Por Danae Salas Miguel
Mi nombre es Jaizkibel Sarmiento y el día de hoy te contaré mi historia. Por muchos años aguanté muchísimas cosas de mi ex pareja, el papá de mi hijo. La mañana del diecinueve de enero del dos mil veintitrés estuvo a punto de matarme.
Tuvimos una discusión ¿El motivo? Le había pegado a mi hijo. El agresor entro a mi habitación con el pretexto de pedirme unas llaves las cuales yo no tengo ni tenía. Empezó a ofenderme verbalmente. Estrelló mi teléfono celular por completo. Mi hijo y yo nos encontramos dentro de la habitación.
Cuando terminó de reventar mi teléfono contra el piso, este sujeto se me aventó encima, comenzó a darme puñetazos lo cual, me dejó un chichón en la parte izquierda de mi frente. Los golpes y sus manos marcadas ya empezaban a notarse en mi cara, en mi cuello, en mi cuerpo.
Después de eso, me sujeto del cuello contra la cama. Me estaba ahorcando. Ya no podía respirar. Cómo pude le dije a mi hijo «Por favor, pide ayuda». Mi hijo salió corriendo de la habitación y mi agresor se fue tras él. Yo les seguí como pude para salvar a mi hijo de las garras de ese monstruo.
Mi hijo pidió ayuda a una vecina que pasaba por la calle. Mi hijo, mi niño valiente y que fue quien me salvó la vida, solamente tiene seis años de edad. Si no hubiera sido por mi hijo y por mi vecina, hoy no estaría contando mi historia.
Mi agresor debería estar detenido, pero no sucedió así. A pesar de que mi agresor tiene dos denuncias por violencia intrafamiliar está libre. Con dinero todo es posible. Una juez de lo familiar acudió a mi domicilio para entregar una órden de restricción por treinta días.
Si algo me pasa a mí o a mi familia, lo hago responsable a él y los cómplices que tiene: a su familia. Incluso, el día de la última agresión, sus padres entraron a mi casa insultándome. Incluso, me dijeron que me iba a arrepentir de lo que había hecho. Años atrás, cuando vivía con mi agresor, sus padres llegaban a mi casa para salvar a su hijo de «una mala mujer». Siempre han defendido a su hijo. Nunca han aceptado que él es una persona violenta.
Me costó mucho creer que el padre de mi hijo es capaz de hacerme todo el daño que él me hizo. La relación con mi agresor tiene nueve años, entre que nos separábamos y nos arreglábamos. Yo regresaba porque me decía que él iba a cambiar, que no me iba a volver a tocar. Desde que lo conozco siempre ha sido una persona muy agresiva, incluso me ha amenazado de muerte. Cuando vivíamos juntos se drogaba en la cocina mientras mi hijo y yo dormíamos. Con los nudillos de sus manos le pagaba en la cabeza a mi hijo.
Hoy cuento está historia por mi propia boca, pero está historia la hubiera contado una amiga, algún familiar o alguna persona que me aprecia. Mis seres queridos estuvieran marchando y exigiendo justicia afuera de una Fiscalía para exigir justicia.
¿Mi consejo? A la primera agresión váyanse, corran, aléjense. Si te dice que no vales nada, si no te deja vestirme como tú quieres, si renuncias a tus estudios porque «él tiene que proveer»… Pero les diré algo, las personas agresivas y violentas no cambian. Mi agresor se llama Irving Mauricio Aguilar Trujillo. Él es la persona que me ha agredido de todas las maneras posibles: física, psicológica y verbalmente. Gracias por leerme.
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