#MujeresEnSeguridad #Amassuru
Por María Fernanda Noboa González, Phd.
La vasta literatura regional en Estudios Feministas de Seguridad, durante la última década, entre otros aspectos clave, recupera la ética como uno de los aspectos de responsabilidad social que exigen los diseños, desarrollo, ejecución y evaluación de las Políticas de Seguridad.
Las distintas corrientes de los Estudios Feministas en seguridad como campo de estudio , si bien tienen varias especificidades, coinciden en algunos aspectos clave, que trascienden las consideraciones ortodoxas- sobre todo las teorías realistas-, particularmente el componente ético y de emancipación a partir de los cuales se sitúan en las imprescindibles inclusiones de género y la interseccionalidad (Rodrigo, 2022) como clave conceptual, empírica y normativa con profundas implicancias para el diseño de políticas públicas en seguridad.
Por ende, permite garantizar una incidencia real en el desarrollo social y sus consideraciones de sostenibilidad y de largo plazo sustento de las orientaciones estratégicas de seguridad, particularizadas y no amalgamadas en un todo homogéneo, tanto en sus consideraciones ontológicas (cómo se concibe la realidad) epistemológicas (cómo se conoce la realidad), metodológicas y analíticas (cómo se descompone y genera conocimiento significativo adicional de dicha realidad) de las complejas situaciones de seguridad que se viven en la región. Estas se traslucen en nuevos patrones cognitivos y de sentido- en el caso que nos compete del campo de la seguridad como patrones cognitivos de significación locales[1], pero también un modelado y cartografiado, flexible de métricas e indicadores tanto cualitativos como cuantitativos que faciliten la construcción de patrones generales -nacionales- en donde yacen las consideraciones que dieron a luz los ejes rectores de una política pública en seguridad.
Esto implica considerarlo como un proceso profundamente político en el cual la perspectiva feminista marca una postura contrahegemónica y disputa al poder patriarcal, sobre todo la configuración de las fases del ciclo de políticas (problematización, diagnóstico, diseño, procedimientos y evaluación). De ahí que “el nosotros” como el objeto de seguridad[2], los ciudadanos y sus derechos, es construido como un todo homogéneo (Stern, 2006) que evidencia una fractura- por la propia multiplicidad de actores y la constante emergencia de otros, con variaciones de espacio y tiempo- frente a los discursos posicionados de inseguridad, violencia y promesas de solución que aparecen como entidades discursivas al vacío.
Por tal motivo, en el ámbito de la seguridad frente a los discursos posicionados de inseguridad y violencia y sus promesas de solución. Por ello la inclusión apoyada en una lectura crítica de la sociedad más flexible, sistémica y reflexiva es clave, sobre todo el cuestionamiento derivado de la construcción de una identidad securitizadora. Esta identidad es cuestionada insistentemente por los EFS, porque dicha identidad se asocia con la construcción de la categoría de “humano”, tras la supuesta promesa de que todas las voces han sido incluidas en la capacidad estatal de garantizar y dar bienestar a todos/ as/ por la capacidad de la agencia femenina para lograr modificar los presupuestos de partida que una visión realista de la seguridad identifica. Los supuestos de “la identidad femenina” como un algo fijo, inamovible, y que, por ende, ocupa una posición subsidiaria está siendo reemplazada. De hecho, el propio sentido de la “identidad de género” ya no puede ser considerada como una categoría inamovible, sino como múltiples actos de identificación particularizados y situados[3]. Así, se recupera un diálogo de saberes y prácticas sociales concretas (Molina, Quintero, Oliva et. al. 2018) en las cuales los derechos, necesidades, ethos de las mujeres sean ineludibles dentro de las reflexiones y construcción de las políticas de seguridad, donde el mundo “real” es el que se construye y se deriva de las relaciones, procesos vivos, interacciones en entornos azarosos e inciertos, que son sensibles a múltiples miradas.
Urge repensar las categorías “género” “humano” “nosotros” de los discursos realistas de la seguridad. Es vital comprender que cada uno de los términos utilizados para “engomar sentidos” son dispositivos de discurso, espejos de las prácticas políticas, de juegos de poder que anteponen unos actores, les dan prioridad, les suben el volumen. El desafío de académicas, investigadoras, tomadoras de decisión es precisamente el cuestionar los “marcos unificados de entendimiento” propuestos por las miradas patriarcales de la seguridad; el construir los andamios del nuevo edificio de significaciones más amplias, abarcativas, incluyentes, anulando cualquier posibilidad de que se consideren las diversas posturas feministas como simples procesos dogmáticos y de ruido.
Finalmente, es preciso “hacer camino al andar”, dejándonos guiar por nuestras propias brújulas para ser, pensar y actuar por nosotras mismas, con nuestra riqueza, sensibilidad y experiencia; todo esto marginalizar la responsabilidad de construir ámbitos de valor múltiples y situados que nos permitan en primer término comprender y apropiarnos cómo fue el proceso de construcción histórica patriarcal de la seguridad a fin de poder desmantelarla no solo desde lo político, sino desde lo ético. Es fundamental lograr coherencia entre lo que entendemos por ética del cuidado, el valor que asignamos a “la inseguridad”, a los objetos-sujetos amenaza, opresión, militarización (blanda y dura), riesgos, oportunidades. Vale re- pensarnos, para pensar en diseños de políticas públicas en seguridad que nos devuelvan la voz. Una especie de metamorfosis que implica un nuevo humanismo[4], reinventar nuestras acciones en medio de contextos disruptivos, emergentes y cambiantes, para edificar las sociedades que soñamos y merecemos de modo sostenible, sin dejar de
[1] Vale recalcar que dichos patrones de significación, tienen que ver con el valor que cada región, cada localidad ha asignado a su problemática de seguridad tanto desde el nivel de conducción política del Estado, como de los niveles subnacionales, y diversos grupos de la sociedad civil, el sector público, organizaciones de mujeres, organizaciones de derechos humanos, entre otros
[2] Una política de seguridad está marcada de inicio por su objeto referente, en el caso concreto abordamos una concepción más humanista de la seguridad, que no implica que ha dejado su rastro androcéntrico
[3] Revísese: Bucher, B.& Jasper, U. Revisiting “Identity” in International Relations. From identity as substance to identifications in action. https://doi.org/10.1177/1354066116644035
[4] Revísese: Morin, E. avec la collaboration de Sabah Abouessalan. Changeons de voie. Les leçons du coronavirus.DENOEL – 9782207161869
La opinión de las autoras no compromete la posición institucional de Amassuru
Foto Imagen Generada con IA por LCR
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AMASSURU MUJERES EN SEGURIDAD
Somos una red de mujeres que trabajan temas de Seguridad y Defensa en América Latina y el Caribe (ALC), creada para promover el trabajo de las mujeres en el área, además de facilitar la visibilidad y los espacios de discusión en la región. Juntas, somos mucho más poderosas, por eso creemos que es central crear una red entre nosotras, en un área como la de seguridad, en la cual hemos sido segregadas históricamente. Somos una red independiente y apartidaria de mujeres que trabajamos en diversas áreas, incluyendo la investigación, la docencia, el trabajo directo en políticas públicas y prevención, el periodismo, las ONGs, los gobiernos nacionales y locales, así como en organizaciones internacionales y la academia, entre otras áreas. La red de Amassuru está enfocada en la seguridad en el sentido amplio, englobando temáticas de seguridad ciudadana, seguridad humana, seguridad internacional y justicia.