Por Núria González López
Soy muy fan del cine español. Incluso cuando es infumable, yo soy fan del cine español. Mi trabajo de final de secundaria lo hice sobre el cine de Pedro Almodóvar y su paralelismo con la evolución social y artística y sobre si había violencia en él. Tenía 16 añitos recién cumplidos. Devoraba cualquier película española.
Y viví con éxtasis la aparición de la peli y el director que marcaron el parteaguas de nuestro cine, al menos para mí, que no es otra que la “Tesis” de Alejandro Amenábar, probablemente la mejor película del cine español de todos los tiempos. Con ella, el cine español ultra evolucionó y siguió dando auténticas joyas que me faltarían hojas para enumerar.
Y como buena fan de las pelis patrias también soy muy fan de los premios Goya. De las que, además de verse las películas antes, ese día no quedo con nadie y me siento delante de la tele desde que empieza el desfile por la alfombra y no me muevo hasta que acaban las soporíferas galas, que algunos momentos insuperables nos han dado como la interpretación de “Me quedo Contigo” de Rosalía con la orquesta del Orfeó Catalá. A quien no se le pongan los pelos de punta sólo recordando aquello, es que no tiene sangre. Y echamos de menos a la mejor maestra de ceremonias que tuvieron nunca que no es otra que Rosa María Sardá.
Pero este año podría ser el primero que, voluntariamente, dejar pasar tal cita. La razón es muy sencilla. Y empezando por los presentadores elegidos, “Los Javis” y siguiendo por el número de nominaciones dado a una película que pretende normalizar y aplaudir el maltrato infantil, que es “20.000 especies de abejas”, la verdad es que se me quitan todas las ganas.
Y es que, desde hace unos años a esta parte la gala de los premios Goya se ha convertido en un escaparate de las violencias misóginas y machistas muy caro y muy jaleado dentro del espectáculo televisivo de todo el año. Repasemos.
En la gala del año del Covid, cuando los nominados y premiados estaban en sus casas, al menos dos o tres adquirentes de bebés mediante vientres de alquiler se llevaron su premio e incluso llegaron a sacar a los menores por la tele, como si fueran el Goya del que había que presumir.
El año pasado, un señor putero al que le dieron un Goya por una película que no había visto absolutamente nadie, se plantó en el escenario a reivindicar el su supuesto “derecho” al sexo por ser discapacitado, aunque a quien tuviera que tener sexo con él hubiera que pagarle para hacerlo. Y todo el auditorio le rio la gracia al “actor”, porque se ve que les parecía muy moderno y muy progre reivindicar la violación previo pago conocida como prostitución.
Y este año ya, como guinda del pastel, llevamos un año entero de campaña salvaje de marketing a favor de una película que, según sus creadores, habla de la“infancia trans”, y que tampoco ha visto nadie, pero que tiene nada menos que 15 nominaciones y que el lobby “queertrans” ha por sentado a todos los festivales del mundo a ver si alguien premiaba semejante bodrio.
Les explico de que va la peli y esto de la “infancia trans”. Pues resumiendo, va de meterle en la cabeza a los niños y las niñas que si te gusta el fútbol eres un niño y que si te gustan las muñecas eres una niña. Y que, si te gusta el fútbol, pero tienes tetas, debes correr a amputártelas antes de que te crezcan, en lugar de jugar al fútbol tranquilamente. Y que, si te gustan las muñecas, pero tienes pene, irremediablemente tienes que ir a amputártelo cuanto antes porque tu cuerpo está mal.
Esa es la idea que subyace bajo la supuesta existencia “infancia trans”, y lo que, envuelto en una cursilería intragable, se quiere vender en “20.000 especies de abejas”, la película que la Academia de Cine pretendía encumbrar a modo de gran spot publicitario “moderne”, hasta que menos mal que llegó J.A. Bayona con su “Sociedad de la Nieve”, una peli de verdad, que ha desbaratado los planes del lobby del abecedario del cine español y que puede que nos salve a todos del bochorno supino.
Porque es maltrato infantil decirles a los niños y niñas que sus cuerpos sanos están mal. Y es profunda misoginia y homofobia no respetar la libertad de los niños y niñas que no quieran seguir con los estereotipos de género y quieran crecer libres, y en lugar de fomentar esa libertad, se les hormone, se les mutile y se les convierta en enfermos crónicos de por vida.
Pero, querida parroquia, eso sólo pasa con la infancia, porque los señores mayores como el militar aparecido estos días en los medios, que se autoidentifica como mujer lesbiana, y que está quejoso porque no le dejan utilizar el vestuario de sus compañeras, sabe que no tiene ni que cortarse las uñas para exigir que se le trate como a una mujer, y que su cuerpo de “mujer sentida” es perfecto tal cual está, aunque le lleguen las gónadas mientras dice que es “lesbiana”.
Ojalá Buñuel o Berlanga pudieran hacer la segunda parte de la peli de las abejitas basándose en este personaje. Eso sí sería otra obra maestra.