Por Fundación Carmen Sánchez
Ayer se cumplieron 4 años de que Fidel «N», ex pareja sentimental de Esmeralda Millán, la intentara asesinar con ácido en Puebla. Pero no solo son 4 años de ver cómo pisotean los derechos humanos de Esmeralda: el derecho a la salud, a la protección, al trabajo, al acceso a la justicia y a vivir una vida libre de violencia, porque el ataque con ácido que cometió Fidel fue la cúspide de la violencia familiar que él ejerció contra Esmeralda durante 10 años de relación, por lo que previamente ya la había violentado de manera física, psicoemocional, sexual, económica y reproductivamente. Es decir, todos los feminicidios y las tentativas de feminicidio deben entenderse como el desenlace de un cúmulo de violencias previas que las mujeres experimentaron a lo largo de su vida y en todos los contextos de interacción social (incluyendo la casa).
En este sentido, Fidel no es un «loco» o un «sociópata» que intentó asesinar a Esmeralda en un arrebato de ira y sin dimensionar las consecuencias de sus actos. El ataque con ácido fue el EXTREMO de la dominación que él ya había ejercido contra ella. Además, en el crimen también existió 1) premeditación: comprar el ácido requiere de planeación 2) ventaja, porque Fidel no actuó solo: tres delincuentes más (primos y amigos) estuvieron presentes en el momento del ataque 3) alevosía, porque cuando ocurrió el crimen, Esmeralda ya llevaba más de dos meses separada de Fidel y él la fue a buscar de manera intencional para atentar contra su vida.
No era la primera vez que Esmeralda quería vivir lejos de la violencia y se alejaba de su agresor, pero tampoco era la primera vez que Fidel, tras la ruptura, incrementaba la violencia. La violencia resulta un instrumento de poder clave para someter y subordinar a las mujeres. En una entrevista para la BBC de Londres, Esmeralda dijo: «después de la ruptura y antes del ataque, Fidel intentó llevarme a la fuerza. Me subió arrastrándome a un moto-taxi. Afortunadamente el chofer y otro hombre que estaban cerca me ayudaron. Me pusieron a salvo en un lugar público, donde llegó mi tío a ayudarme.»
Por eso es que desde la fundación consideramos que el momento más crítico y por lo tanto más peligroso para la vida de las mujeres, es cuando se plantea la ruptura con el agresor y no hay redes de apoyo social, familiar y comunitario y medidas de protección por parte del estado que le garanticen a una mujer conservar su vida, su integridad física y psíquica, su dignidad y su libertad humana.
Los ataques con ácido sí se pueden prevenir, solo es cuestión de voluntad política.
Actualmente Esmeralda lleva 18 cirugías reconstructivas (porque sufrió quemaduras en la cara, el cuello, perdió la córnea de su ojo derecho y se le dañó el esófago) y se ha enfrentado a un sistema de salud que no la atiende desde 2019, a una sociedad que la discrimina y le pone obstáculos para reincorporarse a la vida y a un Estado que es indiferente y omiso frente a una de las manifestaciones de violencia más extremas que existen en nuestro país. Catorce veces consecutivas se ha diferido la audiencia intermedia contra Fidel y, en caso de seguir así, podría salir en libertad.
El Estado de Puebla tiene una deuda enorme con Esmeralda.
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