Por Guadalupe Herrera Alvarado
Visibilizar la violencia de la que son objeto las mujeres en este planeta es uno de los objetivos de la marcha del 8M en el marco del Día Internacional de la Mujer. Durango al igual que muchas otras ciudades y países las féminas salen a las calles para manifestar su digna rabia contra los órganos gubernamentales ante la ineficacia e ineficiencia para garantizar un estado en donde habiten seguras, tranquilas y con los mismos derechos que los hombres.
Cada año se suman al contingente más simpatizantes de este movimiento que tomó fuerza el 8 de marzo de 2020, cuando la abogada Jennifer de la Torre Delfín tomó la estafeta para encabezar la tercera hola del feminismo en Durango. Así, la marea morada y verde ha estado en constante movimiento y crecimiento ajena a ideologías políticas, pero sí con el conocimiento sobre el teje y maneje de las estructuras del poder, ya sean gobiernos, legisladores, justicia y organizaciones civiles.
Poco a poco las jóvenes mujeres han madurado y entendido el rol que hoy representan; bajo presión han aprendido a enfrentar el poder patriarcal enraizado y enranciado bajo prácticas misóginas, de sometimiento minimizando la participación profesional de las mujeres, ese poder que antepone la belleza estética para su recreación personal a la contribución intelectual que la mujer puede aportar social y políticamente.
La marcha del 8M 2023, es el bastión para que las mujeres se expresen, griten, se manifiesten, condenen, denuncien, canten, bailen y se hermanen con la que está a su lado, adelante o atrás porque las une un interés común: el valor supremo de la libertad, pero no solo como valor conceptual de un ser libre, sin cadenas, sino asumir una libertad para decidir sobre su persona, sobre su cuerpo, sobre sus amigas, sus diversiones, sobre su manera de vestir, de peinar o de maquillarse.
Lanzar consignas para exigir el esclarecimiento de los feminicidios perpetuados por machos misóginos no debe de incomodar a la autoridad. Exigir armonizar y modernizar la ley para que favorezca la despenalización del aborto no debe de incomodar al poder legislativo y mucho menos a doctrinas y creencias religiosas. Presionar para que los padres ausentes y deudores alimenticios cumplan la obligación con los derechos de ser niños no debe de incomodar al poder judicial, que vela por el valor supremo de los derechos de las niñas, los niños y adolescentes. Manifestarse públicamente en contra de un sistema de salud incompetente y lento, por el atentado en contra las madres fallecidas por meningitis que dejaron a sus pequeño hijos en la orfandad no debe de incomodar a la autoridad. Exhibir de viva voz a los agresores sexuales y violentos y montar los tendederos marcando los nombres de los acosadores, tampoco debe de incomodar a la autoridad.
Bajo esta temática transcurrió el contingente del 8M en Durango. Una marcha con rostro de esperanza; no podemos volver la mirada para mermar el impacto social a pesar de las posiciones encontradas del colectivo social. Entonces no es correcto minimizar la presencia de miles de mujeres que salieron a la calle porque tienen unas historia que contar. Los gobiernos están obligados a dar una respuesta contundente a sus reclamos. Pero no una respuesta con represalias. El sometimiento ya lo viven en carne propia todos los días. Durango, no calles a tus mujeres, no las limites nunca, no solo el 8 de marzo.
Las mujeres quieren verdades, necesitan un discurso de los líderes políticos congruente con las acciones. No, la mujer no está en el centro de sus agendas porque siguen viviendo violencia doméstica, sexual, económica, sicológica, vicaria, política, etc, etc, etc. El discurso es muy bonito, repleto de palabras muy lindas como esas que utilizan los hombres para enamorar, pero con grandes vacíos que desde un escritorio nunca se van a llenar, por la falta de empatía con el dolor, porque así están marcados los patrones conductuales que tienen que caer.
El aumento de las participantes en las manifestaciones, quienes otorgan su confianza en una causa común, legitima el actuar de las colectivas. Pero no se debe perder de vista que estas chicas, que depositan su corazón y su esperanza en el actuar de estos grupos, también esperan resultados.
Todo movimiento social disruptivo se ve expuesto a críticas y descalificaciones. Los tendederos tan representativos de las marchas del 8M y la iconoclasia que año con año funge como válvula de escape de la rabia colectiva son prueba de ello, pues nunca falta quien los señale como actos vandálicos.
A pesar de la reprobación social de ciertos sectores conservadores, cada año más mujeres se suman al movimiento, con plena consciencia de los riesgos a los que se exponen. Lo hacen con valentía e ímpetu, enfrentando el estatus quo que ha permitido que la mujer siga siendo delegada a un segundo término (detrás del hombre, claro). La única manera de demostrarle a las miles de mujeres que creen en el movimiento feminista que sus esperanzas no son en vano, es dando resultados.