Por Mayra Martínez Pineda
El Octubre rosa.
Era una tarde en el mes de febrero del 2020, mi madre me llamó para decirme que como cada año había hecho sus exámenes de rutina, pero que detectaron algo anormal y le instruyeron otros, en los cuales se reflejó que había cáncer de mama. Me lo dijo tranquila, su llamada siempre era primero para preguntarme cómo estaba y si había comido, (era la forma más pura de expresarme su amor, y así lo aprendí de ella, así que si alguna vez les pregunto si han comido, es porque les quiero en verdad) luego me dio la noticia. Recuerdo que venía de trabajar, la agenda era sin horarios y sin treguas, me quedé paralizada junto a la puerta de entrada a casa, pero no quise que notara en mi voz que lo estaba, soy la hija mayor, ella me acostumbró a ser la fuerte y a resolver; entonces le dije, a estas alturas hay muchos avances, tranquila, estás joven, fuerte, eres disciplinada, seguro se resuelve pronto.
De inmediato llamé a mi hermana y hermano, hacíamos esfuerzos por no quebrarnos al hablar para decidir en qué hospital debía tratarse. Ni mis hermanos ni yo somos tan grandes, aún esperábamos envejecer con ella y papá a nuestro lado. Pero dábamos gracias a Dios de no estar en la niñez. Cuántas niñas y niños en orfandad hay en el mundo por esta causa! Las opciones hoy día en el país son amplias, pero en ese momento los tres, y mi padre nos sentimos como si el adverso diagnóstico hubiera sido personal. Cuando hay una mujer con cáncer en la familia tratas a toda costa de salvarle la vida, tienes miedo, te preguntas cómo fue que pasó, comienzas a investigar de todo, incluso el lapso de vida que queda si algo sale mal, hay frustración, ansiedad, te mimetizas incluso con los síntomas, y hay una lucha constante por evadir la depresión de ver como cada día progresa la enfermedad y se hace visible. Pero deseas mantenerla a ella fuerte, de ser apoyo en todo sentido. Mi madre era una mujer muy bonita, no es porque sea la mía, pero tenía los ojos claros y grandes, la sonrisa jovial y la tez hermosa, de carácter fuerte, ella decidió muchas cosas sobre sus tratamientos y no le gustaba que entráramos a escuchar las resoluciones de las y los especialistas. Luego llegó la pandemia, y para el mes de julio mi padre murió de Covid, hacía meses que estaba muy triste por la enfermedad de ella, nunca imagino que por lo menos no la vería morir.
La familia y las amistades forman la principal red de apoyo de una mujer diagnosticada con cáncer, la empatía es una palabra crucial, por ello el modelo de atención a pacientes con cáncer en general, debe ser integral, incluir atención psicológica extendida a familiares y personas cercanas. Una de las cosas que aún me lastiman, es el hecho de que se crea que sólo les pasa a mujeres que descuidan su salud o no previenen, culpan a las propias mujeres de permitir este mal, no siempre es así, hay diagnósticos no exactos, algunos cánceres comienzan asintomáticos y las condiciones son muy distintas en cada paciente, la prevención siempre será lo mejor, en ello coincido y es lo fundamental, pero la empatía hacia las personas con cáncer y sus familias, harán la enorme diferencia. Las estadísticas infieren un mapeo importante de lo que pasa en el mundo, incluso en países con mayor capacidad de atención, sobre el cáncer de mama. Según el portal Cancer.net, se estima que este año se producirán 43,780 muertes (43,250 mujeres y 530 hombres) en los Estados Unidos a causa del cáncer de mama. A nivel mundial, el cáncer de mama en mujeres es la quinta causa de muerte. En 2020, se estima que 684,996 mujeres en todo el mundo murieron de cáncer de mama.