Por Núria González López
La trola del “gobierno progresista” se ha desmoronado en un santiamén y no ha sobrevivido ni a la primera votación importante en el Congreso de los diputados. Cinco minutos es lo que ha tardado Pedro Sánchez en echarse en los brazos del auténtico independentismo catalán, ese que tiene por bandera el odio y la xenofobia, que siempre estuvo ahí, y que es capaz de dejar en pelotas hasta al extinto partido griego “Amanecer Dorado” en un abrir y cerrar de ojos. El que dijo hace un parde semanas que la culpa de los malos resultados catalanes en informe Pisa era de los niños “inmigrantes y pobres”.
Aquí en Catalunya eso ya lo teníamos más que sabido. Pero como la cabra tira al monte y además, no tarda mucho en tirar, Miriam Nogueras lo dejó claro y meridiano el otro día cuando tuvo que explicarle a todos los diputados y diputadas del PSOE y SUMAR que, literalmente, a ellos el gobierno progresista se la trae al pairo. Que ellos son lo que son y que están por lo que están, lo cuál incluye recordar que ni Junts ni sus anteriores versiones fueron jamás nada que se le pareciera al progresismo.
Así que se acabó la bola inmensa de la “mayoría progresista”, que en realidad jamás existió. Ahora queda ver como desarrollan el papel de la triste figura supuestos ultraizquierdosos como el engendro Sumar o Bildu, cuyo principal atractivo va a ser averiguar de que diámetro son sus tragaderas cada vez que el partido de Puigdemont tenga ganas de cachondeo. El PNV sin embargo está en su salsa puesto que son primos hermanos de Junts. Y al lo que queda de lo que un día fue el PSOE ya no vale la pena ni dirigirse puesto que sería como hablarle a un autómata. Así hasta que se maten.
Sin embargo, el ridículo político al que nos tiene acostumbrados nuestros ilustras representantes públicos me preocupa muchísimo menos que la caja de Pandora que acaba de abrir en Catalunya al hilo de la petición de Junts de las competencias de inmigración, para poder vender en un lema electoral que van a echar a todos los inmigrantes que no hablen catalán o que delincan.
Deben saber ustedes que la inmigración en Catalunya ha sido usada hasta la saciedad desde que empezó nuestra pesadilla particular del procés, sólo que con un discurso muy diferente.
En aquellos infaustos años entre 2014 y 2018, las organizaciones “civiles” que lideraron el independentismo, como Omnium y la ANC, se afanaban a llenar los autobuses que pagamos todos y que tenían que trasladar a los manifestantes a Barcelona los 11 de septiembre, con cuantos más inmigrantes mejor, a poder ser negros o marroquíes que daban mejor en cámara que los latinos.
Se afanaban también mucho en ponerlos en las primeras filas de las manifestaciones para que se viera bien en TV3 lo “diverso” de la “Revolució dels Somriures”, y por supuesto, a todos ellos se les vendió la cantinela de que en una futura república catalana todos ellos tendrían papeles y pasaporte europeo en cuanto cayera la senyera fuera sustituida por la estelada. Como ha cambiado el cuento…
Y resulta bastante esperpéntico ver ahora ir por ahí diciendo a Junts que quieren expulsar a los inmigrantes delincuentes cuando a finales de 2022 todos los partidos independentistas capitaneados por ellos llevaron al Parlament una moción para apoyar a Mohamed Said Badaoiu, uno de los líderes salafistas más peligrosos instaurados en Catalunya, concretamente en Reus, que fue expulsado de España por la Audiencia Nacional acusado de captación de menores para células terroristas.
Este señor Badaoiu, además de terrorista, se deleitaba subiendo a sus redes sociales imágenes de su hija de no más de 7 años tapada de arriba abajo y de su mujer con el pertinente burka. Por supuesto Badoui era un radical de esos que, de tener la oportunidad, nos hubiera implantado la Sharía en un periquete, pero ese individuo, a Junts, a ERC a la CUP y a los Comunes, que no pierden nunca una buena ocasión para hacer el ridículo, les parecía un buen catalán. Y la Sharía, una “cuestión cultural”.
La diferencia entre expulsado terrorista y un morillo que roba carteras en el metro de Ciutat Vella es que el primero tenía predicamento, y lo mismo les llenaba un autobús para una manifa indepe que los mandaba a todos a votar en fila cuando era menester.
Así que esto que están haciendo, no va solo de inmigrantes ni de razas ni de delincuencia, sino que va de clases y de poder. Quien los pueda apuntalar en el poder ese será el buen catalán.
Mientras, gracias a todo el hemiciclo, acaban de abrir (mejor dicho, de reventar) un melón que se puede aprovechar por todos los lados para dinamitar la ya complicada convivencia en Catalunya debido a una pésima gestión de la parte que ya gestionan de inmigración, como los menores no acompañados, y del estado catatónico de la izquierda que está en su momento ideológico más débil del último siglo y que no tiene ni ideas ,ni discurso ni gente que piense y que pueda enfrentar una oleada racista institucional. Y con el presidente Sánchez echado en el regazo de Puigdemont es cuestión de tiempo que otra vez arda Catalunya.