Antígona: ecos de una voz feminista

En la extensa tradición de la fascinante mitología griega, pocas figuras resplandecen con tanta fuerza como la de Antígona

por Paloma Cecilia Barraza Cárdenas

Por Paloma Barraza

 

“El caso es que mi piedad me ha ganado el título de impía, y si el título es válido para los dioses, entonces yo, que de ello soy tildada, reconoceré mi error; pero si son los demás que van errados, que los males que sufro no sean mayores que los que me imponen, contra toda justicia.”

Antígona

 

En la extensa tradición de la fascinante mitología griega, pocas figuras resplandecen con tanta fuerza como la de Antígona. Sófocles, da vida literaria a esta tragedia, considerada una de las obras más representativas con respecto a derecho en el universo griego. Aunque es una historia antigua, su poder y relevancia son atemporales.

La narrativa inicia con un sombrío escenario de batalla en los dominios de la legendaria Tebas. Dos hermanos rompen un acuerdo de alternancia pacífica y se matan entre sí después de la muerte de su padre, con el objetivo de reclamar el mítico trono, esa corona prohibida y maldita que consumió la Casa de Edipo en un espiral mortal de profecías, ambiciones y traiciones. Muy al estilo del escritor, la historia se teje con agujas ancestrales e hilos de destino.

Bajo este manto mitológico, Creonte, tío de los hermanos caídos, reclamó su prerrogativa divina y se convirtió en el nuevo monarca. Aquí comienza a tomar forma la trama, ya que su primer decreto dispone dar sepultura únicamente a uno de los hermanos, Etéocles, mientras que, al otro, Polinices, marcado como traidor por pelear en el bando opuesto, le niega el derecho a los ritos fúnebres. Antígona, hermana de ambos, se alza valerosa y desafía la orden por considerarla injusta y contraria a los designios de sus deidades.

La protagonista resuelve guiarse por su sentido del deber familiar y religioso, y toma la firme decisión de enterrar a Polinices con sus propias manos. La audacia no se detiene aquí; después de ser descubierta, Antígona se enfrenta al rey y defiende su postura con admirable tenacidad. Como señala Judith Butler “Antígona emerge de su criminalidad para hablar en el nombre de la política y de la ley: ella adopta el propio lenguaje del estado contra el cual se rebela”. No obstante, su desobediencia le cuesta la vida.

El desgarrador desenlace proviene de la arrogancia, inflexibilidad y hermeticidad de Creonte, quien, a pesar de los argumentos del Coro, las advertencias de un adivino y las súplicas de su propio hijo Hemón, prometido de Antígona, abraza el despotismo sobre la razonabilidad. Esta secuencia trágica de eventos desencadena una serie de secuelas sofocleas que conducen a la inexorable muerte de su hijo, quien no tolera la pérdida de Antígona, y, consecuentemente, a la de su esposa, quien tampoco sobrelleva la noticia de la partida de su hijo.

El mito se centra en el conflicto entre el deber moral y la autoridad civil. A través de él, se pueden generar interesantes aproximaciones a conceptos como ética, poder y justicia, lo que destaca su relevancia para la ciencia jurídica. Además, la representación del personaje principal produce un fuerte eco inmortal, cuya fuerza ha servido durante muchos años para analizar cuestiones de género y justicia social. En otras palabras, a pesar de las líneas problemáticas y machistas de la obra, nada extrañas al contexto de la época o al estilo del escritor, es posible también leerla desde el feminismo.

Aunque, como apunta Sandra Adams, “detrás de Antígona hay tantas Antígonas como lectores tiene esta tragedia” y, en consecuencia, encontramos numerosas apreciaciones del texto, algunas teñidas de misoginia, como la hegeliana, es importante destacar lo expresado por Eusebio Fernández: “no parece que ésta sea la última palabra evaluadora” o, de manera más enfática lo señalado por Albin Lenski, la de Hegel “es una interpretación errónea”. Yo incluso prefiero una ruta más osada, la de Carla Lonzi: “escupamos sobre Hegel” y ofrezcamos otra visión, ¡la nuestra!

Antígona, de espíritu libre y corazón insumiso, es una mujer valiente, crítica y combativa. Se atreve a cuestionar el sistema, a desafiar el poder establecido y a romper las cadenas de la norma. Desobediente ante el yugo del autoritarismo, no se doblega y no está dispuesta a callar una injusticia. Lucha con firmeza, congruencia, integridad y pasión contra la opresión, el abuso de poder y la tiranía.

Más claro, ¡ni el oráculo de Delfos! Antígona es un símbolo feminista. Un ícono incandescente de resistencia y subversión, portavoz de la desobediencia civil en nombre de los principios de igualdad y justicia. Su actuar resuena de manera evidente con las luchas de nuestros tiempos, y nos recuerda la importancia de cuestionar ideas, leyes y estructuras destinadas a perpetuar las disparidades y las injusticias.

En México, un país donde las cifras de violencia de género son brutales, donde la autoridad brilla a menudo por su ausencia, donde reina con mano dura la ignorancia, donde gobierna cruelmente la impunidad y donde la indiferencia se propaga como la peor de las epidemias, las mujeres, al igual que Antígona, debemos levantar la voz, tomar las calles, inundar todo tipo de plataformas y exigir con determinación un cambio radical.

Como se puede advertir, el relato también imprime un contenido democrático, uno que nos exhorta a ser no sólo partícipes, sino protagonistas de los procesos de toma de decisiones. No obstante, aunque resulta sencillo leer lo anterior con una intención eminentemente política, no es la única ruta posible. En el corazón de Antígona resplandecen otros matices; elementos relacionados con la compasión, la empatía, el respeto y el amor, los cuales pueden conducir a otros destinos igualmente importantes.

Una obra es un universo de interpretaciones, un caleidoscopio de significantes y significados. Nuestras experiencias se construyen con la misma complejidad. Usar la voz feminista no se limita a tomar un megáfono, a dar un discurso o a redactar un manifiesto. También es bailar, leer, cantar, rapear, actuar, enseñar, pintar, escuchar o simplemente sonreír. En cada acción consciente, tejemos una red diversa y vibrante de nuestras realidades y expectativas. El feminismo es un concierto de muchas voces, una lucha de varios frentes, una danza de infinitos estilos, un viaje con demasiadas paradas, un cuento en todos los idiomas, donde cada una es valiosa y significativa en la búsqueda de un mundo más igualitario.

La palabra de Antígona está más viva que nunca; traspasa los límites de la política y alcanza la cotidianidad. En la Tebas moderna, las redes sociales y los medios digitales son nuestro propio foro público. Escribamos un nuevo capítulo en la historia de México o en la de nuestras vidas. Dotemos a nuestras narrativas de un giro profundamente feminista. En un mundo de silencios, seamos ese audaz grito de lucha o ese reconfortante susurro de empatía que resuene como un eco de inspiración para las siguientes generaciones.

Foto The Plague of Thebes   Wikipedia Commons

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