Las Dinámicas Patriarcales en la Burla Pública: El caso de Azul Escamilla

por Samantha Batrez

Por Samantha Batrez

Franco Escamilla se ha visto envuelto en una polémica reciente tras la publicación de varios videos en redes sociales de la fiesta de XV años de su hija Azul; en los videos, se puede ver a la familia Escamilla disfrutando del evento, incluyendo un baile padre e hija. Sin embargo, algunos usuarios de internet han aprovechado la oportunidad para hacerle a Azul comentarios que denominan “bromas” basadas en las cosas que su padre ha dicho en el pasado sobre la gordura.

Los internautas se han burlado comentando cosas como «Eres tan gorda que en lugar de XV tuviste XXXL» referenciando famosos tweets antiguos de Franco Escamilla. A pesar de que el comediante ha defendido anteriormente su derecho a hacer bromas sobre quién él quiera, en esta ocasión ha solicitado que cesen las burlas hacia su hija.

Esta situación sirve como punto de partida para examinar las actitudes y acciones que la hicieron posible.

Doble estándar: no somos iguales

Me parece particular, que a pesar de que Franco Escamilla tampoco cumple con el estándar estereotípico de belleza masculina, no se le es señalado con la brutalidad con la que se le señaló en esta ocasión a su hija, puesto que existe una diferencia radical y marcada entre la forma en la que socialmente se acepta la diversidad de cuerpos cuando estos pertenecen a los hombres.

Podríamos todos estar de acuerdo en que existe un ideal masculino en el conciente colectivo, así como existe un ideal femenino, sin embargo, uno de los indicadores que revelan la diferencia que hay entre los juicios que se hacen sobre los hombres y las mujeres es que los cuerpos masculinos no están sujetos al mismo nivel de escrutinio al que se somete al cuerpo femenino. Aunque existe una imagen concreta de un ideal del cuerpo masculino, la sociedad acepta una variedad mucho mayor de cuerpos masculinos; mientras que las mujeres son amadas «a pesar de» sus cuerpos no ideales, los hombres son amados independientemente de su apariencia física. Esta diferencia en el trato es crucial.

A los hombres, si son comediantes se les juzga por ser graciosos, si son cantantes por que agraden sus canciones, si son futbolistas, porque sean buenos jugando. A las mujeres se les juzga por esas cosas, y además, se les exige ser delgadas, y cumplir con los estándares de belleza; si no lo hacen, el mundo se encarga de recordarles que saben que no están cumpliendolos. A los hombres no les pasa eso, a los hombres no se les mide con la misma vara. Y entonces, aunque Franco Escamilla y su hija se parecen mucho, es a la hija a quién se juzga por la característica que ambos comparten.

El caso de su hija muestra cómo las mujeres, incluso si están fuera del foco mediático, no pueden escapar de este tipo de juicio, y muestra claramente el doble estándar con el que se valoran a personas de ambos sexos.

El internet como medio de transporte de la violencia

El internet, lejos de ser solo un espacio cotidiano, funciona como una realidad alterna a la física, que se mueve con sus propias reglas y un lenguaje compartido. Aunque en esta realidad virtual tenemos elementos propios de nuestra cultura de internet, también se traspasan nuestros juicios y formas de convivir que tenemos en la realidad física. Y para mal de las mujeres, este espacio propicia la replicación de conductas patriarcales, e incluso más que eso, crea nuevas formas de extenderles.

En este sentido, las mujeres que navegan por internet o crean contenido digital siguen estando sujetas a los parámetros patriarcales que también gobiernan el mundo físico, lo que justamente hace posible que vayan cientos de personas a repetir discursos gordo fóbicos contra una menor de edad, por qué así como odian a las mujeres en el día a día, las odian por internet. Las cajas de comentarios, los mensajes, los videos y el contenido se vuelven espacios donde se pueden dejar mensajes violentos.

A través de la humillación y el acoso, muchas veces masivo, los ataques por internet se utilizan para intentar ejercer un castigo contra alguien que hace algo que una comunidad virtual considera incorrecto. De forma en la que se vuelve una especie de “justicia” no penal que se ejerce en grupo: aquí, a pesar de que los hombres son funados con más frecuencia, las funas hacia las mujeres suelen tener repercusiones directas contra sus carreras, mientras que los hombres suelen atravesar la crisis ilesos.

Persona y objeto

La dinámica que se vive en redes sociales refleja una extraña concepción de las mujeres, como individuos con independencia de los otros, y al mismo tiempo, como posesión de alguienmás: seentiendeaAzulcomounserlosuficientementealejadodefrancocomopara no ser él, pero lo suficientemente cercana para poder hacerle daño a él, a través de ella.

Cuando Franco hace chistes sobre las mujeres gordas, se hace referencia a las “otras”, de ellas si puede reírse por ser gordas, mientras que a las que son “suyas” las defiende del mismo comentario, por qué las mujeres somos propiedad privada de los hombres, no es Azul Escamilla una jovencita por sí misma, sino, LA HIJA del comediante Franco Escamilla (que si tiene una identidad propia) y cuando se trata de su propiedad privada, el hombre debe defenderla.

Vigilar y castigar

El principio activo de la violencia vicaria es “hacer daño a través de”, es decir, no te puedo dañar directamente a tí, así que daño a alguien que te importa para que sufras tú. Su sufrimiento es necesario para él fin, pero no es el fin en sí mismo. Y no digo que esta

situación sea violencia vicaria, por supuesto, solo hago la analogía de que parece que existe una necesidad entre ciertas personas de castigar, de vengar, de aplicar un poder sobre una persona, aún cuando para esto tengamos que dañar a una segunda persona que no había cometido ninguna «injusticia».

Además de la paradoja específica que esta situación representa: el que se burla, es ahora burlado. El que antes se reía de nosotros, ahora es la víctima de las risas. Disfrutamos, de forma sádica, sentir que aplicamos justicia cuando vemos víctima de las mismas injusticias al victimario.

Al final, está dinámica de hacerle llegar burlas a una mujer joven de 15 años y en general, toda la situación, parece que refleja las dinámicas patriarcales que se esconden detrás de cada circunstancia , y también refleja la forma en la que nos sentimos hambrientos de aplicar la ley del thailon que sentimos extrañamente justa. Ojo por ojo. Lastimaste, ahora serás lastimado, no importa el medio, importa el fin.

La violencia tras la etiqueta del humor

Tal como lo expresa Fernanda Martín, «cuando no se pueden reír todos, entonces no es chiste, es burla, y es violento». Esta cita sintetiza el análisis y resalta la diferencia entre humor y violencia. Lo que Azul Escamilla está viviendo no es «humor negro», sino una manifestación de violencia estructural y patriarcal, violencia a la que Franco Escamilla, el padre de Azul, ha abonado de forma activa, y por si no ha quedado claro, no importa la relación que existe entre estos dos, una no justifica la otra de ninguna forma.

El caso de Azul y de Franco Escamilla muestra cómo las mujeres siguen siendo las principales víctimas de las normas patriarcales, tanto en el mundo real como en el espacio virtual y expone cómo lo etiquetado como “humor” puede ser utilizado como una herramienta de opresión en lugar de un mecanismo para cuestionar el poder.

 

Foto: Captura de Pantalla «X»

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