Mujeres al poder, ¿poder para las mujeres?

Es cierto que el movimiento feminista ha peleado durante décadas el que las mujeres alcancen espacios de toma de decisión, de poder y representación en la vida pública y política de este país, sin embargo parece quedar de lado el pequeño gran detalle del por qué y para qué

por Arussi Unda

Por Arussi Unda

La ministra Norma Lucía Piña Hernández tomó protesta el 2 de enero de 2023 como la primera mujer que ocupa la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, un acto que se aplaude apasionadamente desde gran parte de los espacios feministas calificándolo como “un logro para las mujeres” y se celebra bajo el entendido de que un “techo de cristal” se ha roto. Esta designación se da en medio de una gran polémica ya que Yasmín Esquivel Mossa, quien originalmente estaba proyectada para el puesto y recomendada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, fue removida a regañadientes de la contienda por el plagio de su tesis. Lo anterior es importante para contextualizar el por qué los aplausos por la llegada de Piña se intensifican, dado que a aquellos que no les importa que sea la primera mujer en ocupar este cargo, sí les importa (y con justa razón) pensar que esto representa la separación de poderes y la autonomía de este órgano gubernamental tan prescindible para la democracia del país.

Es cierto que el movimiento feminista ha peleado durante décadas el que las mujeres alcancen espacios de toma de decisión, de poder y representación en la vida pública y política de este país, sin embargo parece quedar de lado el pequeño gran detalle del por qué y para qué. Rumbo al 2024 me parece ya no solo importante, sino urgente, que las mujeres y sobretodo las feministas, nos pongamos muy juiciosas, críticas y exigentes para que esos puestos que han costado sangre, sudor y lágrimas no se limiten a ser el logro individual de quien lo ocupa, sino el logro colectivo por el que, a contracorriente, se van abriendo de a poco esos espacios.

Mujeres al poder, ¿poder para las mujeres?

Recuerdo la campaña de Claudia Sheinbaum, esas mesas de trabajo que organizó con colectivas feministas durante su contienda para ser la jefa de gobierno de la Ciudad de México. Recuerdo cómo en los grupos donde nos reuníamos muchas compañeras nos comunicaban sobre los temas que pusieron en la agenda, su disponibilidad y escucha, los compromisos que se planteaban en esas reuniones y la esperanza de tantas al ver a una mujer al frente que tuviera esa apertura que tanto se busca. Claudia ganó el puesto, no pasó mucho tiempo cuando para que esas puertas abiertas al movimiento feminista se convirtieran en vallas rodeadas de granaderos que gaseaban a las mujeres que reclamaban justicia, que conmemoraban fechas, que hacían recordatorios de los acuerdos rotos. Varias de las compañeras que estuvieron en esas mesas fueron criminalizadas y perseguidas haciendo uso del C5 y de la Fiscalía de la ciudad, las carpetas de investigación y órdenes judiciales siguen en marcha año tras año desde 2020. Los Guacamaya Leaks exponen que la vigilancia a feministas inició en 2019. Hoy que Claudia vuelve a campaña, otra vez se sienta con diferentes agrupaciones, otra vez se volvió feminista porque “México tiene que tener a una mujer presidenta”.

También recuerdo la emoción de ver a Olga Sánchez Cordero, tomando protesta como la primera mujer en alcanzar la Secretaria de Gobernación, escuché su potente discurso a favor de las mujeres. La celebración de que una reconocida feminista mexicana, con décadas de trayectoria, haya llegado a uno de los puestos más altos e importantes de este país también duró poco. No hay mucho que resaltar en su paso por la SEGOB, a esa mujer que siempre fue tan vocal se le acabaron las palabras que las mujeres necesitábamos que fueran pronunciadas al llegar al puesto. Así fue que sin pena ni gloria regresó al Senado después de tres años de nada.

¿Ser mujer es suficiente?

Las feministas logramos la paridad esperada y gracias al trabajo de muchas que se partieron el lomo, por lo menos la mitad de todas las curules en todos los Congresos de cada estado, en San Lázaro y en el Senado, son ocupados por mujeres. Fueron las feministas quienes abrieron esos espacios para que el 51.8% de la población se viera representado en las leyes, en los presupuestos, en los programas y en las acciones afirmativas para que este país fuera más equitativo y justo para con las mexicanas.

