Por Núria González López
Tengo que reconocerle un mérito personalísimo a Ada Colau, y es que cuando crees que ya no puede dar más repelús, va y se supera.
Esta semana, la exalcaldesa de Barcelona ha inaugurado una nueva modalidad de cómo chupar cámara cuando ya, por suerte para todos, no pinta nada en ningún sitio. Se trata del turismo porno-humanitario, al que Colau y su amigui Jaume Asens, otro que tal baila, se han lanzado esta semana de nuevo al estrellato informativo, haciéndonos saber a todos que se iban a darse un garbeo en barco a las costas de Gaza para demostrar lo súper valientes son y súper comprometidos que están con el pueblo palestino.
Los hemos tenido que ver posando en el aeropuerto de Barcelona, por supuesto luciendo el pañuelo palestino de rigor que todo buen pijo progre-progre guarda en un lugar destacado de su guardarropa, para lucirlo en las ocasiones especiales en que hay que parecer “alternativo”, aunque su único objetivo real sea seguir zampando bollos a costa del erario público sin hacer nada de provecho más que destrozar todo aquello que tocan, como lo es triste ejemplo la otrora maravillosa ciudad de Barcelona, ahora convertida en un mal reflejo de lo que fue, gracias a las ocurrencias de Colau, Asens y sus colegas, como la inolvidable Gala Pin, desaparecida, por cierto, en algún confortable despacho de la Diputación de Barcelona, o el área metropolitana, percibiendo un sueldo público que le permita mantener el estatus de moderna parasitaria.
Mientras en Gaza se está llevando a cabo un exterminio de la población a manos del gobierno de Israel, estos elementos van a darse un paseíto marítimo por su costa para, principalmente, dar placer a su superego narcisista y a hacerse unas buenas fotos para su Instagram, para que quede constancia de que Colau y su chupipandi sí son capaces de salvar el mundo, obviando el pequeño detalle de que el partido desde el que parasitan forma parte de un gobierno que sólo este año ha aumentado el gasto militar un 27%. No hay suficiente Alka-Seltzer en el mundo que pueda contener tantísima náusea como provocan.
En Gaza la gente ya cree mayoritariamente que es casi una bendición morir por un bombardeo israelí que escapar de las bombas para morir lentamente de hambre y sed y ver morir mientras a todos los demás, o contemplar como los animales callejeros se alimenta de los cadáveres humanos que no hay tiempo ni para sepultar. Ahí se van esta panda de indigentes éticos a hacer campaña por su propia supervivencia, pero no en la vida, sino en el momio del que llevan chupando desde que iniciaron su edad adulta.
No creo que la señora Colau, ni el señor Asens ninguno de los que les acompaña en estas vacaciones de la vergüenza, vayan a dejar de comer ni cenar ni un sólo día para compartir lo suyo con quien lo necesita. Tampoco creo que vayan a doblar el lomo para ayudar a mover ni medio escombro más allá de lo que tarden en grabar un reel para sus redes sociales. De hecho, estoy bastante segura de que a esos dos y a su cuadrilla, si les enseñas una pala echan a correr y llegan a Barcelona en un tiempo récord.
Es insoportable que existan este tipo de espectáculos lamentables y que, precisamente lo exportemos desde Barcelona, la misma Barcelona que se implicó muy seriamente en la guerra de la ex Yugoslavia, cooperando de verdad en su reconstrucción y creando lazos que aún hoy se mantienen. Hoy la decadencia tiene rostro de exalcaldesa, se disfraza de cooperante y sube fotos a su Instagram.
Foto Captura de Pantalla desde X