Por la memoria de las brujas

En la época de la inquisición, bastaba una acusación verbal para que una mujer fuera sometida a cualquier cantidad de creativos martirios en aras de hacerla confesarse bruja, cargo que permitiría asesinarla después en el nombre de Dios. Hoy, parece que basta ser llamada feminista, para que una mujer sea estigmatizada socialmente como violenta o subversiva

por Mar Grecia
Por Mar Grecia Oliva Guerrero
La fantasía y la realidad se mezclan para el nacimiento de las leyendas, muy a menudo para glorificar la figura del héroe o para minimizar la atrocidad del inquisidor, del saqueador o del asesino. En ese tenor se sostiene hasta nuestros días el mito de las brujas, que son en el imaginario colectivo mujeres malvadas, generalmente mayores, precarizadas y solas (sin hijos, ni marido) que disponen de poderes sobrenaturales que utilizan para hechizar a sus enemigos, causándoles daños que van desde un buen susto hasta la perdición o la muerte. Los pueblos están llenos de relatos sobre brujas y los cuentos infantiles de nociones que señalan que hay que temerles a las malvadas brujas y de preferencia, exterminarlas. Toda esta narrativa de ficción ‘inofensiva’ a la luz de nuestras costumbres y tradiciones, prevalece sobre los hechos históricos que consignan que hubo un tiempo en que la acusación de bruja no fue un tema de fantasía ni de juego, si no un motivo real para que millones de mujeres fueran brutalmente torturadas y asesinadas en función de su sabiduría ‘anormal’ y del libre ejercicio de su sexualidad, con el propósito de apropiarse de sus bienes, satanizar su identidad o privarlas de su poder social.
En la época de la inquisición, bastaba una acusación verbal para que una mujer fuera sometida a cualquier cantidad de creativos martirios en aras de hacerla confesarse bruja, cargo que permitiría asesinarla después en el nombre de Dios. Hoy, parece que basta ser llamada feminista, para que una mujer sea estigmatizada socialmente como violenta, subversiva y hasta terrorista, con tal de que no reclame la autonomía sobre su cuerpo, su libertad de pensamiento o su derecho a protestar por las injusticias que nos han atravesado por siglos. Llama la atención que la iglesia y el estado, se han disculpado por los abusos que se cometieron en los tiempos de la inquisición en general pero sobre el genocidio perpetrado contra las mujeres a quienes se aniquiló tras declarárseles brujas, nunca ha habido una disculpa.
Todas esas brujas cazadas a lo largo de la historia, eran mujeres inocentes, generalmente pobres, acusadas injustamente y convertidas en ejemplos de todo lo que no desea el sistema patriarcal que seamos. Las sabias, las curanderas, las líderes, las solteras, las independientes y todas aquellas que rompieron la heteronorma, fueron y son indeseables en tanto desafían la concepción del monopolio masculino del poder que todavía mantiene estructuras que buscan convencer a la sociedad de que las mujeres deben permanecer confinadas a lo doméstico y a una feminidad sumisa dictada por las convenciones del machismo o pagar las consecuencias.
La cacería de brujas sigue, porque el deseo de disminuir el poder social de las mujeres continúa. Por eso es tan importante reivindicar la memoria de las brujas y entender que hoy, como antes, a las disruptivas y a las que cuestionamos los mandatos de género, se nos persigue, se nos espía y se nos fiscaliza como no se hace ni siquiera contra los corruptos, los delincuentes o los pregoneros de una moral única que no practican. Hoy que las feministas somos dibujadas como las malas mujeres que traen consigo el infortunio de la sociedad tan solo por luchar por nuestra emancipación, vale la pena leer a Silvia Federici y a Mona Chollet, para comprender el porqué de estas violencias y ver así la importancia de difundir entre las nuevas generaciones que los absurdos motivos de la persecución de hoy, no son muy distintos a los de antes y sin embargo, si lo son las condiciones para hacerles frente desde la conciencia, la educación, el rechazo al sexismo y el ejercicio autocritico de las violencias que cada quien ejercemos por no cuestionarnos los privilegios propios y ajenos.
Apaguemos con solidaridad las hogueras, dejemos para después nuestras pugnas internas y, ahora que podemos, desenmascaremos al verdugo y detengamos al inquisidor de siempre que, como he insistido, nos perjudica a todos pero se ensaña con las mujeres.
Día de muertas
Este año de terror, cerca de 800 familias más habrán de pasar el día de muertos en el luto de haber perdido a una de las suyas por causa de la violencia feminicida en México que, reporta según cifras oficiales, 711 feminicidios de enero a septiembre de 2022, más los de octubre que aún no se contabilizan en total. Éstos, se suman a las 12 mil víictimas de homicidios violentos de mujeres ocurridos en lo que va del sexenio hasta enero del presente año, así como a las también miles de mujeres mexicanas que, por la falta de medicamentos oncológicos gratuitos en nuestro sistema de salud, perdieron la batalla contra el cáncer. Honrar la memoria de todas ellas implica más que una ofrenda floral; demanda no dejar de exigir justicia y compromiso de las autoridades contra la precarización y la violencia. No las olvidemos.
Twitter @mar_grecia
Fotografía de la pintura ”Juana de Arco en la hoguera antes de su ejecución” de Jules Eugène Lenepveu.

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