En este, el gobierno con mayor participación política de mujeres en todos los niveles gubernamentales, todavía quedan muchas deudas. Faltan alcaldesas, faltan gobernadoras, faltan nombres de mujeres en las boletas de elección popular, faltan mujeres en puestos cruciales dentro de los gabinetes, falta que se atienda con seriedad la violencia política contra las mujeres, falta el fortalecimiento a los institutos de las mujeres, falta que las mujeres dejemos de ser una cuota. La deuda más importante, y que veo que es la que más cuesta reconocer, es que faltan mujeres que sirvan a las mujeres, porque en este gobierno con mayor participación política de mujeres, es el mismo que ha sido testigo de los retrasos más dañinos: Recortes presupuestales, partidas presupuestales mediocres, el desmantelamiento de instituciones y programas dedicados a las mujeres, el abandono a las madres solteras y mujeres que luchan contra el cáncer, el incremento en cifras de feminicidio, violencia sexual, desaparición de niñas y mujeres, el cierre de refugios para víctimas de violencia y la lista sigue.

La trampa patriarcal

El patriarcado como sistema de opresión muta para perpetuarse, lo que se ve como un logro o avance para las mujeres normalmente viene con doble rasero. Nos dan la paridad con mujeres al servicio del hombre, nos dan el derecho a decidir para impulsar la explotación sexual y reproductiva de las mujeres empobrecidas, nos dan pañuelos verdes y morados en campaña para ganar el voto de las mujeres a las que abandonan al ocupar el puesto, nos dan discursos progresistas para borrar la categoría de sexo que protege los derechos de las mujeres. Ahora todos son feministas sin que nadie vea ni escuche a las mujeres que habitamos este país feminicida.

Solo en junio de 2020, Norma Piña estaba votando en contra del amparo promovido por el Colectivo Akelarre A.C., Justicia Derechos Humanos y Género A.C. y Colectivo Feminista de Xalapa A.C. en solicitud a la despenalización del aborto en el estado de Veracruz con causa de la segunda alerta de género de Agravio Comparado por discriminación normativa en derechos sexuales y reproductivos. Este amparo, de ser aprobado, marcaría una ruta importante no sólo en Veracruz sino en el país entero, para garantizar el derecho a decidir de mujeres y niñas. Sólo un año después, en julio de 2021, Piña cambia de opinión y vota a favor de la despenalización del aborto a nivel nacional, incluso con un fuerte discurso a favor del derecho a decidir Coahuila, el que todas y todos sacan a la luz para avalar su “defensa” a los derechos humanos de las mujeres omitiendo un contexto importantísimo: Ese año en que Piña de repente se pone el pañuelo verde, fue el mismo en que el ministro Zaldivar, en ese entonces presidente de la Suprema Corte, trató de empujar con todo la regulación de la mal llamada gestación subrogada a modo de quitar los candados para que personas extranjeras y empresas que funcionaran como intermediarias, pudieran explotar reproductivamente a mujeres mayormente empobrecidas y favorecer el tráfico de infantes a través de la compra-venta de seres humanos en un país que no para de atravesar por crisis económicas, donde la pobreza tiene rostro de mujer y encabeza las cifras de abuso sexual, pornografía, incontables rutas de tráfico y paraísos de trata de menores. En la política nada es coincidencia, menos cuando se trata de nosotras y nuestros derechos.

El aplauso “al menos peor” y la vara en el inframundo

Ante el panorama actual que atravesamos las mexicanas, los retrocesos y las amenazas que tenemos enfrente, no me parece suficiente que sigamos celebrando a mujeres que llegan a puestos de poder que no se habían alcanzado antes, conformándonos con el hecho de que es mujer. En el Congreso de Mujeres Políticas de 2022 en Mérida, Yucatán, mi querida y admirada Yndira Sandoval, dijo que no necesitamos a más mujeres que sirvan como el listón morado en la solapa del traje de un hombre. No puedo estar más de acuerdo, muchas han sido las promesas vacías y la instrumentalización del movimiento feminista para que esto no nos resulte ofensivo, degradante y utilitario. Hagamos memoria, recordemos lo que ha pasado, no fue hace mucho.

