Por Mar Grecia Oliva Guerrero.
El tiempo en su incesante avance nos puso aquí: 54 años después de la masacre de Estado contra los estudiantes en Tlatelolco, parece que empezamos a olvidar.
Décadas nos separan del fatídico miércoles 2 de octubre de 1968, memoria que los millennials o centennials solo conservamos por los relatos que nuestros padres, maestras o libros nos narraron de espaldas a la versión oficial sobre cómo el ejército acordonó la Plaza de las Tres Culturas, con el hoy familiar y falso pretexto de garantizar la seguridad en el mitin que convocara el Consejo Nacional de Huelga de los estudiantes, al que se habían unido sindicatos de obreros, maestros, telefonistas y muchas otras expresiones del pueblo. Lo negaron hasta el cansancio pero hoy nada contradice que fue el Ejército y grupos paramilitares del llamado Batallón Olimpia quienes, desplegados en la “Operación Galeana”, masacraron por orden del Gobierno Mexicano a los estudiantes desarmados durante una manifestación pacífica. Han pasado 54 años y todavía se encuentran clasificados los documentos que protegen la identidad de los altos mandos militares y políticos que se encuentran implicados en una de las más escandalosas tragedias de nuestra historia nacional, es decir, sigue sin haber justicia, ni verdad, ni gobierno aliado que nos las proporcione. Tras 5 décadas de un dolor heredado de generación en generación que busca trascender al tiempo para exigirnos no olvidar las consecuencias de un gobierno autoritario que disponga a discreción de un ejército capaz de reprimir al pueblo demandante, hoy parece que la memoria flaquea. El gobierno busca nuevamente convertir al ejército nacional en su brazo represivo y persecutor de opositores, y a una parte importante del pueblo parece no preocuparle. En aquel entonces, fueron las alucinaciones de una invasión extranjera inminente y la delirante infiltración de esa amenaza fantasma entre los colectivos de estudiantes, la justificación absurda de la represión con violencia a los grupos que exigían paz, democracia y justicia social al gobierno omiso. Por más ridículo que parezca, ahora, como recientemente lo revelaron los documentos de los servidores de la SEDENA extraídos por el grupo de hackers Guacamaya, el nuevo y ´peligroso´ enemigo fantasma que el gobierno en turno quiere dibujar en el escenario colectivo para justificar la intensificación de las labores del ejército en las calles, es el movimiento feminista. Tan es así, que según los documentos revelados, la SEDENA, en vez de investigar de cerca a grupos delincuenciales reales, “boletinó” y tiene clasificadas a colectivas feministas integradas por jóvenes y hasta por niñas, a la par de grupos subversivos y de guerrilla. Ya con esta revelación, se entiende la intensa campaña de propaganda que en distintos medios y en el primer púlpito nacional, se ha emprendido para satanizar a las feministas a quienes se nos acusa de locura, vandalismo y atentado contra los inmaculados símbolos de una nación que ha abandonado a su suerte a miles de desaparecidas, mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia feminicida tanto por particulares como por las propias instituciones del gobierno que las persigue o castiga con dobles raseros en lo ejecutivo, lo legislativo y lo judicial. No, el movimiento feminista no es perfecto, pero sus demandas, al igual que la de los estudiantes del 68, son justas y señalan la incapacidad de un gobierno que prefiere espetar que se está con él o contra él, que cumplir con su deber constitutivo de trabajar de la mano de las víctimas para brindar justicia y seguridad a su ciudadania.
En 1968, hubo pueblo bueno que, manipulado, exigía ‘mano dura’ contra las y los estudiantes por alzar la voz, tildándoles de ociosos o de delincuentes. La historia les dio la razón a los jóvenes y su lucha fue decisiva para el avance democrático de nuestro país. Estoy convencida de que la lucha de las feministas, aún pese a aquellos que no han analizado su importancia fundamental, traerá avances necesarios que agradecerá la sociedad en su conjunto, en el corto y mediano plazo. Está en nosotros como pueblo, no permitir que se usen las fuerzas armadas contra ellas ni contra ningún sector de la sociedad civil pacífica, en aras de reprimir su digna lucha. Ningún edificio vale más que la vida de las mujeres, ni ningún anhelo autoritario justifica la militarización de las labores de seguridad pública. Recordemos.
Malas Mujeres
La colectiva denominada Caso 992, está integrada por mujeres valientes que, ante la omisión reiterada y la falta de protocolos judiciales que pongan una atención especial al problema, visibilizan la gravedad de la violencia vicaria en México. El pasado 29 de Septiembre, las activistas protestaron vestidas de novia, narrando con puntualidad 31 historias que ilustran sobre los miles de casos en que las madres son violentadas por sus ex parejas en los procesos judiciales de separación o de petición de pensión, utilizando a sus infancias para vengarse de las mujeres. Su esfuerzo, que busca reformar la ley civil vigente en CDMX, se suma al de iniciativas como Ley Sabina y el Frente Nacional de Mujeres que hoy están dando la batalla legal, política y social para el reconocimiento de ésta histórica violencia. ¿Alguien sabe si el Frente Nacional por la Familia, u organizaciones “pro familia” querrán ayudarles en su lucha o solo existen para quitar derechos? Al tiempo.
Twitter @mar_grecia