Por Yola Díaz
Por causas de fuerza menor (debido a una mudanza) opté por darme un clavado en mi guardarropa, y al revisar con detenimiento ¡oh sorpresa! Me di cuenta de la cantidad de ropa que tengo guardada, pero eso no es lo impactante, lo verdaderamente impactante fue que me encontré prendas que no uso hace más de cinco años, como un pantalón que me compré en 2014 y solo lo usé una vez ya que era para una reunión de trabajo muy importante, luego me encontré otro vestido que compré en 2015 para otro evento de trabajo que tampoco volví a usar entre muchas otras prendas que mínimo tenía sin usar una año (Marie Kondo se hubiese infartado al ver tanta acumulación de ropa sin usar).
Evidentemente mucha de esta ropa la tenía en “el baúl de lo olvidado” (maletas) puesto que yo me engañaba a mí misma diciéndome que algún día la volvería a usar para “una ocasión especial”.
He de confesarles que el proceso me costó más trabajo de lo que imaginé pese a que me considero una mujer de desapegos materiales, pero mucha de esa ropa tenía su historia, abrí una maleta tres veces porque seguía aferrándome a ciertas
prendas, hasta que llegó un momento de lucidez en donde me amarré mis “destos» y decidí de verdad depurar lo innecesario por mucho que me gusten algunas de esas queridas prendas porque al final iban a seguir guardadas puesto que ya no
estoy en una oficina o porque de plano las dejé de usar sin más ni más. Después de terminar dicho proceso y separar una ropa para donar y otra para vender porque, como les comentaba, hay prendas de solo un uso, sentí una liberación que de verdad me dio paz.
Y esto me llevó a reflexionar cómo en la vida vamos acumulando cosas, personas, situaciones que ya no aportan, que ya no contribuyen y lo más sano es sacarlo de nuestras vidas por mucho que duela. Y por supuesto que en el inter, será más doloroso puesto que no es lo mismo deshacerse de los jeans consentidos a deshacerse de la relación en la que estás por
“comodidad” o alejarte de amig@s que ya no te contribuyen e incluso familia. Pero sin duda lo más importante en todo esto es la paz que esto sí aporta a tu vida. Yo por ejemplo hace varios años me aferré a una relación la cual yo sabía que
no me llevaría a ningún lado, era lo que dicen estar en esa “zona de confort”, que de confort no tenía nada puesto que ya ni siquiera platicaba con el individuo en cuestión, pero era la flojera que me daba conocer a alguien nuevo y empezar con
ese rollito del enamoramiento. Por fortuna aunque me tardé algunos años en terminar, lo hice y fue la mejor decisión que tomé, esto en cuestión de relaciones amorosas.
Laboralmente les cuento que tuve un trabajo en el cual por primera vez en mi vida sufrí discriminación por ser norteña, por mi código postal y por ser güerita (fake pero al fin güera). Llegó un momento que me iba en automático a trabajar; es decir
me bañaba y me ponía lo primero que encontraba en mi closet, ya no me maquillaba, ahí fue donde decidí dejar ese trabajo que me hacía tremendamente infeliz y por supuesto que lo necesitaba pero me estaba robando mi paz y mi alegría y así ya no me sentía ni productiva ni mucho menos feliz. Lo mismo me ha pasado infinidad de veces con “amig@s” que no saben el
verdadero significado de la palabra amistad, pero esto ya da para otra columna.
Apego: aprecio o inclinación especial por algo o alguien. ¡Y ojo! No está mal tener ciertos apegos, pero hay que saber canalizar ese sentimiento para que el día de mañana no te afecte a nivel emocional, como quien dice; hay que darle la dosis adecuada.
Y no busquen “la ocasión especial” para usar ese vestido, o ese pantalón que tanto les gusta, vivir es una ocasión especial y las cosas se hicieron para usarse. Pero también recuerden: “hay que dejar ir lo viejo para que lo nuevo llegué”. “Dejar ir es mejor que retener, porque soltar es potencial, y apretar es limitar”.
Nos leemos la próxima semana.
Yolanda Díaz
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Foto de Mikhail Nilov de Pexels: https://www.pexels.com/es-es/foto/sano-moda-mujer-relajacion-6707180/