Estoy convencida de que las mujeres en México necesitamos más, merecemos más, y es por eso que no pienso conformarme con un “pero es mujer”. Necesitamos mujeres en la política, sí, pero haciendo política para las mujeres. ¿Qué techo de cristal se rompe cuando una mujer llega a velar por los intereses del patriarcado? Para mí, ninguno, mientras sigan ocupando puestos que las mujeres les hemos abierto para seguir al servicio de los hombres, protegiendo sus intereses.

En este país ya traemos esta mala costumbre de votar por “el menos peor”, de apoyar al “menos peor”, de conformarnos con “el menos peor” y no entiendo cómo no han quitado hasta la posibilidad de soñar o imaginar que hay otras opciones. No entiendo cómo no estamos cansadas ya, cómo no nos indigna haber perdido la certeza de que no merecemos esto, que tiene que existir lo mejor, que tenemos que exigir lo mejor.

Trabajar con lo que hay

Con base en lo anterior he leído mucho que “es lo que hay” y que hay que seguir vigilando, seguir suplicando ser escuchadas y recibidas para explicar la agenda de las mujeres, que hay que tener paciencia y un voto de fe ciega en que tal vez esas pobrecillas no saben lo que hacen, que no hay intereses ocultos sino ignorancia, que no hay mala voluntad para engrosar un beneficio personal sino poco entendimiento de la problemática. Esto me parece insultante para todas las mujeres que no se cansan de tocar puertas, de sentarse en mesas, de preparar documentos, de estudiar para socializar los temas, de gastar todos los recursos existentes para que se conozca y se trabaje por las mujeres. Yo ya no quiero a las “pobrecillas que no saben”, quiero mujeres que sepan el estado de urgencia en el que vivimos las niñas y las mujeres en este país y las implicaciones de las decisiones que pretenden tomarse desde esos espacios de poder que les hemos acercado. Dejemos el paternalismo, medios tienen para saber lo que ocurre, aceptemos que no les importa y actuemos en consecuencia.

Por qué sí es importante

Guardo en mi corazón una visita en la comunidad de Santa Inés Yatzeche, en Oaxaca, donde tuve el placer de conocer a Marichuy en septiembre de 2020. La primera presidenta municipal, que ya iba por su segunda administración tras ser reelegida por las mujeres de su comunidad, que son mayoría poblacional. Los hombres de Santa Inés Yatzeche se esforzaron por impugnar la reelección de Marichuy, las mujeres no lo permitieron. Atesoro la memoria de esa tarde donde tuve el honor de acompañar la inauguración de los primeros baños con sistema de drenaje, rodadas de mujeres y niñas que nos acompañaron, instalados con todas las comodidades básicas: Paredes de concreto y puertas con seguro, luz, papel de baño, retretes, espejos y un lavamanos. En una pared al costado del Palacio Municipal estaba pegado el render de una obra que en ese entonces estaba iniciando, un espacio comunitario enfocado en las familias, las madres y sus hijos, un lugar de recreación y esparcimiento. Caminando al lado de la maravillosa Eufrosina Cruz, quien me regaló la dicha de visitar estos lugares, conocer y aprender de estas mujeres, me dio cátedra de lo que pasa cuando una mujer que ve por los intereses de las mujeres llega a estos puestos. Verán, los hombres de la comunidad estaban muy molestos, alegaban que el gasto de los baños pudo ser ocupado para pavimentar alguna calle principal, para ellos esto no era prioritario sino una tontería sin sentido.

Marichuy, como mujer que nació y creció en esa comunidad, vio con ojos de mujer la necesidad de espacios seguros e higiénicos para que las ciudadanas pudieran asearse lejos de los carrizales, donde normalmente se atienden estas necesidades. Carrizales donde las mujeres y las niñas se levantaban las enaguas vigilando que los hombres no las estuvieran viendo, que no les llegaran por detrás, sin privacidad y con complicaciones cuando llegaban los periodos menstruales. “Estos baños representan los espacios seguros e higiénicos que las mujeres ocupan desde hace mucho, esto pasa cuando una mujer que ocupa el cargo ve por las mujeres, esto es la política de las mujeres”, me dijo Eufrosina. Resonó en mí y lo sentí en el cuerpo, como muchas las palabras que me ha compartido, y en ese momento, recobré el sentido del por qué sí es importante que las mujeres lleguen a estos puestos, aún con el espíritu aplastado ante tantas decepciones.

Por eso hoy escribo este texto, porque sí se puede y sí hay con qué, pero no así.

 

 

Foto Captura de Pantalla SEM México.

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