Por Angélica de la Peña
México tiene Presidenta por primera vez en su historia. Como sabemos la doctora Sheinbaum su antecedente como funcionaria se concreta cerca de López Obrador. Él, como buen patriarca, se esmeró hasta el último día de su mandato en darle línea; fue molesto observarlo, pero Claudia parecía sentirse a gusto junto a él.
Particularmente muchas mujeres nos preguntamos ¿ella continuará desmantelando las instituciones que surgieron de un proceso democratizador, y nos impondrá un partido único avasallador?, ¿va a corregir el desastre derivado de la desaparición del Poder Judicial?, ¿seguirá tirando los recursos del erario público al barril sin fondo de Pemex? ¿Seguirán los “abrazos, no balazos”? ¿Gobernará al son de López? ¿O hará honor a su formación desde la izquierda que representó Raúl Álvarez Garín al que conoció desde niña por ser cercano a su padre y madre, y dentro del PRD fue crítico del comportamiento autoritario de López Obrador? Estas preguntas son dudas razonables.
Recordemos que como Presidenta electa dijo en un evento de mujeres “no llego sola, llegamos todas”, y anuncia el INMUJERES se convertirá en Secretaría. Es correcto si se integra con funciones de autoridad para orientar a las demás instancias del gabinete sobre el cumplimiento de las recomendaciones del Comité de la CEDAW, de la Convención Belem Dó Pará para la prevención y atención de la violencia contra las mujeres y niñas en todos sus tipos y modalidades, y de otros tratados de Naciones Unidas contra la trata, tortura y desaparición forzada; atender los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una Secretaría que remonte el conservadurismo y misoginia que caracterizó a López, pinta bien.
Si con ella, llegamos todas, su primera acción debe ser la restitución del origen del Anexo 13 para promover políticas públicas a favor del desarrollo integral, la eliminación de la discriminación y violencia contra de las mujeres y niñas, impulso de la igualdad y empoderamiento de las mujeres desde el Presupuesto de Egresos de la Federación. Poner en otro rubro lo que López integró indebidamente en este Anexo.
Como Presidenta es su potestad definir la planeación, ejecución y evaluación de las políticas desde la perspectiva de género que desmonte la marginalidad y opresión que sufren las mujeres y niñas por serlo, particularmente en los pueblos indígenas donde siguen casando a niñas con hombres adultos. La relación es larga.
Las expectativas de que por fin llega una mujer a la presidencia de México son muchas; las dudas respecto a su dependencia con su ex jefe también. Ella y su equipo deben saber que su fracaso repercutirá negativamente, por desgracia, al trabajo por la promoción de las mujeres en los espacios de poder y de decisión.
La disyuntiva de la continuidad de la polarización, y de seguir recibiendo línea de su mentor, el ex presidente al que nadie le cree se va a jubilar, sería su peor fracaso y trascenderá contra todas y contra la estabilidad.
Ojalá sepa es necesario se asuma como jefa, se empodere y desconecte el teléfono que llega al rancho de La Chingada.
Ojalá reconozca que la pluralidad y el disentimiento, ser escuchadas, así como la diversidad de pensamiento, son derechos inalienables e indivisibles que las mujeres hemos conquistado, porque cada una es una individua, única e irrepetible. Juntas somos el 52% de la población. ¿Por cuál ruta optará?
Angélica de la Peña