Por Soledad Jarquín Edgar
LaCostillaRota/SemMéxico, 23 de noviembre del 2022.- Qatar, considerado el país más rico del mundo, un paraíso real y en sentido figurado. Hoy sede del Mundial de Futbol, el gran entretenimiento mundial para las masas y un negocio multimillonario.
Ayer, para el gusto de una enorme mayoría del mundo, incluyéndome, inició la tan esperada “justa” deportiva y el multimillonario negocio que costó, según datos oficiales excederá los 200 mil millones de dólares, la gran mayoría de esa multimillonaria inversión fue en infraestructura -estados y vías de comunicación-.
De acuerdo con información emitida por dw.com hay otros costos no cuantificados en Qatar, por un lado, las múltiples críticas a la violación de los derechos humanos de trabajadoras y trabajadores extranjeros en ese país:
“En 2016, Amnistía Internacional acusó a Qatar de utilizar trabajadores/as forzados en su emblemático Estadio Internacional Khalifa. En febrero de 2021, el periódico The Guardian informó de que 6.500 trabajadores/as migrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka habían muerto en el país entre 2010 y 2020. Las y los expertos en derechos humanos afirman que muchos de ellos se encontraban en el país específicamente a causa de la Copa del Mundo.
“Qatar ha llevado a cabo algunas modestas reformas laborales, pero, según Amnistía Internacional, todavía hay grandes problemas”.
En un país de tanta riqueza también es un país de enormes desigualdades. La mitad de la población, compuesta por mujeres y niñas, viven esas desigualdades a los ojos del mundo occidental y tienen, para taparle el ojo al macho, una Cancillería Feminista, como ha denunciado la mexicana Paola Schietekat, quien denunció a su agresor sexual y salió con un castigo de siete años de prisión y cien latigazos, acusada de “sexo extramarital”, como señaló su agresor para inculparla. El caso se cerró en febrero pasado. Schietekat está en México.
Su caso evidenció la vulnerabilidad de las mujeres frente al machismo, que siempre será arcaico, que se ejerce en aquel país, donde ellas no tienen voz, a pesar de lo que digan, viven -de acuerdo con diversos medios- sometidas a una sistemática tutela del padre, el esposo o el hijo.
Dicho sea de paso, lo otro que dejó claro el caso de Paola Schietekat no tiene que ver con Qatar y su gobierno, sino con México es la mala, pésima actuación del consulado y que no era el único en aquel país asiático, donde las ciudadanas mexicanas están a la buena de Dios en materia de justicia: “como aquí pero allá”. Sí porque hay quienes siguen ejerciendo el machismo arcaico en casa, en la calle y desde las instituciones y sus sentencias condenatorias no son latigazos como en Qatar pero sí de harta impunidad.
En los últimos, poco más de cuatro años desde que se decidió que Qatar sería la sede del mundial, hubo toda clase de cuestionamientos por las violaciones a los derechos humanos de personas residentes y extranjeras, muchos cuestionamientos por las condiciones de las mujeres -por cierto, las grandes ausentes en el estadio al momento de la inauguración y del primer partido de futbol, si vemos solo unas cuantas aparecieron en las tomas fotográficas y los videos-.
Los llamamientos de la ONU y sus organismos internacionales no hicieron eco en el gobierno de Qatar y menos en los organizadores, no se trata de una competencia de canicas sino de millones de pesos en juego, un acto comercial y muy neoliberal, contra la cual nada pudo.
Los gobiernos, entre ellos México, incluso han enviado oficialmente a personal. Se trata, en buena parte, de los mismos países firmantes de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es decir, la doble moral de los gobiernos.
Qatar está en marcha. Cada país sacará sus propias ganancias económicas de los 440 millones de pesos que serán repartidos entre las 32 selecciones que participan, entre ellas México y 42 millones de pesos para quien resulte campeón, de acuerdo con la propia FIFA, que se refinanciará con miles y miles de entradas por muy diversos conceptos.
La ganancia económica sin duda será importante. Pero también lo que representan casi 30 días de solaz esparcimiento para millones de humanos, mayoritariamente hombres.
Cuando Qatar termine el mundo seguirá igual, nada habrá cambiado, seguiremos siendo observadores de la violación sistemática de los derechos humanos y, en específico, del daño que la violencia machista ocasiona en la mitad de los seres humanos: las mujeres.