Por Karla Verónica Félix Neira
1 de octubre de 2024, el día en que por primera vez una mujer ocupara la titularidad del Poder Ejecutivo en México desde que nuestro país se convirtió en una nación independiente, más de 200 años tuvieron que transcurrir para que eso sucediera.
Como mujer he atestiguado y acompañado las luchas de muchas otras y he tenido la oportunidad de acceder a espacios a los que quizá hace 20 años nunca habría tenido la más mínima posibilidad de llegar; gracias a estas mujeres que me antecedieron y dieron la batalla en materia de paridad, por ello me congratula y me emociona este hecho que, sin duda, es histórico; sin embargo, la nueva Presidenta no tendrá una tarea fácil, no sólo porque recibe un país al que le aquejan numerosos problemas y en el que deberá enfrentar grandes retos en diversas materias, como salud, seguridad, justicia, además de encontrarse con una sociedad dividida y muy polarizada, sino también porque la vara con que se mide a las mujeres, generalmente, no es la misma con que se mide a los varones.
Las expectativas son altas y siempre está presente ese sesgo, a veces, evidente; a veces, imperceptible en el que la mirada crítica hacia las mujeres que se desempeñan en la vida pública suele verse directamente relacionada con su vida privada, su apariencia, las personas con las que se relacionan o los hombres que están “detrás”, “delante” o por “encima” de ellas, sin que importe si eso realmente tiene o no influencia alguna en sus decisiones.
Uno de los cuestionamientos que se ha realizado en materia de paridad, ese principio que nos allana el camino de la búsqueda de la igualdad sustantiva, sobre todo a partir de la reforma de 2014, que permitió la conformación de los Congresos mayoritariamente femeninos, ha sido el hecho de que la llegada de más mujeres a espacios de poder y decisión, no necesariamente implica la adopción de una agenda en favor de este grupo, pues quienes resultan electas o acceden a esos espacios no siempre son feministas o desean adoptar dicha agenda.
Esta interrogante tiene fundamentos comprobables, no obstante, lo cierto es que para poder realizar esta pregunta era necesario que primero llegáramos ahí, al lugar en donde pueda cuestionarse si la representación social que se confiere a quienes son electas, realmente se materializa o no, tal y como podríamos cuestionar a cualquier integrante del poder público, y es que este hecho histórico viene precedido de otras primeras mujeres, ya que también el INE y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) son presididos actualmente por mujeres.
Después del 2 de junio, al darse a conocer los resultados de la elección, se señaló que al llegar la primera mujer al más alto cargo en el país, con ella, llegábamos todas, esto implicaría que consideren y atiendan las problemáticas, necesidades, prioridades y particularidades de la mitad de la población que ha sido discriminada de forma estructural en los últimos 200 años; hoy para muchos existe la duda, para otras la esperanza de que así sea… eso sólo lo dirá el tiempo. Por ahora resulta importante reconocer que tener por primera vez a una Comandanta de las Fuerzas Armadas y Señora Presidenta, es inédito y es una muestra de que corren tiempos de mujeres.
Al día de hoy, Claudia Sheinbaum, la Presidenta de México, se convierte en la mandataria número 27, de las que actualmente dirigen los destinos de sus países, de un total de 57 que han sido Jefas de estado a lo largo de la historia; fue María Estela Martínez de Perón (1974 a 1976), al asumir la presidencia constitucional de Argentina, la primera de ellas en el mundo, en el que hay más de 190 países… aún nos queda mucho camino por andar y siempre existe el riesgo de francos retrocesos, el pacto patriarcal no da tregua, pero hoy… por lo pronto… tenemos una Señora Presidenta.