Por Maricela Gastelú Userralde
Ni del Estado, ni de la iglesia, ni del marido, ni del patrón. Mi cuerpo es mío ¡y solo mía es la decisión!
Sí, ya sé que esa consigna está asignada al derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro propio cuerpo, pero el primer renglón, sostiene que nuestros cuerpos, no le pertenecen al Estado (a Margaret Atwood le gusta esto).
Tampoco le pertenecen al esposo, ni al patrón, pero sobre todo NO le pertenecen a ninguna iglesia y no le pertenecen a ninguna religión.
Empecemos por el principio, todas las religiones son patriarcales, ninguna está encabezada ni dirigida por una mujer a nivel mundial y todo el dinero que producen se queda en manos masculinas.
Esto nos lleva a sospechar que la imposición del celibato no es por cuidar la santidad de los religiosos sino por dejar sin manutención o herencia a los millones de infancias que han dejado por el mundo. Lo anterior, aunado a los millones de denuncias por abuso sexual infantil perpetrados por hombres de todas las religiones.
Se estima que, en todo el mundo, existen 4,200 religiones y no es contra la fe ni la religión con quien nos estamos metiendo en estas líneas, sino contra los hombres que al interior de esas comunidades de creyentes ejercen los abusos antes mencionados y la total impunidad con la que viven.
Ahí están Naasón Joaquín García, Marcial Maciel, Fernando Martínez, y miles de nombres más protegidos por otros nombres también conocidos mundialmente como Juan Pablo II y Benedicto XVI en la iglesia católica, aunque esto sucede en todas las religiones.
El día 09 de abril de 2023 circuló en redes un video donde el Dalai Lama intenta besar a un niño y luego pretende que este niño toque su lengua, también con su lengua.
El video es repulsivo, basta ver la reacción del niño que rechaza este contacto.
Hubo (aunque usted no lo crea) personas que salieron a defender al pedófilo diciendo que “así se saludan allá” pero el premio mayor del cinismo se lo lleva el propio Dalai Lama cuando en sus redes publicó que “siente mucho la confusión ya que a él le gusta ser juguetón e inocente con las personas a las que conoce”.
Esto es una burla, esto es una afrenta, esto es la última gota en el vaso que vamos a permitir.
Tiene que haber una revolución en el mundo entero, desde todas las trincheras tenemos que declarar la guerra a los pedófilos, a los abusadores, sin importar el cargo que ostenten o la religión que representen.
Por ahora, propongo que el ataque en redes sociales no pare, desde todo el mundo debemos exigir que el Dalai Lama deje su cargo y enfrente un proceso judicial, sus disculpas no bastan.
Sólo si ponemos el ejemplo de que alguien como el Dalai Lama puede y debe caer, los religiosos de todo el mundo y de todas las religiones se detendrán. Qué enfrenten la justicia y el rechazo social. Que no tenga un solo día de descanso ni él ni ningún pedófilo.
Foto Captura de pantalla