Por Gabriela Mayorga
“Para cambiar el mundo, primero debemos cambiar la forma de nacer”. Michele Odent, Ginecobstetra Francés, precursor de la promoción del parto fisiológico
Tenía 17 años, llevaba 15 horas de labor de parto, al final después de hacerme la episiotomía decidieron que era mejor una cesárea, la cual fue realizada por practicantes, me decían cosas como, «deberías estar estudiando, no pariendo», «eso te pasa, aguantate y cállate», salí dos días después, pero a la semana comencé con temperaturas altas, vómito y dolores, fui a un médico y me encontraron aún restos de placenta los cuales tuvieron que ser extraídos de inmediato porque estaba a punto de morir, relata Abigail Loredo, ella es uno de las más de 50 mujeres que me envió su historia al preguntar en distintos grupos de mamás, si alguien había sufrido violencia obstétrica.
Otras tantas de las frases que se repetían en los testimonios son “a tu edad yo jugaba con barbies”, “mejor operate, en un año estarás aquí otra vez”, “ya es noche, mejor hazte una cesárea”, “si gritas no te hacen caso, no te quejes”, “a pero que tal gritabas cuando abriste las piernas”, “el dr me rompió la fuente con la mano, que porque mis familiares ya estaban preguntando mucho por mí”
El momento de traer un bebé a este mundo es una experiencia dolorosamente única, ya sea por cesárea o natural el momento es indescriptible, tu vida cambia en cuestión de horas, pasas de ser una sola persona a volcar toda tu atención a un nuevo ser humano, algo en nosotras se activa y cambia el chip, entra la maternidad.
Además, no hay que olvidarnos del dolor, de acuerdo con AsapCiencie una mujer puede llegar a sentir 57 unidades del dolor durante el parto (algo así como lo equivalente a fracturarse 20 huesos a la vez), ¿te imaginas, durante ese proceso, ser tratada con violencia? pues es lo que viven 3 de cada 10 mujeres en nuestro país.
De acuerdo con resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), realizada por el INEGI, de las 2.9 millones de mujeres de 15 a 49 años que tuvieron un parto o cesárea, el 33.4 por ciento sufrió de algún tipo de maltrato y eso sin mencionar la cifra negra. Tal parece que la insensibilización por la primera infancia, comienza desde el primer minuto en que llegan.
La cuestión está en cómo podemos asegurarnos de que los infantes vivirán en un mundo digno, si no podemos asegurarles una llegada segura, buscando la razón de está insensibilización, desde la perspectiva feminista la Dra. Tania Esmeralda Rocha Sánchez y el investigador Aldo Iván Orozco Galván, en un estudio publicado por la UNAM, explican como bajo la construcción social en el que nos regimos, incluido el personal médico, percibe el acceso a la maternidad a través del sufrimiento y abnegación, pues el dolor debe ser parte del proceso, incluso considerando que mayor dolor significa mayor amor hacia su hijo/a.
Pero los resultados son severos, haber experimentado este tipo de prácticas durante el trabajo de parto, impacta a nivel físico, emocional y psicológico, además de que aumenta la probabilidad hasta seis veces de desarrollar depresión postparto con estás consecuencias mínimo tres mamás en México están criando a sus hijos, ¿cómo le haces para recuperarte de algo así?
Sin embargo, el problema va más allá, ¿qué soluciones tenemos para combatir la percepción del dolor y sacrificio en la maternidad?, ¿qué hacen las autoridades para combatir estás prácticas?, ¿qué hacemos como sociedad para borrar el sufrimiento de la crianza? El recorrido es grande y hasta el momento encontramos más preguntas que respuestas, pero como en toda práctica de violencia el reconocimiento y el alzar la voz es el primer paso.
Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad exclusiva de su autora y no necesariamente representan la postura de La Costilla Rota.
