Desde nuestros recuerdos impuestos podemos ver como, a la manera de Svetlana Alexievich, la historia en Durango no tiene aún rostro de mujer, pero esto tiene ya que cambiar, dándole voz a las que han silenciado e irrumpiendo las mujeres todas en todos los espacios que históricamente nos han negado. Las mujeres de Durango merecen reclamar su lugar en la historia, en igualdad de derechos pero en la diferencia de sus propias realidades y deseos, desde su propia visión que no es igual que la de los hombres. Los cruentos feminicidios que han ocurrido en Durango en los últimos años, la gran cantidad de embarazos adolescentes y el auge de los delitos sexuales impunes, nos arrebatan el mote de ciudad tranquila y nos recuerdan que tenemos una deuda enorme con las niñas y las mujeres que tenemos todos que asumir como duranguenses. La violencia política incesante y la misoginia generalizada son insostenibles pero lamentablemente, para muchos políticos en el poder, los asuntos de violencia familiar, abandono de las infancias, acoso, abuso, hostigamiento y violación sexual cometidos por sus funcionarios protegidos o por ellos mismos, se siguen reduciendo a asuntos personales que no deben trascender a la discusión pública, como si no fuera el propio poder público que les otorgan ellos mismos, el móvil para cometer contra las mujeres los abusos antes descritos; delinquen porque se sienten intocables, porque tienen amigos políticos que les protegen, negocios políticos que los vuelven cómplices, secretos personales que garantizan su lealtad aún ante los actos criminales y un pacto patriarcal que los une y que nos deja a todas en segundo plano.
Por ese motivo, las duranguenses y los duranguenses que deveras queremos un cambio de prácticas y un despertar de conciencia, tenemos que pugnar juntas y juntos por una cultura de la denuncia que, si no se logra en lo institucional, por lo menos debe ser colectiva, de cara a rechazar a quienes encubren, permiten y veladamente fomentan la impunidad en delitos contra las mujeres por razones de sexo; por misoginia pues.
Y no, ser aliados de las mujeres no significa regalar tenis rosas o declamar en días festivos que la mujer es lo más bello de la creación o regalarnos “una rosa para otra rosa” o una licuadora etc…
Comprometerse con el bienestar de las mujeres, es trabajar para brindarnos condiciones de igualdad salarial y romper con la eterna lógica de los clubes de toby que reinan en todos los presidiums e imperan para la toma de decisiones donde las mujeres somos invitadas en minoría, meramente como floreros o nada más cumplir con las cuotas; significa que la paridad sea un mecanismo para que las mujeres con conciencia y perspectiva feminista alcancen los espacios de incidencia pública y no solo aquellas que se asuman como guardianas del patriarcado para proteger los intereses varoniles en el poder, o en función de ser las esposas, las parejas, las hijas o las protegidas de tal o cual que asume que “las pone” en un cargo para ser él quien ejerce a “control remoto” el poder del mismo o peor aún, promocionando o condicionanando los espacios públicos a cambio de favores de índole sexual ¡en pleno siglo XXI!, en un normalizado y deleznable ejercicio de cohecho sexual (ccp. Alejandro Moreno Cárdenas, Presidente Nacional Del PRI).
La sociedad civil organizada, las presidentas y presidentes municipales, las regidoras, sindicas, síndicos, funcionarias y funcionarios entrantes y especialmente el gobernador electo, tienen la oportunidad y la responsabilidad histórica de comprometerse con las mujeres y hacerles justicia, pero no una justicia simulada de “políticas rosas” que lo único que consiguen es perpetuar la situación de vulnerabilidad y dependencia a la que nos han hecho creer que perteneceremos toda la vida. La justicia implica brindarnos herramientas para nuestra emancipación más allá del marido, del padre, del partido o del patrón o cuando menos la eliminación de los obstáculos que hoy parecen tratar de impedírnosla a toda costa.
Las nuevas generaciones vienen empujando fuerte y demandan el “cambio de chip” de las y los políticos tradicionales. Que la transición sea de avanzada, con sensibilidad y visión en el futuro y no de retroceso; que sea poniendo la dignidad de las mujeres en el centro, que sea con perspectiva feminista. Al Tiempo.