Por Verónica Chalita
No quisiera empezar esta columna sin dar una explicación sobre mi ausencia, y pues ésta es dolorosamente simple. Me tuve que dar un tiempo para asimilar mis emociones después de un cierre de ciclo: la ruptura de una relación amorosa que durante muchos años fue mi centro.
Darse una pausa puede ser bueno porque a veces, el final de algo puede llegar a ser demoledor cuando las ilusiones y la voluntad siguen vivas para una de las partes.
El duelo es un proceso al que hay que darle atención si es que en verdad uno quiere sanar, y yo decidí sanar porque han sido años de barrer el polvo bajo la alfombra hasta esperar que se desborde.
Hoy, estoy aquí con un corazón bastante remendado, pero en esta ocasión, pretendo que el hilo sea de alta costura. Porque después de tener una mejor consciencia de las situaciones que nos afectan, el aprendizaje nos muestra que hay que reconstruirse y evolucionar en una mejor versión.
Pienso que el camino no es empantanarse, desgarrándose la piel y desangrándose como un herido de muerte. Si bien es cierto que la confrontación con uno mismo requiere valentía y puede llegar a ser un duro trabajo, la recompensa será reconfortante.
Estoy segura de que después de esta sacudida, tal vez vengan otras, pero hoy tengo un camino interno recorrido que me hace fluir con la vida con mayor soltura, que poco a poco voy recuperando el amor propio, y liberándome de mis propios juicios, culpas, miedos, de ataduras a estructuras autoimpuestas, de patrones repetitivos, de rabia y resentimientos putrefactos.
A estas conclusiones no se llega en un día, hay un periodo de reflexión; de búsqueda de respuestas, de profundo dolor, mucho enojo, agotamiento físico y emocional. Noches sin dormir, recapitulando una y mil veces los últimos momentos, las últimas semanas.
La inestabilidad y los temores aquejan, los demonios internos, los monstruos del closet; son muchas las emociones a cada hora, a cada minuto.
Varias veces pensé en que debía haber un grupo de los corazones rotos, donde todos en la misma situación o similares pudiéramos platicar, desahogarnos y escuchar otros puntos de vista, que en esas condiciones resultan necesarios.
Ofrezco disculpas si en esta ocasión sólo hablo de mí. Es parte de la terapia. Tal vez alguien se identifique con estas letras.
Hoy estoy aquí, agradeciendo por un 2022 que me enseñó la importancia de una red de apoyo, un año en el que tuve la oportunidad de recibir profundo amor incondicional de familiares, amigos y compañeros de trabajo que no soltaron mi mano, y no solo me ofrecieron un hombro para recargarme y llorar, también me abrigaron con el calor de su compañía. Agradezco un 2022 que no me dio el empleo que quería, pero seguí teniendo trabajo; un 2022 que me sacó de la que era mi casa, pero seguí teniendo donde vivir.
Confío en que seguiré aferrándome a esta vida, a disfrutarla, a no perder la capacidad de asombro, a ser humilde, cálida, gentil, compasiva y generosa, y por supuesto, a seguir sintiendo indignación por la injusticia. ¡Bienvenido 2023!
Foto klimkin desde Pixabay