a que ellos cierren filas para contrarrestarlo a las mujeres. La opresión es la herramienta más eficaz para ello. Lo contrario a la opresión es el placer, el placer potencializa las capacidades.

La postura es entonces, de estas personas analistas, que es necesario  un contrapeso al poder ejercido por los hombres, como grupo, ese contrapeso ha sido el feminismo, el feminismo reconstruye los lazos rotos por el patriarcado a modo, para dar continuidad a su poder, reivindica la cooperación entre mujeres, ayudando a dejar de despreciarse y reconstruyéndose como grupo, porque lo que es claro es que el poder es un asunto de grupos, pero el fin último debe ser el placer, el placer da origen a una vida más plena, con entornos menos agresivos, porque el objetivo no es romper un poder con otro poder, sino lograr que ambos grupos tengan ese placer en la dinámica social. La ideología de Sócrates es determinante, “el poder debe oponerse a la coacción de una voluntad común, consciente del peligro permanente de convertirse ella misma en otra forma de poder coactivo”, el equilibrio entonces, siempre será necesario.

Puntualizar dos cosas es imperante, primero, cómo las mujeres con poder conviven entre sí, y si son capaces de no ejercer actos de violencia en el grupo, o contra otras que consideren competencia o amenaza, abandonando las premisas que el feminismo postula, y luego, cómo interactúan con otros hombres de poder, sin subordinarse, en aras de no promover el falocentrismo y manteniendo relaciones sanas de forma igualitaria. No es sencillo, nos toca romper los pactos en esta nueva ola feminista, observar y pensar que las siguientes generaciones puedan hacerlo mejor.

 

Foto de gehringj de Getty Images

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