Por Observadora deunciante
El miércoles 9 de noviembre del 2022, después de las 11:10 de la noche, en lo que pudieron ser las estaciones de Nuevo León o de Viaducto del Metrobús, abordaron, en la unidad que iba de Del Valle a Tepalcates, un hombre y una niña, como de 8 años, quienes se colocaron donde se encuentra el resorte del vehículo.
Aquel sujeto, de una estatura de entre 1.65 y 1.75, de piel blanca, cabello café claro, casi güero, un tanto largo y recogido, con algunas canas en las patillas, gordo de complexión, con gorra oscura y mochila roja, de la que colgaba un muñeco de bebé, le hablaba a la menor al oído, pero, en otras ocasiones, mientras tocaba su mejilla, lo hacía de frente y bastante cerca de su rostro, pues hubo un momento en que pareció que su mascarilla era lo único que separaba su boca de la de la pequeña.
Una pareja de señores también se les quedaron viendo, la señora con un poco más de extrañamiento que su acompañante. Otro joven, que hablaba por teléfono, de igual manera lo hizo, pero siguió con su conversación. Nadie más se alarmó por eso, a pesar de que había mucha gente.
En cuanto a la niña, de tez morena clara, carita redonda y sin llevar cubrebocas, de pelo oscuro, quizá recogido con dos colitas hechas, parecía estar más que adormilada o con una somnolencia fuera de lo común y que podía resultar más cercano a un letargo. Aún así, escuchaba al hombre y, en ocasiones, se reía. El tipo, por su parte, hacía que lo abrazara en otros instantes.
En algún momento, en el área exclusiva para las mujeres, a dos o tres asientos delante de donde estaban, se desocupó un lugar, por lo que el sujeto le indicó que fuera a sentarse y la infante obedeció. A partir de ahí, el hombre siempre estuvo en el umbral entre el resorte vehicular y la zona reservada y al pendiente de ella hasta llegar a la estación Centro SCOP. Eso quizá fue antes de las 11:45 o alrededor de esta hora.
Al ir llegando a dicha parada, el sujeto atravesó el área exclusiva para tomar de la mano a la pequeña y esperar salir por el acceso de ese mismo apartado. “El hombre parece tener un comportamiento inusual e inapropiado con la niña, ¿se puede cerciorar de que ella está bien y de que conoce a esa persona?”, pudo habérsele dicho a algún oficial ya afuera de la unidad y en los torniquetes, aunque se evitara una expresión exagerada al omitir, por ejemplo, que la menor podría estar como dopada.
Cuando los dos descendieron, se alcanzó a ver, tal vez antes de que se cerraran las compuertas del transporte o después por uno de los ventanales que el tipo, de nuevo, hizo que lo abrazaran: la pequeña apenas sí pudo rodear su corpulencia con su bracito.
–¿Por qué no le dijiste al policía de estación?
– No sabía si iba a haber uno.
–Y es que tiene que denunciarlo la madre en el momento para que se haga algo.
–¿Y no se pueden pedir los videos de las cámaras de seguridad del metrobús? Me acuerdo cómo era el sujeto y de la hora.
–No, es que sí debió de ser al momento, ahí, con los policías para que hicieran algo. ¿Ya revisaste en la página de Alerta Ámber…?
Cosas así me dijeron en la Agencia del Ministerio Público y en la Unidad de Policía de Proximidad días después.
A más de un mes de eso, estoy en la disposición de arriesgarme a la condena social si las autoridades consideran dejar sus protocolos a un lado para solicitar esas grabaciones con las que yo pueda identificar tanto al hombre como a la pequeña y, así, asegurarnos todas y todos de que ella está bien.
Foto captura de pantalla Twitter de @oscarreyesa
