El poder del amor y las alianzas humanas para transformar la Indiferencia ante la violencia

La violencia, en cualquiera de sus formas, es hoy la tragedia de mayor costo para hombres y mujeres

por Zoilamerica Ortega

La violencia, en cualquiera de sus formas, es hoy la tragedia de mayor costo para hombres y mujeres. Violencia física, sexual, política, simbólica, de género, violencia estructural, y muchas que aun no se tipifican.  A pesar de que las leyes evolucionan y muchas de ellas son consideradas como crímenes y son perseguibles por sistemas jurídicos o instituciones, el enfoque de atender los graves efectos de la violencia en las personas no siempre es valorado.  Solo el reconocimiento de la gravedad de los efectos psicosociales de la violencia, y como les arrebata a las personas la oportunidad de vivir y ejercer derechos plenamente, es lo que podrá no solo atacar las causas o castigar a los responsables de estos graves hechos, sino también, atender el impacto personal, social y hasta económico que representa.

Existen una gran cantidad de modelos de atención a victimas de violencia. Unos con más éxito que otros, demuestran su impacto y su contribución.  Los especialistas en Salud Mental han aportado también, desde sus disciplinas enfoques terapéuticos que permiten atender con herramientas especificas los efectos y secuelas de todas las formas de violencia. Sin embargo, y complementario a la ciencia, es fundamental reconocer que existen factores relevantes que están a nuestra disposición en la vida cotidiana, y que permiten que cada uno de nosotros seamos actores claves de la recuperación y reintegración de las personas que han sobrevivido la violencia.

Es oportuno recodar que la violencia nos arrebata nuestro poder personal.  Los efectos mas importantes residen en habernos cercenado nuestra capacidad de confiar en nosotros mismos, de creer en nuestro potencial, nos ha arrebatado la dignidad, e incluso la fe en que cada uno de nosotros tiene en su interior, la fuerza y la determinación para alcanzar desde lo humano todo lo que se proponga.  Una guerra quita a un pueblo la seguridad, y condena a una nación a los efectos psicosociales del miedo.  La violencia sexual, arrebata el poder de sentirse dueña de una misma y la capacidad para salir del caos que nos ha generado. La violencia simbólica nos juzga al punto de hacernos sentir culpables y auto excluirnos.

Ante esto, será importante reconocer que, así como nos arrebataron con la violencia nuestro poder, también hoy en día, en nuestra vida cotidiana, hay un recurso de poder que siempre está a la mano y que puede ser un punto de partida para hacer la diferencia en la vida de un ser que esta en los caminos de recuperación de la violencia.  Ese recurso de poder es el poder de la empatía, el poder del afecto, y el poder de las alianzas amorosas de la comunidad, de las familias, de las parejas, de los colegas o simplemente de conocidos que de una u otra manera compartimos la vida cotidiana de una persona que ha sufrido violencia.

Con las altas estadísticas de ocurrencia de la violencia de genero y con la gravedad de los problemas de violencia en el mundo, existe la gran posibilidad de que muchos de nosotros todos los días nos encontremos en nuestros centros de trabajo, escuelas, organizaciones personas que han callado el sufrir de ansiedad, depresión, u otros efectos traumáticos de la violencia. Muchos de nosotros, lo vivimos en silencio, y sin quererlo, igual que en el pasado cuando sufrimos el acto violento, volvemos a ser oprimidas por la indiferencia y la soledad. Esto no únicamente se parece mucho a cuando ocurrió la violencia y no pudimos contar con nadie que la detuviera, sino también establece en este aislamiento, una suerte de impunidad social ante lo que le ocurrió en su pasado.  La conclusión del inconsciente es que, así como a nadie le importo lo que nos sucedió, hoy a nadie le importa los efectos del acto traumático.

No necesitamos que alguien nos cuente lo que le ha ocurrido, para poder reconocer que cualquier ser humano que sufre, puede encontrar en otro ser humano, la oportunidad para recuperar el poder de ser querido, de ser acompañado y de saber que puede contar con un abrazo o con una mirada afectiva cuando mas lo necesita.  Desarrollar la empatía y la mirada amplia para descubrir el dolor de alguien y acompañarlo debería de ser una habilidad que todos debemos de tener. Igual una mujer que ha salido del ciclo de la violencia, a una que aun vive atrapada en el, o las familias de presos y presas políticas, deberían de contar con la incondicional solidaridad de otras personas para transitar por este calvario hasta lograr su propósito.

Sanar es un trabajo de equipo.  Sanar requiere de presencia, requiere de acompañamiento, porque en cada una de estas acciones, está el poder del amor que logra poner la primera piedra en la reconstrucción de aquello que derribó la violencia. Así como la violencia es el acto extremo de crueldad contra un ser humano, el primer paso para reconstruirse seria su opuesto, ser participe de un acto de amor con el cual seguramente recuperas la dignidad y el autovalía como para reconocer que mereces seguir en este mundo y que el mundo también necesita de nosotros.

Las alianzas amorosas para la recuperación y la reintegración suponen reconocer que hay una clave de sanación colectiva en la vida cotidiana.  Que el amor es la fuente de reconocimiento de la verdad de nuestras historias, el amor es la posibilidad de nunca estar solas otra vez como cuando ocurrió la violencia, y además, representa la oportunidad maravillosa de experimentar que los agresores son los menos, y que mas bien en el mundo existen personas profundamente humanas, con valores e integridad y que aportan con belleza y ternura a la restitución de nuestra fe en lo humano, en el futuro y en un nuevo tipo de sociedad donde todo tenga como punto de partida, esa conexión vital que nos transforma para siempre. Recientemente conocí a alguien así. ¿Y ustedes?

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