Por Karen Castillo / @karencitatacha
El pasado sábado 9 de julio, se informó de la muerte del expresidente Luis Echeverría, uno de los responsables de la masacre estudiantil del 68; de la matanza del Jueves de Corpus en el 71; de los asesinatos de guerrilleros como Lucio Cabañas; de las desapariciones forzadas de cientos de estudiantes, activistas, y campesinos; los vuelos de la muerte, y de la represión en contra de periodistas y académicos.
De inmediato, la reacción de la sociedad se hizo evidente a través de memes, imágenes, escritos y notas, donde se recordó el carácter represor de Echeverría y los actos atroces que se cometieron bajo sus órdenes. La impunidad en la que murió el acusado de genocidio, también se recordó en redes sociales con la frase “Ni perdón, ni olvido” se enfatizó que la única justicia para los miles de víctimas de Echeverría ha provenido de la memoria del pueblo.
Y es cierto, todo lo que hasta el día de hoy conocemos sobre este periodo de oscuridad, es gracias a los y las sobrevivientes, a los familiares de víctimas que hasta el día de hoy siguen exigiendo ¡verdad y justicia!
La muerte de Echeverría nos obliga a preguntarnos ¿Hemos olvidado? ¿Hemos aprendido de nuestra historia? ¿El Estado mexicano ha pagado su deuda histórica con las víctimas de personajes como Echeverría o Díaz Ordaz?
Lamentablemente, el Estado mexicano ha olvidado su responsabilidad histórica como perpetrador de crímenes en contra de la humanidad, o mejor dicho, jamás la ha aceptado. Prueba de esto, es la impunidad en la que permanecen actos como la matanza del 68 y la del 71, pero también, actos que han cometido impunemente los gobiernos “democráticos” de Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, y actualmente, de López Obrador.
Los crímenes en contra de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca; el asesinato de Digna Ochoa; los miles de asesinatos de personas a manos del crimen organizado y en la guerra contra el narcotráfico; las 49 muertes de niñas y niños en el incendio en la Guardería ABC; la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa; las mujeres torturadas en Atenco; los asesinados en Nochixtlán; todos crímenes impunes.
Y López Obrador ¿se encargará de hacer justicia por el asesinato de Samir Flores Soberanes, a quién llamó radical de izquierda pocos días antes de su asesinato? ¿dará reversa a la militarización del país y castigará los crímenes cometidos por elementos de la Guardia Nacional? ¿se dejarán de asesinar a periodistas, defensoras de derechos humanos y defensores ambientales?
México sigue siendo un país gobernado por la impunidad, en dónde el Estado y sus representantes siguen cometiendo actos contra la humanidad, en contra del pueblo que dicen proteger.
Por esta razón, la muerte impune de Echeverría nos recuerda que la justicia en México aún recae en su pueblo, y que la memoria es una herramienta de profundo valor y poder para nombrar a los perpetradores y responsables.
Lamentablemente, este acto de memoria en el México actual dista mucho de ser real.
Son más las personas que eligen ignorar la militarización del país, que reconocer el peligro que representa para todos y todas. Son más las personas que critican los cierres de calles y avenidas por activistas, que los y las que se suman a las causas. Son más las personas que llaman vándalos y vándalas a los y las jóvenes que levantan la voz, a los que se pronuncian en contra de las represiones, las torturas y de los encarcelados injustamente.
Esto no es nuevo, los actos perpetrados durante el sexenio de Echeverría, fueron posibles gracias a todo un sistema político y económico que veía afectados sus intereses, cuando eran señalados por los y las jóvenes activistas y campesinos. Pero también, recordemos que los regímenes autoritarios se logran construir con el silencio del pueblo.
Y, si en México se continúan asesinado a periodistas, activistas y campesinos, ¿seguimos olvidando y seguimos perdonando? Y como dice esa frase tan famosa “EL PUEBLO QUE OLVIDA SU HISTORIA ESTÁ CONDENADO A REPETIRLA»