Preferir ser ciego en Granada

El sueño de la Alhambra es eso que durante dos días han vivido los gerifaltes de Europa en Granada, entre salas y patios palaciegos, cenando ni más ni menos que el palacio de Carlos V a 1.750 euros el cubierto al que generosamente les invitamos todos

por Nuria González López

Por Núria González

Que Granada es la ciudad más bonita del mundo es un hecho. Antes rivalizaba con Barcelona, pero después del paso del huracán Colau y de que dejara a la Ciudad Condal pareciéndose más a una cloaca que a una brillante capital del Mediterráneo, pues en mi ránking ya sólo queda la capital nazarí como líder indiscutible, incluso aunque a mi compañero Farruco, padre putativo de “La Paqui” que ilustra esta columna, y cordobés de la cabeza a los pies, me lo quisiera discutir.

La cosa es que las granaínas y los granaínos han compartido esta semana un poquito de su fortuna con el resto del mundo, enseñando lo que significa exactamente “sueños de la Alhambra”, nombre de un té muy habitual en los locales de la alcaicería y de la calle Elvira.

El sueño de la Alhambra es eso que durante dos días han vivido los gerifaltes de Europa dentro de la Fortaleza Roja (del árabe qa’lat al-Hamra’, Fortaleza Roja). Entre salas y patios palaciegos, como el de los Arrayanes o el mismísimo patio de los Leones, o cenando ni más ni menos que el palacio de Carlos V, a 1.750 euros el cubierto al que generosamente invitamos todos, se habrán sentido como en las mil y una noche sin duda.

Reyes, mandatarios y cuentos de leyenda mientras los representantes de la gran Europa, presunto paraíso de los derechos humanos y la libertad, decidían, por el poder absoluto del que disfrutan, cosas tan inquietantes como seguir sufragando la insostenible cruzada de Zelensky en Ucrania, ocupando el lugar de Estados Unidos que ya se retira del conflicto que ellos mismos auspiciaron, porque supongo que ya alcanzaron las cotas de negocios deseadas allí, y no piensan invertirle ni un dólar más al presidente filonazi, ni tocarle más “los huevos al tigre”,  en este caso Putin el psicópata pero con muchos amigos, y aún menos hundir su economía, como sí estamos haciendo generosamente los y las europeas. Repito generosidad porque ahora es el palabrejo de moda.

Y para que ello no nos altere mucho, uno de los mandamases que se paseaba estos días por la Granada, el infausto Josep Borrell, sigue implantando con mano de hierro la censura periodística y la vulneración absoluta del derecho a la información y al librepensamiento de millones de personas, que, por otra parte, tampoco es que protestemos mucho. ¿Qué pasa con el periodista Pablo González? Alguien sabrá a qué holding alemán o holandés le toca ahora hacer negocio en tierras ucranianas.

La otra cosa que han decidido Von der Leyen y compañía es seguir invirtiendo en políticas migratorias. Pero no en políticas de desarrollo en origen que saquen a los países de la pobreza y que no obliguen a sus habitantes a salir despavoridos, no. Lo que se ha decidido es aumentar la inversión en países norteafricanos como Túnez o Marruecos, para que desarrollen mejores escudos y armas para que la inmigración no llegue a las costas europeas. Traduzco, lo mismo que hace Estados Unidos en la frontera con México, pero en lugar de con un muro, aquí le sumamos una especie de “Hundir la flota” pero con barcos y pateras cargados de inmigrantes.

Decidir eso sentado en los patios de la Alhambra es de desvergüenza y de una maldad difícilmente abarcable para una mente humana que no sea la de un psicópata, que son quienes nos gobiernan en todo el mundo.

Por supuesto, ni media palabra se ha dicho en tan importante cumbre sobre la situación de las mujeres en el mundo, ni de las niñas. Eso sería como entretenerse en hablar de ganado, y del ganado se exprime todo lo que, de beneficios, pero no se habla de él.

Pero para que no les falte ninguna historia de la Alhambra por saber, desde aquí les quiero explicar la historia de la Leyenda de los Abencerrajes a las y los asistentes a la gran cumbre, que se creen intocables, mientras nos arruinan la vida a todas y todos graciosamente.

En el año 1444 Mohamed “El Cojo consiguió destronar a su tío y convertirse en sultán de Granada. La corte del destronado se refugió en Montefrío (mi pueblo, tenía que decirlo). Desde allí, los abencerrajes, una especie de pretorianos de la época, atacaron a “El cojo” por diversos medios. Finalmente, en 1453 el sultán declaró que estaba dispuesto a dejar el poder.

Todos los abencerrajes fueron invitados cordialmente a la abdicación del Sultán al que habían atacado, y una vez allí, todos con sus mejores galas (como en la cumbre que acabamos de ver), los 36 caballeros fueron inmovilizados y amordazados y torturados. Finalmente serían arrastrados hasta una pila situada en el centro de la sala donde serían degollados uno a uno a la vista de los demás. Por traidores.

Dicen las gentes de Granada que el color rojizo que aún conserva el suelo de esa sala se debe a la sangre de los abencerrajes allí derramada, que perdura como recordatorio de lo mal que pueden acabar los poderosos.

Y, aun así, habrá quien prefiera no recordar ni ver ciertas cosas, aunque la pena sea ser ciego en Granada.

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