Factor 75

La parte afectada por este patán ha tenido que aprender de la peor de las maneras que sólo las mujeres y el apoyo entre nosotras puede cambiar las cosas, porque ni ser campeona del mundo te libra de una agresión por ser mujer, incluso delante del mundo entero

por Nuria González López

Por Nuria González

Trabajar en verano tiene su aquel. O al menos lo tenía cuando las ciudades se vaciaban y la vida se paraba y, por supuesto, no había ni noticias.

Sin embargo, hace ya unos cuantos años que los carteles en las persianas de los pequeños negocios de barrio que rezaban “cerrado agosto por vacaciones están en franco peligro de extinción.

La nueva clase social surgida en la última década conocida como “trabajadores pobres”, principalmente compuesta por personas autónomas, o trabajadores y trabajadoras que sobreviven con mil euros en el mejor de los casos, aguantan en las amalgamas de asfalto urbanitas en esta época estival como pueden, una tras otra, las olas de calor infernal que, semana sí semana también, nos dejan a todos en calidad de ameba, con el cerebro frito y con más mala leche de lo normal.

Porque no llega la cuenta para las vacaciones y la mayoría ya no tiene ni pueblo en la “España vaciada” donde ir a pegar la gorra en agosto. En mi pueblo granaíno a esos “turistas” se les rebautiza como “rebañaorzas” …

Hasta tal punto llega la precariedad que hemos retomado viejos espacios de asueto ochentero como los terrados, donde entre bragas de mercadillo y sabanas del hiper, las vecinas de las ciudades se suben a tomar el fresco. El sol ya no, a riesgo de morir abrasada como el santo que da nombre al astro rey. Y así, lo mismo te subes a tomarte una cerveza de la nevera portátil, que a pegarle un manguerazo al niño o a que al gato le dé el aire sahariano.

Y es imprescindible mucha crema solar con factor de protección total para que todo nos resbale y nada nos achicharre, aunque este verano está siendo especialmente difícil esa tarea.

Al clásico veraniego de las mujeres asesinadas por violencia machista, que en época de vacaciones crecen exponencialmente y que ya todo el mundo tiene por descontadas, en este último coletazo del mes de agosto, además del calor, hemos tenido que soportar a la más cutre y casposa representación del macho ibérico, en forma de señor cogepelotas (propias) y arrimacebolletas pero “empoderado”.

Porque eso es el señor Rubiales, el típico baboso que te arrima el paquete en el metro o el no menos habitual compañero-jefe-colega infumable que te sobetea a la primera de cambio, pero en la versión con dinero y poder. Para que quede claro de nuevo, que la pasta, por muy gansa que sea, no da ni la clase ni la educación. Ni siquiera el respeto por quien te rodea.

La parte afectada por este patán ha tenido que aprender de la peor de las maneras que sólo las mujeres y el apoyo entre nosotras puede cambiar las cosas, porque ni ser campeona del mundo te libra de una agresión por ser mujer, incluso delante del mundo entero.

Por eso las invito a todas a que, si son de esas que están disfrutando de un “Summer in the City” como el que cantaba Joe Cocker, y ahora que esta tan de moda para sobrevivir eso de los refugios climáticos, que construyan con otras mujeres su propio refugio vital y de paz.

Esos espacios seguros invisibles de nosotras, infranqueables para el sexo opuesto, y que pueden estar en los terrados o en cualquier otro lugar siempre que haya mujeres con ganas de compartir, como en los tendederos comunes. Desvirtualicen los grupos de whast up y salgan a tomar el fresco con las vecinas y generar esos lugares efímeros, divertidos y libres de Mala Gente, que son garantía de protección total. Como la crema solar de factor 75.

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