Por Mar Grecia Oliva Guerrero
El Presidente de la República, presentó su propuesta de reforma al INE, con la que completaría las 3 grandes reformas que se habría planteado llevar a cabo en su sexenio, siendo éstas la energética, la de seguridad y la político electoral.
La propuesta del presidente, anunciada propagandísticamente como un esfuerzo para disminuir el costo de las elecciones, desterrar la posibilidad de un fraude electoral en México y asegurar la llegada de consejeros electorales que sean elegidos por el pueblo, se antoja más como un ejercicio de concentración de poder que como un compromiso democrático. La reforma que estaría cambiando el nombre del INE a INEC (Instituto Nacional de Elecciones y Consultas), propone la desaparición de los Institutos Electorales en los Estados (OPLES), concentrando la labor de llevar a cabo los todos los comicios en el órgano electoral federal a quien se le recortará el presupuesto, pero se le aumentarán las responsabilidades. También, se buscaría la disminución de los diputados plurinominales, lo cual resulta una propuesta muy popular pero que en realidad implica que una legisladora o legislador titule la representación popular de muchos más ciudadanos y que, para el caso de los legisladores federales, se anulen las circunscripciones regionales para que nazcan las circunscripciones estatales de donde emanaran todas las personas que ocuparán un escaño en la cámara baja, con lo cual, se eliminaría para este caso, el voto directo. La reforma busca que disminuyan tanto consejeros como magistrados del tribunal electoral, y que estos compitan en elecciones populares para obtener sus cargos, lo cual preocupa porque las eventuales candidaturas tendrían que venir ‘palomeadas’ desde la mayoría que en el Congreso hoy reclaman MORENA y Aliados.
Lo cierto es que el amplísimo paquete de cambios a la Constitución y a las leyes generales que implican esta reforma, constituyen un intento de modificación profunda al pacto democrático que se ha construido en México. De hecho, la presentación formal de la reforma, ya mereció críticas de organismos internacionales como la Comisión de Venecia, de activistas, personas investigadoras y expertas que afirman que los cambios no garantizan la independencia del organismo electoral que sustituiría al INE y representan en toda forma, un retroceso democrático. Si bien es cierto que el INE, no es perfecto, el Instituto ha alcanzado un alto grado de confianza en los últimos años, la cual puede atribuirse a la participación y escrutinio ciudadano en la que miles de personas siguen, vigilan y documentan cada parte de los procesos en tiempo real gracias a la tecnología. Del mismo modo, el INE ha ganado puntos de confianza por tirar candidaturas ilegales, proponer procesos que incluyen la perspectiva de género y de inclusión de grupos minoritarios, demostrando voluntad política para la aplicación de sanciones que antes se mantenían en el aparador. Muchas de estas decisiones, apegadas a la ley y a los principios democráticos, desafiaron los designios de un presidente que, aunque se dice demócrata, no tolera los contrapesos y ha declarado enemigos a todos quienes estén contra él. La candidatura en Guerrero de un presunto delincuente sexual venida abajo contra los deseos del presidente y las medidas cautelares emitidas por el INE exhibiendo y ordenando al titular del Ejecutivo Federal abstenerse de promover a sus candidatos en la conferencia mañanera, son apenas una muestra de los conceptos de rencor que pudiera anidar AMLO contra el Instituto. Por esto, no sorprendería que en su demostrado apetito de concentrar más poder, eliminando, acotando o castigando cualquier remanso de oposición a sus designios, el presidente emprenda en estos términos la reforma político electoral que daría al traste con el avance democrático que le permitió ascender a la presidencia con el voto legítimo del pueblo, tirando la escalera para todos los demás, en un asalto que le permitiría a él, o a su línea, gobernar con la comodidad autoritaria del PRI de los 70’s. Tristemente, hoy la oposición no ha podido conformar un bloque sólido que se resista a las nocivas reformas del presidente y es posible que sea el propio PRI, ya sin rubores, quien conceda la mayoría calificada que se necesita para aprobar, como lo hizo con la reforma de seguridad, ésta última propuesta político-electoral que promete modificar a modo las reglas del juego para las elecciones del 2024.
Hay en las cámaras dignidad y entereza para poner cara a la afrenta antidemocrática que se propone, pero no números. Nuevamente, el poder judicial, en la justa y necesaria división de poderes que todavía nos queda, será el que tenga la última palabra. Al tiempo.
Malas Mujeres.
Hoy, en el marco del día naranja contra todas las formas de violencia contra las mujeres, vale la pena destacar a las 5 Consejeras del INE y a las cientos de consejeras de los OPLES que velan con rigor jurídico y serio profesionalismo por el respeto a los preceptos que exigen la paridad en todo, un alto a la violencia política contra las mujeres y un cambio de paradigma que impida que los violentadores machistas sigan ocupando cargos públicos y compitiendo en elecciones para aglutinar más poder. Pugnamos porque sus espacios no desaparezcan, ni se menoscaben por patriarcales anhelos autoritarios. La democracia será feminista o no será.
Twitter @mar_grecia